“Tanto el uso de mascarilla como la distancia física interpersonal, conllevan un cambio de actitud en el ciudadano, que debe interiorizar una asunción de responsabilidad y empoderamiento en el abordaje de la salud pública. Pero ¿es esta responsabilidad exclusivamente achacable al ciudadano?”
OPINIÓN. El ademán espetao. Por Jorge Galán
Artista visual y enfermero14/05/20. Opinión. El artista visual Jorge Galán nos habla en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el distanciamiento social y físico: “El matiz que parece estar encubierto en la idea distanciamiento social (si lo revelamos como eufemismo) parece ser el de aislamiento social. La expresión distanciamiento físico hace referencia a la mayor o menor lejanía entre las personas, que puede medirse...
...en metros, mientras que distanciamiento social alude al grado de aislamiento de una persona o un colectivo en el seno de su sociedad”.
Repúblicavirus 6.0 -Distanciamiento social ¿oxímoron y/o eufemismo?-
Ahora que estamos incorporando -o que nos estamos viendo obligados a incorporar- el concepto de "distanciamiento social" a nuestras vidas, en nuestro enfrentamiento con la nueva pandemia, y coincidiendo con la desescalada o desconfinamiento, es el momento de realizar una pequeña pero pertinente reflexión a respecto.
Las nuevas pautas de "distanciamiento social" empiezan a cambiar la forma de relacionarlos entre nosotros. Si en España ya vemos que hay que mantener una "distancia social" de unos dos metros en el supermercado o en la panadería, en países como Japón, Singapur o Corea ya se ha convertido en lo habitual. Allí han vuelto a la normalidad con restricciones tanto en áreas comunes, como en centros comerciales o al aire libre.
El uso de la cinta adhesiva o cinta americana se ha convertido en un nuevo elemento arquitectónico para indicar dónde detenerse en las tiendas y comercios, o identificar los asientos clausurados para mantener la "distancia social" recomendada por las autoridades, para evitar un rebrote de la pandemia.
El título de esta entrega trata de capturar, en un breve enunciado, la latente contradicción que parecen contener las dos palabras que componen esta noción de distanciamiento social: por un lado la idea de distancia o distanciamiento, y por otro la de social o sociedad. Si desarrollamos la variabilidad en la polisemia de ambos términos, podemos adivinar que enmascaran figuras retóricas, como el oxímoron o el eufemismo, incluso ambos al mismo tiempo. Vayamos a ello, una vez usadas en los párrafos anteriores (entrecomilladas) en el sentido en que se nos ofrecen habitualmente en prensa y medios de comunicación.
Sociedad (del latín societas/-atis) es un concepto polisémico, que designa a un tipo de agrupación de individuos o conjunto de personas, pueblos o naciones que conviven bajo normas comunes. El término social a veces es criticado por ser una palabra que evoca algo difuso y con poca significación. El distanciamiento (acción de distanciar o distanciarse) alude a la distancia, un espacio euclídeo o vectorial entre dos puntos como primera significación, pero también ofrece un segundo sentido: el de separación, retiro o aislamiento.
La medida protectora que nos están aconsejando como una forma muy importante y eficaz de disminuir la propagación de este virus (junto al uso de mascarillas o el lavado frecuente de manos), no es otra que la que alude a distancia expresada en metros. En este caso sería mucho más correcto utilizar distanciamiento físico. El matiz que parece estar encubierto en la idea distanciamiento social (si lo revelamos como eufemismo) parece ser el de aislamiento social. La expresión distanciamiento físico hace referencia a la mayor o menor lejanía entre las personas, que puede medirse en metros, mientras que distanciamiento social alude al grado de aislamiento de una persona o un colectivo en el seno de su sociedad.
Tanto distanciamiento físico como distanciamiento social son expresiones válidas y a menudo pueden estar relacionadas. Puede ocurrir, por ejemplo, que la falta de contacto, el espacio mínimo que ha de guardarse o la recomendación de permanecer confinados o teletrabajar (distanciamiento físico) provoquen aislamiento o distanciamiento social.
En este sentido, puede aducirse que el hecho de trasladar las relaciones sociales de un plano físico a uno virtual constituye al mismo tiempo un distanciamiento físico y social. No obstante, pese a la proximidad semántica y su posible solapamiento en determinados contextos, conviene diferenciar ambas expresiones y optar por distanciamiento físico en aquellos casos en los que se apunta inequívocamente a los metros que se recomienda mantener entre dos trabajadores o clientes de un establecimiento, entre dos usuarios de un medio de transporte público o entre quienes comparten un parque, una vía pública o un recinto para jugar, correr, practicar un deporte o mantenerse en forma.
Entonces, ¿no expresan en cierto modo, distanciamiento y social dos sentidos que parecen opuestos en un mismo eje? O dicho de otra forma, ¿no es conveniente a la hora de usar el término social, cierta inmediación, cohesión, proximidad o agrupamiento? Parece que, al adosar a social la palabra distanciamiento, aparte de ofrecer una idea más suave o decorosa en forma de eufemismo que la frialdad de lo meramente físico, también estamos construyendo en realidad, un oxímoron.
Más allá de discurso retórico, que parece evidente, reforzaremos esta contradicción con otro tipo de argumentos. La finalidad de todo ésto no es otra que la de plantearnos con determinada seriedad la contienda de fuerzas que vamos a tener que conjugar para continuar nuestras vidas con cierta normalidad, esperemos que la ya manida expresión nueva normalidad no represente otro nuevo eufemismo que sustituya lo complejo por lo normal. Al igual que Rafa Nadal, me decanto por la antigua normalidad a ser posible, aunque en el punto en que estamos, ésto sea más que dudoso.
La vida en masa o masificada actual ha sido un modelo que ha sido fortalecido y alimentado por numerosos factores de toda índole. Podemos comenzar por el más obvio, el demográfico, el aumento exponencial de la población sobre todo en el anterior siglo XX, motivado por la industrialización, el aumento de recursos y los avances en medicina, entre otros. Nuestro modelo ha concentrado la mayor parte de la población (casi un 70%) en las grandes metrópolis, núcleos urbanos masificados que responden al ofrecimiento de oportunidades, especialmente laborales y comerciales tras la mencionada industrialización.
Los acontecimientos generados por nuestra cultura, ya sean festejos, ferias o celebraciones religiosas, han promovido y promueven la aglomeración de gente. Las actividades de ocio como deportes, conciertos, museos, la simple reunión en el bar, etc. nuevamente redundan en la agrupación de personas como pilar fundamental. La vida comercial, en gran medida, depende de lo masificado, hemos pasado del ultramarinos de barrio al gran centro comercial atestado de tiendas y gente. El mismo low cost ha sido consecuencia de la venta en grandes cantidades y masificada, que elude costes y se convierte en rentable. Ni siquiera la investigación farmacológica enfoca la patología extraña y escasa, sino que es financiada en dirección a enfermedades más comunes y rentables. Podríamos configurar una lista interminable de factores que fomentan el modelo masificado. El sistema mismo en que vivimos está confeccionado milimétricamente para satisfacer a las masas y a la vez depende estrechamente de ellas.
En un reciente estudio generado por una nueva aplicación de móvil para transitar por Madrid guardando la distancia de seguridad de 1,5 a 2 metros con el resto de viandantes, se han percatado que el 65% de las aceras de Madrid no permite mantener la distancia interpersonal de dos metros y un 9,8% tiene un ancho menor a 1,2 metros. Si ni siquiera la estructura destinada a la circulación del peatón está pensada para guardar distancias, ¿cómo se le puede exigir al ciudadano? Recientemente hemos visto cerrar al tráfico alguna calzada y permitir el paso peatonal, pero eso no representa más que un parche temporal al problema.
Los lugares destinados a grandes eventos, los estadios, los mercados, edificios públicos y privados, calles y paseos, toda una estructura y modelo arquitectónico está en cuestión. Sin duda estamos ante un rompecabezas complejo y diverso. Una gestión e interpretación del espacio urbano distintas. Un distanciamiento propuesto entre personas que, puede tener sentido en la propia circulación, pero que sustrae la lógica de eventos de todo tipo, tanto culturales, folclóricos, deportivos o sociales.
Evidentemente, tanto el uso de mascarilla como la distancia física interpersonal, conllevan un cambio de actitud en el ciudadano, que debe interiorizar una asunción de responsabilidad y empoderamiento en el abordaje de la salud pública. Pero ¿es esta responsabilidad exclusivamente achacable al ciudadano?, ¿estamos preparados para los cambios que nos están imponiendo?, o incluso ¿estamos dispuestos a ello?, ¿suponen una sustracción de libertades y de afrontación consciente del problema por la ciudadanía, un paternalismo exacerbado estatal centrado en la sanción? Después de ver los acontecimientos que se están produciendo en los primeros días del desconfinamiento; botellones, barbacoas, fiestas y reuniones de todo tipo, parece que existe bastante controversia al respecto. Al menos no todos están dispuestos a modificar sus pautas sociales de vida por ahora. Es posible que cambiar ciertas actitudes pueda ser aún más complejo que adaptar la arquitectura de una metrópoli al distanciamiento físico. Por otra parte, tras el confinamiento en casa por más de dos meses, ¿no resulta contraproducente el acotamiento de espacios y horas de estancia en la vía publica para evitar aglomeraciones, sobre todo aplicado en grandes núcleos de población?, ¿no sería más razonable permitir el uso de más espacios y mayor tiempo al día para evitarlas?
La cuestión es que tenemos que tomarnos cuanto antes y con la mayor seriedad posible todo este asunto que conlleva tantas implicaciones. Las nuevas informaciones que nos llegan transcurridos unos meses de pandemia no son nada prometedoras. El receso estival del virus motivado por el calor y las radiaciones UVA parece un espejismo al conocer el aumento de los datos de propagación actuales en países como Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes, Pakistán (calor seco) o Brasil, México, India, Perú o Ecuador (calor húmedo). Las cifras de contagios, aunque exponenciales, están a un abismo de generar la denominada inmunidad de rebaño. La propia inmunidad generada por el virus está bastante en cuestión a medida que se estudian casos, en cuanto a tiempo, efectividad o intensidad se refiere. Se están describiendo numerosos casos de reinfección de personas que ya han superado el Covid-19. Incluso la vacuna, de la que tanto se habla en medios de comunicación, está aún en fases muy tempranas, debe testearse, ensayarse clínicamente, fabricarse en masa, distribuirse a una gran parte de la población, determinar contraindicaciones según factores de riesgo, etc. Las previsiones más optimistas en este asunto apuntan casi a 2022.
Por tanto, aunque seamos reacios a reconocerlo, por las implicaciones que a todos nos conlleva, nos queda coronavirus para rato, al menos dos años siendo positivos, si es que no manifiesta comportamientos como la gripe y mutaciones anuales, por lo que sería previsible que haya llegado para quedarse, como apuntan muchos expertos. No es cuestión de ser agoreros sino realistas, para poder enfrentar con un mínimo resultado de éxito esta contienda tan compleja y que tanto ha modificado y modificará nuestras vidas durante bastante tiempo, asumiendo cuanto antes la magnitud del reto, el precio y las consecuencias, que algunos parecen obviar de forma pueril y poco consciente (o no).
Puede leer aquí anteriores entregas de Jorge Galán:
- 22/04/20 Repúblicavirus 4.0 -Crónica de dos engaños masivos-
- 08/04/20 Repúblicavirus 3.0 -Sanitarios ¿kamikaces o fungibles?-
- 25/03/20 Repúblicavirus 2.0. -Si no hay mascarillas será porque no hacen falta-
- 17/03/20 Repúblicavirus 1.0
- 11/03/20 La senda del borrego
- 19/02/20 La prisión de Narciso
- 05/02/20 Perpetuar la desazón
- 27/01/20 Dar desazón por descanso II
- 22/01/20 Dar desazón por descanso
- 08/01/20 ¿Bailar pegados es bailar?