“Según Hobbes, la multitud se opone a la obediencia y a pactos duraderos. Para Hobbes la diferencia entre multitud y pueblo es la obediencia”
OPINIÓN. El ademán espetao. Por Jorge Galán
Artista visual y enfermero01/07/20. Opinión. El artista visual Jorge Galán escribe en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la contraposición entre los conceptos de pueblo y multitud: “El pueblo es uno. La población, por supuesto, está compuesta de numerosos y diferentes individuos y clases, pero el pueblo sintetiza o reduce estas diferencias sociales a una sola identidad. La multitud, en contraste, no está unificada, sino...
...que se mantiene plural y múltiple. Es por esta razón que, según la tradición dominante de la filosofía política, el pueblo puede gobernar como un poder soberano y la multitud no”.
Apuntes sobre pueblo y multitud
Ahora que asistimos a un nuevo repunte o fundamentación del concepto de pueblo o nación (nacionalismos) como eje del alegato político por ciertas agrupaciones, me gustaría aportar algunos apuntes que quizás sean de utilidad para comprender la verdadera dimensión del término. En mi Trabajo de Fin de Grado en Bellas Artes tuve la oportunidad de tratar esta temática en profundidad, ya que es uno de los ejes sobre los que desarrollo mi trabajo artístico.
El concepto de pueblo representa, en cierta forma, el origen del estado-nación como regularizador de toda vida o acción política de las personas. Es necesario tener presente que la alternativa al concepto de pueblo es la del concepto multitud. Éste dualismo estuvo en el centro de las controversias prácticas, religiosas y filosóficas del siglo XVII -fundación de los estados centrales modernos-. Finalmente fue la noción de pueblo la que prevaleció. El término que se llevó la peor parte, el perdedor, fue el concepto de multitud.
La descripción actual del concepto de multitud se contrapone nuevamente al sentido de pueblo. El pueblo es uno. La población, por supuesto, está compuesta de numerosos y diferentes individuos y clases, pero el pueblo sintetiza o reduce estas diferencias sociales a una sola identidad. La multitud, en contraste, no está unificada, sino que se mantiene plural y múltiple. Es por esta razón que, según la tradición dominante de la filosofía política, el pueblo puede gobernar como un poder soberano y la multitud no. La multitud está compuesta por un conjunto de singularidades, y por singularidad aquí entendemos un sujeto social cuya diferencia no puede ser reducida a la mismidad, una diferencia que permanece diferente. Las partes componentes del pueblo son indiferentes en su unidad; ellas se tornan una identidad negando o dejando a un lado sus diferencias. Las singularidades plurales de la multitud se encuentran de esta manera en contraste con la indiferenciada unidad del pueblo. Multitud significa la pluralidad, contrapuesta a la unidad cohesionada del pueblo.
Una de las escuelas que ha tratado el concepto de multitud en la actualidad son los operaístas. Paolo Virno, Michael Hardt y Antonio Negri, conocidos como escritores operaístas y autonomistas, construyen el operaísmo sobre la afirmación de Marx de que el capitalismo reacciona a las luchas de la clase obrera: la clase obrera es activa y el capital reactivo. Así, el operaísmo toma esto como su axioma fundamental: las luchas de la clase obrera preceden y prefiguran las reestructuraciones sucesivas del capitalismo.
Lo que sustentan estos autores es que la soberanía ha tomado una nueva forma, constituida de órganos nacionales y transnacionales, unidos por una lógica única, pero sin un centro territorial definido, pues el imperio -que no debe confundirse con imperialismo- es caracterizado por la ausencia de fronteras, incluso está situado fuera de la historia; suspende la historia. La transición del imperialismo al imperio corresponde, en esta perspectiva, al paso de la modernidad a la postmodernidad, o del capitalismo al postcapitalismo.
Pero la multitud tiene un inspirador más específico: Spinoza. Para Spinoza, la multitud es la base, el fundamento de las libertades civiles. Para Virno la dicotomía clave en la comprensión de las características de la esfera pública contemporánea es la operada por el concepto de multitud, en contraposición al de pueblo. Sustenta Virno que los padres putativos de esos conceptos son, respectivamente, Spinoza y Hobbes. En ese sentido, multitud, en la noción spinoziana, indica una pluralidad que subsiste en el espacio público, a partir de la acción colectiva, pero sin disolverse en una unidad como el Estado, como representación del pueblo.
Para Virno, el pueblo sería la figura que una población adquiere cuando se subordina a la regla de los nacientes en ese estado-nación moderno. En oposición a esto estaría lo que Hobbes denomina multitud, como algo que se mantiene en la diversidad/pluralidad y la descentralización, que elude el Uno que la figura pueblo quiere imponer. Hobbes, mira de forma negativa la multitud, como un estado natural, caótico, antes de su organización como cuerpo político y anterior al Estado, pero que puede resurgir en momentos de tumulto social. Según Hobbes, la multitud se opone a la obediencia y a pactos duraderos. Para Hobbes la diferencia entre multitud y pueblo es la obediencia.
Para Negri, Maquiavelo no es el teórico del Estado absolutista moderno, sino el pensador de la ausencia de todas las condiciones para un principio y una democracia, vacío que hace surgir el deseo de un programa democrático, de un poder constituyente abierto y no ávido para cerrar en una Constitución. En Spinoza subversivo, Negri sustenta que el Tratado Político de Spinoza funda teóricamente la democracia moderna en Europa, sin embargo hay que reconocer que no se suelen atribuir a él los orígenes del pensamiento democrático moderno. Según Negri, la democracia spinozista, y específicamente la idea de multitud, es la que de hecho se distingue de la democracia de la antigüedad greco-romana, donde la libertad era solo un atributo de los ciudadanos de la polis. La democracia de la multitud, al contrario, abarca toda la universalidad humana e incluso, cuestiona la idea contractualista de Rosseau. Para Spinoza, la multitud es el sujeto político por excelencia. Para Hobbes, los ciudadanos, en tanto se rebelan ante el Estado, son la multitud contra el pueblo.
Bajo los dos ejes de pensamiento político que han sustentado la idea del estado centralizado como sujeto político -pensamiento liberal y pensamiento socialdemócrata- la multitud ha sobrevivido domesticada mediante el recurso de los pares público-privado en el primero y colectivo-individual en el segundo.
La multitud contemporánea no está compuesta ni por ciudadanos ni por productores, términos que han prevalecido hasta ahora. Ocupa una región intermedia entre lo individual y lo colectivo y no hay distinción entre lo público y lo privado. Debe efectivamente su reaparición a la disolución de estas duplas durante tanto tiempo tenidas como obvias. La multitud no se contrapone al Uno, sino que lo redetermina. Incluso los muchos necesitan una forma de unidad, un Uno, pero esta unidad ya no es representada por el Estado, sino por el lenguaje, el intelecto, las facultades comunes del género humano, o simplemente, por las ya mencionadas singularidades. Como ejemplo podríamos citar los denominados hoy "colectivos, organizaciones, plataformas, comunidades, asociaciones, agrupaciones, etc." como contrapoder al Estado, que trascienden sus fronteras en sus singularidades, modificando con frecuencia sus agendas locales, como algunos colectivos de determinadas profesiones o gremios, de determinadas producciones, de determinadas características sociales, de determinadas etnias, de patologías o discapacidades, de formas alternativas de alimentación, de respeto hacia el medio ambiente, de rechazo a la violencia, de orientaciones sexuales distintas, de soporte a migrantes o refugiados de guerra, etc. Por tanto, podemos finalizar que la multitud se trata de una reinterpretación de la relación Uno/Muchos donde los muchos deben ser pensados como la individualización de lo universal, de lo genérico, de lo común compartido.
Tras algunas décadas en las cuales la figura de Estado y toda su simbología ha perdido notable y continua vigencia, ya que muchos de los parámetros que motivaron su nacimiento también han dejando de tenerla, asistimos a nuevas y complejas problemáticas que sobrepasan la jurisdicción estatal, como las crisis financieras, la esquilmación de recursos naturales, la polución, la contaminación de los mares, las pandemias, la migración de personas, el cambio climático, etc. Situaciones que, con las prestaciones regionales de los estados, condicionan un abordaje improductivo. Un claro ejemplo lo tenemos en las cumbres sobre el cambio climático, que en sucesivos intentos, han resultado incompetentes para aportar verdaderas soluciones al problema de la emisión de gases contaminantes o de efecto invernadero, los intereses parciales de los estados, especialmente de los que tienen mayor responsabilidad en las emisiones, han hecho imposible el consenso y prevalecen sobre los intereses comunes.
Organismos transnacionales como la OMS o la ONU han sido frecuentemente cuestionados por su sensibilidad a la influencia de ciertos países con mayor capacidad económica y militar, podemos citar el tan poco democrático derecho de veto de cinco estados en la ONU o la cuestionada transparencia de la OMS durante el origen del brote pandémico del coronavirus en China, por mencionar alguno. Las mismas soluciones transnacionales que se han propuesto como alternativa a la hegemonía del estado-nación en la geopolítica mundial, terminan siendo arrastradas bajo la influencia de las naciones más poderosas, que utilizan una situación estratégica de preponderancia para la continuidad de sus privilegios. Por consiguiente, en cuanto a la multitud, nos encontramos en una encrucijada compleja, por su falta absoluta de codificación y la ausencia de un vocabulario conceptual apropiado mantenido desde hace tiempo. En contraposición al claro establecimiento y estructuración del organigrama político fundamentado en la nación.
En lo que parece una sacudida reaccionaria por recuperar notoriedad, podemos observar cómo se vuelven a traer a colación toda una serie de términos que persiguen una reactivación del concepto de pueblo de nuevo; el nacionalismo, la bandera, la lengua, la monarquía y la religión, las fuerzas militares, ciertas tradiciones, etc. Vuelven a ofrecerse en un paquete único, uniformado e impermeable, que compone una unidad identitaria de la que el concepto de pueblo se apropia, y que utiliza continuamente de modo excluyente en su discurso patriótico. Quien no comulga con este decálogo es un enemigo de la nación y atenta contra ella, no existe más alternativa que estar con o contra la patria, que queda identificada en su propia terminología. El concepto pueblo se muestra reacio a la asimilación de pluralidad. Cualquiera que se encuentra fuera de estos parámetros queda automáticamente etiquetado de forma perniciosa. Hoy día lo vemos por activa y por pasiva en las redes sociales y los medios de comunicación.
Como contrapartida, es necesario también mencionar la interesada apropiación y utilización de estas renacidas formas de contrapoder de la multitud por algunos subsidiarios del organigrama actual del Estado, ciertos partidos políticos, que tratan de subyugar y acomodar estos movimientos bajo su relato ideológico, alimentándose de su capacidad y potencia, convirtiendo de forma análoga al nacionalismo, la identificación con la pluralidad, en este caso, en un arma excluyente y arrojadiza.
Estamos pues, frente a un problema complejo que se extiende a cualquier esfera de la existencia humana, que la redefine y la condiciona. La mediatización de la acción política de la población sigue en manos del Estado y secuestrada por los partidos políticos, los organismos transnacionales creados se antojan inoperativos, incapacitados y condicionados estructuralmente por las naciones. La llamada globalización del planeta se ha caracterizado por su escala a distintas velocidades en según qué ámbitos; acelerada para el comercio, la explotación de recursos o la circulación de capitales, pero morosa para la equiparación de unas mínimas y dignas condiciones de vida, que no llegan en muchos casos a respetar los derechos fundamentales de ser humano. La nación ejerce inexorablemente su poder en la parcialización de los problemas y la aceptación de grandes diferencias con pasmosa naturalidad, extiende sus límites geográficos a la falta de universalización en numerosos conceptos, que ya deberían ser compartidos por toda o gran parte de la humanidad. Sin embargo seguimos desorientados en una desmesurada Torre de Babel de proporciones planetarias.
Nos encontramos probablemente, ante uno de los momentos con mayor trascendencia en la historia del ser humano, tanto por la envergadura y complejidad de los problemas a los que se enfrenta, como por la magnitud de las transformaciones que debe afrontar para abordarlos con una adecuada solvencia. Es probablemente este momento, el que provoca que se retomen antiguos conflictos que moldearon nuestro mundo tal como lo conocemos, como es el caso de la contraposición entre los conceptos de pueblo y multitud.
Puede leer aquí anteriores entregas de Jorge Galán:
- 03/06/20 Repúblicavirus 7.0 -Parasitismo partitocrático y otras endemias-
- 14/05/20 Repúblicavirus 6.0 -Distanciamiento social ¿oxímoron y/o eufemismo?-
- 06/05/20 Repúblicavirus 5.0 -Recuento en el descuento-
- 22/04/20 Repúblicavirus 4.0 -Crónica de dos engaños masivos-
- 08/04/20 Repúblicavirus 3.0 -Sanitarios ¿kamikaces o fungibles?-
- 25/03/20 Repúblicavirus 2.0. -Si no hay mascarillas será porque no hacen falta-
- 17/03/20 Repúblicavirus 1.0
- 11/03/20 La senda del borrego
- 19/02/20 La prisión de Narciso
- 05/02/20 Perpetuar la desazón
- 27/01/20 Dar desazón por descanso II
- 22/01/20 Dar desazón por descanso
- 08/01/20 ¿Bailar pegados es bailar?