“Se ha hecho tanta política populista e interesada con la pandemia que se ha transformado en un problema aún mayor que el sanitario”
OPINIÓN. El ademán espetao. Por Jorge Galán
Artista visual y enfermero28/10/20. Opinión. El artista visual Jorge Galán escribe en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la política populista durante la pandemia: “A estas alturas, tan decepcionante ha resultado la gestión como la crítica destructiva y la nula colaboración de la oposición, que ha planteado la pandemia como un ariete de demolición del Gobierno. Curiosamente, nuestro máximo en contagios pasó absolutamente...
...desapercibido gracias a la moción de censura planteada por Vox. Enésimo conflicto político desde que llegó el coronavirus”.
Circo pandémico
Continuamos sumergidos en la segunda ola de esta pandemia, que cada día golpea con mayor contundencia nuestras vidas, el 22 de octubre batimos nuestro propio récord de contagios desde marzo, con casi 21.000 en sólo 24 horas. En medio de esta situación cada día más grave, y ya sobrepasadas las más de 200 muertes diarias, seguimos contemplando el bochornoso circo pandémico indolente a la situación, lejos de preocuparse por los problemas de los ciudadanos y enfrascado casi exclusivamente en la lucha por sus cuotas de poder.
La implantación tanto de medidas de prevención contundentes como del estado de alarma se ha convertido en una patata caliente que se asume a regañadientes, por evitar los costes políticos. Ahora son varias las comunidades autónomas las que han solicitado dicho estado para dar cobertura legal a ciertas medidas. Igual que la primera vez, parece que llega con bastante retraso. Seguimos a remolque de la propagación del virus.
Desde este domingo se ha decretado nuevamente el estado de alarma, esta vez en modo disperso y prolongado por seis meses, nada menos. Se ha hecho tanta política populista e interesada con la pandemia que se ha transformado en un problema aún mayor que el sanitario. Según quién lo valore, el nuevo estado de alarma podrá ser definido desde la 2ª Dictadura Socialcomunista en un sólo año, hasta una medida constitucional e imprescindible para doblegar la curva y velar por la salud de los ciudadanos.
Una de las cuestiones que más controversia está generando es la restricción de la movilidad nocturna, eufemismo del toque de queda, que ahora sí encajaría en la restricción o limitación de derechos fundamentales como la movilidad. No así en marzo, que se impuso una suspensión, algo que recoje el estado de excepción, no el de alarma. Sus resultados podrán comprobarse con el tiempo, pero si no va acompañado de otras medidas que nos permitan anticiparnos a los contagios, como reforzar la atención primaria -colapsada desde verano-, mayor número de sanitarios, infraestructuras, rastreadores y pruebas de detección masivas es posible que la eficacia sea mínima.
Como siempre, la ciudadanía cumplirá en su mayor parte el compromiso de adaptarse a las nuevas medidas restrictivas, y como siempre, nos quedará la incógnita de que la administración cumpla con su parte, responda adecuadamente y no se quede en el mero dictado de restricciones.
A estas alturas, tan decepcionante ha resultado la gestión como la crítica destructiva y la nula colaboración de la oposición, que ha planteado la pandemia como un ariete de demolición del Gobierno. Curiosamente, nuestro máximo en contagios pasó absolutamente desapercibido gracias a la moción de censura planteada por Vox. Enésimo conflicto político desde que llegó el coronavirus. Fue otro fiel reflejo de la guerra sin cuartel que lleva desatada desde el inicio de la pandemia, políticamente hablando, en la que prácticamente todos han tomado partido de una u otra manera. Parece que no les mueve el más mínimo esfuerzo constructivo, sino la destrucción, la manipulación y la búsqueda de lo que les separa.
Una cara de nuestros políticos que nos muestra la incompetencia central y autonómica, la ineptitud de gobierno y oposición, la falta de previsión, los criterios continuamente cambiantes, la deficiente gestión de la salud pública, la inoperancia de una atención primaria bajo mínimos que no se refuerza, la mínima coordinación entre niveles, la disparidad de criterios entre autonomías, lo absurdo de la imposición de numerosas medidas preventivas, etc, etc. Enfrascados en la perpetuación y utilización de estos problemas como arma arrojadiza en su particular contienda y huyendo del más mínimo consenso para solventarlas -cuando se vuelve más imprescindible que nunca-, provocan tal desconcierto entre medidas, restricciones, recomendaciones, imposiciones, toques de queda, cierres, horarios y localidades, que ya no queda nadie que tenga claro qué demonios hay que hacer en su población para no equivocarse, para que encima luego vengan a echarles la culpa de los contagios.
El 21 y 22 de octubre tuvimos un nuevo episodio de todo este despropósito, precisamente promovido por la formación que ha criticado la acción de gobierno con mayor vehemencia. La moción de censura con menor apoyo de la historia -el de sus diputados- (52 síes y 298 noes) sólo sirvió para provocar otro nuevo conflicto, esta vez entre derechas. Es probable que la vendimia de votantes del PP fuese el verdadero propósito, mediante la obligada toma de posición al respecto de la moción, ya que la sustitución del Gobierno estaba a priori descartada por simple cálculo. Circunstancia que demuestra que aún siendo Vox el abanderado de la más feroz crítica al Gobierno, cae en el mismo error de todos antes referido; el interés partidista puesto por encima del colectivo.
En la e-moción del teatro quedó manifiesta la ausencia de alternativas serias y coherentes frente a la pandemia. El debate quedó enmarcado bajo el reproche, el insulto y el escarnio, pero lejos de las propuestas y las soluciones y a años luz del más mínimo acuerdo. Un argumentario de agravios que rozó el surrealismo cuando se hilvanaron asuntos como Soros, la conspiración china, Stalin, Hitler, la Guerra Civil, el virus chino, Unamuno, Groucho Marx y la Unión Europea.
Mediante la apropiación de una idea de país, quedan excluídas las formaciones que no la comparten, unas por comunistas, otras por socialistas, otras por independentistas, otras por terroristas, otras por autonomistas, otras por foralistas, otras por cobardes y otras por no compartir el tono grotesco de hacer oposición. Éste parece ser el verdadero hándicap de un grupo que pretende ilegalizar varios partidos de la cámara y que no es capaz de considerar las posturas ajenas como legítimas, adjudicando de forma automática la ignominia a todo aquel que no comparta sus premisas, ignominia que en la moción le vino devuelta por todos. Al final resulta que cuando el foco se vuelve hacia tí (en lugar de hacia el Gobierno) te quedas más solo que Tom Hanks cuando perdió a Wilson en Náufrago.
Las diferentes participaciones en la moción de censura lo constataron con dureza; la intervención de menos de un minuto de Aitor Esteban (PNV) donde calificó la moción de patochada, la de Ana Oramas (CC), la de Inés Arrimadas (C´s), la de Pablo Casado (PP) o la de Carlos Gª Adanero (UPN) sirvieron para poner a los ultraderechistas los pies en el suelo, manifestando que Vox no representa una alternativa de gobierno en esos términos, en unos casos, y señalando la falta de propuestas en otros. Ésto desde la derecha, desde la izquierda el rapapolvo fué aún peor y en ciertos casos también sobrado de exabruptos, como la intervención de Gabriel Rufián.
Solo el tiempo dirá si esta maniobra dará o no sus frutos: el aumento de representación de Vox en el parlamento a costa del PP. De momento, lo que ha quedado claro es que bajo su discurso de máximos debido a su fulgurante ascenso representativo en apenas año y medio, se esconde un enorme déficit de visión democrática y parlamentarista, al tiempo que una inexperiencia tan mayúscula como lo acalorado de su tono.
Otro capítulo más de esta eterna política de mercadillo ambulante, donde los que estaban se muestran incapaces de solucionar problemas y los que llegaron se empeñan en crispar y dividir mediante su teatro del disparate retroalimentado y el reproche interminable. A veces uno siente aflicción de que no hayan mociones de censura de los ciudadanos a sus representantes, y se vayan a formar un colosal montón de excrementos donde no llegue el olor fétido de tanta putrefacción.
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