Los ciudadanos necesitan medios de referencia a los que acudir para obtener información veraz. Una iniciativa prometedora ha sido la aparición de agencias independientes para la verificación de noticias, también conocidas como fact-checkers

OPINIÓN. El ademán espetao. Por 
Jorge Galán
Artista visual y enfermero

23/12/20. 
Opinión. El artista visual Jorge Galán escribe en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com su tercer artículo sobre la manipulación en redes sociales: “Existe un estándar internacional marcado por la International Fact Checking Network, organismo independiente con sede en Florida (EE UU), que selecciona, certifica y supervisa el trabajo de más de 85 entidades verificadoras en todo el mundo...

...en 47 países, mediante un código de principios al que deben adherirse las agencias que deseen formar parte de esta red de verificadores. En España solamente tres agencias de este tipo poseen este estándar internacional, son Maldita.es, EFE Verifica y Newtral”.

Manipulación en redes: Fact checking

Desde la llegada de la actual pandemia hemos sido testigos de un aumento significativo de desinformaciones, relacionadas con la pandemia y especialmente de índole política. Por más que las instituciones y medios de comunicación rigurosos se afanan en la labor de dar información fiable, la avalancha de rumores e informaciones falsas ha sido exponencial desde entonces.

La propia OMS ha realizado una recopilación de falsedades difundidas sobre la Covid-19, aspecto conocido como infodemia (desinformaciones relacionadas con la pandemia). Entre algunas de ellas la propagación del virus a grandes distancias por el aire, la propagación por picaduras de mosquito u otros animales, que la orina infantil o la cocaína no protegen frente al coronavirus, que el frío, la nieve o los secadores de mano no lo matan, etc, etc.

Circunstancias que, tal vez ahora nos parezcan ridículas, pero analizadas en el tiempo en que aparecieron -al principio de la pandemia- generaron inseguridad y provocaron considerables inquietudes. También es cierto que la propia OMS ha incurrido en numerosas contradicciones y flaquezas en la gestión de la pandemia, especialmente en sus inicios, en lo que se refiere a la transparencia, transmisión, cifras de afectados, medidas efectivas, etc. Por tanto, en cierta medida, su falta de rigor también ha contribuído y ha dejado libre ese espacio especulativo que ha propiciado tanta desinformación.


La forma más efectiva para luchar contra la desinformación consiste en disponer de una sociedad con pensamiento crítico hacia las noticias falsas. Sin embargo, los ciudadanos necesitan medios de referencia a los que acudir para obtener información veraz. Una iniciativa prometedora ha sido la aparición de agencias independientes para la verificación de noticias, también conocidas como fact-checkers.

Si bien esta labor existe desde el inicio del periodismo, en particular en el periodismo de investigación, desde la primera década del siglo XXI emergieron medios que se dedican exclusivamente a la verificación de noticias, sobre todo en Internet.

El modelo actual de comunicación de muchos a muchos, en el cual los usuarios también producen y comparten contenidos, es un factor que profundiza el problema de la desinformación y las fake news. De esta manera, el periodismo de verificación de hechos es un aporte en la alfabetización mediática de los usuarios y de los periodistas, al permitirles evidenciar un método sencillo y replicable para verificar la información publicada en los medios de comunicación y en las redes sociales, como paso previo a la acción de compartirla.

Existe un estándar internacional marcado por la International Fact Checking Network, organismo independiente con sede en Florida (EE UU), que selecciona, certifica y supervisa el trabajo de más de 85 entidades verificadoras en todo el mundo en 47 países, mediante un código de principios al que deben adherirse las agencias que deseen formar parte de esta red de verificadores. En España solamente tres agencias de este tipo poseen este estándar internacional, son Maldita.es, EFE Verifica y Newtral.


Con el objetivo de distinguir a las agencias fiables de las agencias creadas por los partidos políticos y sus aliados, la IFCN redactó un código de principios en septiembre de 2016. Las agencias de verificación que se quieran adherir a la IFCN deben cumplir más de 30 criterios que son evaluados por un equipo de expertos independientes, cuyas conclusiones son revisadas por su Consejo Asesor con el objetivo de garantizar la neutralidad y la coherencia. A pesar de ser relativamente nuevo, la adhesión a la IFCN y su código de principios se ha convertido en un sello de calidad para las agencias de verificación. Prueba de ello es que plataformas como Facebook y Google exigen su firma antes de poder trabajar con ellos como verificadores.

El buscador de Google ofrece una herramienta llamada Google FactCheck basada en las informaciones proporcionadas por las organizaciones miembros de la IFCN. También la plataforma Facebook (y Whatsapp) utiliza las informaciones de las agencias de la IFCN para marcar determinadas informaciones como falsas.

Además de estas agencias, existen otro tipo de herramientas para detectar bulos y desinformaciones, como la búsqueda inversa de imágenes de Google, Serelay, TinEye o Fotoforensics, extensiones para navegadores como Fake News Detector, InVID o Newscracker, detectores de bots como Botometer, etc.

En este sentido, conviene también atender al trabajo de expertos en el análisis de redes, como David Álvarez, Marcelino Madrigal, Mariluz Congosto, Julián Macías Tovar, David Romero, María Lázaro o Marta Peirano. Su trabajo se encuentra más enfocado en la investigación de la propagación orquestada de estas desinformaciones. Han publicado y publican los resultados de muchas de sus investigaciones y se dedicará un artículo específico para profundizar en las mafias que propagan los bulos.


La Unión Europea ha lanzado diversos proyectos de verificación de informaciones relativas a las Instituciones Europeas o relacionados con algún evento en particular. Entre otras, Factcheck.eu, Les Decodeurs de L’Europe, así como la creada para proporcionar informaciones veraces sobre la COVID-19. Según la propia definición de la UE de desinformación, responsabiliza a ésta de socavar la confianza de los ciudadanos en las instituciones y los medios, e incluso desestabilizar los procesos democráticos como las elecciones.

La utilidad de este tipo de agencias a la hora de luchar contra la desinformación es evidente, pero la condición más importante que deben cumplir es ser percibidas como neutrales políticamente por toda la sociedad. En el momento que hay dudas sobre su neutralidad, su efectividad decrece muy significativamente, ya que solo serán consideradas creíbles por una parte de la sociedad, mientras que habrá otra parte que les pueda llegar a considerar incluso partícipes de la desinformación.

Resulta obvio que, para los aparatos mediáticos y propagandísticos de algunas ideologías, que pretenden aprovechar este sucedáneo uso de la información, los fact-checkers son muy molestos, e incluso indeseables, ya que desmontan toda un estrategia fundamentada en la mentira y la manipulación. Por eso es muy común que reciban continuos ataques con el fin de promover su desprestigio:

«Las agencias de verificación en España se han convertido en una diana», señala en su página web la IFCN, «La situación en España es extrema, pero no única. Como ocurre en Brasil, Filipinas, Hungría y Estados Unidos, elementos de extrema derecha sospechan mucho de los medios en general y de los fact-checkers en particular, y les acusan de lo que ellos ven como una censura», expone la IFCN.


«Lo que sucede en España hoy con los fact-checkers es lo mismo que nos pasó a las tres mujeres que trabajábamos en la Agencia Lupa en Brasil. Solo que entonces los ataques venían, al mismo tiempo, de los dos lados». Es el testimonio en primera persona de Cristina Tardáguila. Es actualmente directora asociada de la IFCN. En 2018, Tardáguila lideraba la mencionada Agencia Lupa, una de las tres entidades verificadoras contratadas por Facebook para la cita electoral brasileña. «La izquierda decía que trabajábamos para los banqueros y la derecha que yo era comunista». «Publicaron supuestas investigaciones muy sesudas e incluso crearon un dossier de más de 300 páginas, con todas nuestras verificaciones de tres años, con el que intentaban demostrar nuestro sesgo ideológico, y organigramas, vinculándonos a políticos, con frases groseras…».

Aunque habitualmente las plataformas sociales recojan las falsedades de otros medios y sean utilizadas como instrumento de propagación, recordemos que nos encontramos bajo el marco de la manipulación en redes, que no es sino una parte del problema general del abuso de la mentira en nuestros tiempos. Es sólo el reflejo de una cuestión mucho mayor, como es la institucionalización de la mentira en la política, en la propia acción de gobierno y de oposición, en cierta prensa ideologizada y como no, en la propia sociedad.

Entenderemos entonces que es evidente y necesario velar por el derecho a la información veraz y diversa por parte de la ciudadanía. En el Procedimiento de Actuación contra la Desinformación aprobado por el Consejo de Seguridad Nacional (BOE de la Orden PCM/1030/2020, de 30 de octubre) se ha comenzado a legislar ciertas medidas en esta línea en nuestro país, pero ¿es esto suficiente?¿No es también necesario velar por el derecho a la veracidad en relación a lo que dicen los representantes de la propia ciudadanía?

Es previsible que en un futuro inmediato, las agencias de verificación empezarán a jugar un papel muy importante en la lucha contra la desinformación en Internet y en redes sociales, fundamentalmente por su creciente colaboración con las grandes plataformas de contenidos. La capacidad de decidir lo que se considera «la verdad» les otorgará un gran poder que podría convertirse en determinante a la hora de formar la opinión de la población sobre un tema concreto o decidir el sentido de su voto. En este caso, podríamos decir que un gran poder debería conllevar una gran neutralidad y responsabilidad. Si ésto efectivamente ocurre, ¿qué grado de independencia serán capaces de soportar frente a la injerencia de grandes grupos de comunicación, poderes económicos, políticos, financieros, etc, etc?


Quizás la llegada de las agencias de verificación ha abierto una puerta intermedia sobre un problema que se extiende de forma vertical en ambos sentidos y que incumbe a más sectores, además de la prensa o las plataformas. ¿Sería la clase política capaz de legislar sus propios fact-checkers? ¿Ha dejado la prensa tradicional de ejercer su control al poder político en este sentido? ¿Qué autoridad moral ostentan los políticos para exigir la verificación de informaciones a otros, cuando ni siquiera ellos presentan, en muchísimas ocasiones, una mínima fidelidad a la verdad en sus propias declaraciones o en sus programas electorales?

A estas alturas, es difícil encontrar algún político que no se haya servido alguna vez del falseamiento de la verdad. Hemos comprobado en incontables ocasiones, y bajo el ejemplo de cualquier ideología, cómo los discursos se transforman en un mar de eufemismos bajo el peso de sus propias responsabilidades. ¿Por qué no se verifican los programas de gobierno? Seguramente sería la mejor herramienta en la lucha contra la desinformación, un fact-check de objetivos programáticos conseguidos al final -o a medio camino- de una legislatura. Con seguridad seríamos testigos de programas políticos mucho más racionales, moderados y alcanzables, al mismo tiempo exentos de tanta paja ideológica.

Los verificadores de noticias recogen en sus páginas apartados especiales para este tipo de desinformaciones que provienen del propio discurso político, como Maldita Hemeroteca en Maldita.es, Verificación Política en EFE Verifica y Fact-checks en Newtral. No son pocas las declaraciones de políticos de cualquier partido que falsean la realidad, encubren datos y utilizan las mismas herramientas de manipulación mediática que son comunes en las desinformaciones de las redes, incluso haciendo uso de la mentira más despiadada y carente de principios. Cualquier lector puede echar un vistazo a los cientos de declaraciones falsas, verdades a medias y colosales mentiras que registran estas tres secciones de política de los verificadores. Podemos verificar que se trata de un problema ampliamente instaurado en el discurso político, ideológico e incluso social, y que desgraciadamente, no sólo es evidente en los medios de masas, redes sociales o en prensa.

Es posible que esta legislación responda más bien a cuestiones coyunturales, que importan ahora por el devenir que han tenido los acontecimientos relacionados con la pandemia. Pero la falsedad, la mentira, la ambigüedad, la desinformación y la manipulación forman ya parte de nuestra estructura de sociedad en tal grado, que de momento, es difícil imaginar un verificador suficientemente eficiente e independiente para revertir esta situación creada por décadas y tan exacerbada en la actualidad.


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