Me cuesta imaginar -ilustrando el asunto con una analogía al nivel de la frase- a Sánchez haciendo declaraciones sobre el control del juego, del alcohol o del tabaco o de todos a la vez

OPINIÓN. El ademán espetao. Por 
Jorge Galán
Artista visual y enfermero

16/07/21. 
Opinión. El artista visual Jorge Galán escribe en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la recomendación de comer menos carne: “La última polémica masmediática sobre Garzón, suscitada por su vídeo colgado en tuiter sobre el consumo de carne ha terminado siendo otro ejemplo más de la mediocridad que inunda la política en este país. Merece la pena detenerse a analizar lo que...

...da de sí (o no) este esperpéntico teatro tragicómico de la opinión, que impunemente han establecido algunos granujas”.

#Yocomoministro

La última polémica masmediática sobre Garzón, suscitada por su vídeo colgado en tuiter sobre el consumo de carne ha terminado siendo otro ejemplo más de la mediocridad que inunda la política en este país. Merece la pena detenerse a analizar lo que da de sí (o no) este esperpéntico teatro tragicómico de la opinión, que impunemente han establecido algunos granujas.


En principio, nada en las declaraciones de este vídeo contradice las recomendaciones de la ciencia y la medicina sobre el consumo de carne y su efecto en la salud y el cambio climático. En el perfil sanitario, a través del Informe sobre el Estado de Salud en España, se indican como principales causas de muerte las cardiopatías isquémicas y los accidentes cerebrovasculares. No hay que ser ningún Gregorio Marañón para saber que la alimentación tiene una estrecha relación con la aparición de estas patologías, y el consumo excesivo de carne además, con la diabetes y el cáncer. Puedo traer aquí sin mucho esfuerzo un copia y pega de programas sobre alimentación saludable, en concreto de la Junta de Andalucía, para no irnos muy lejos:

En este contexto, nuestros hijos, hijas y toda la familia, incorporamos nuevas fórmulas de relacionarnos con la alimentación, donde las comidas rápidas y los precocinados, los alimentos hipercalóricos, y el exceso de consumo de carnes rojas van en detrimento de la tradicional dieta rica en cereales, legumbres, frutas y verduras. SIC.

La dieta mediterránea no es una alusión antropológica ni un gentilicio, no se llama así porque la haga usted -de Cartagena- o yo -de Málaga-, sino porque se compone de los productos propios de la región mediterránea. Por ser rica en verduras, legumbres, fruta y cereales. También permite la carne, sí, pero en unas cantidades mucho menores de las que ingerimos de media hoy día. En los últimos años otros modelos de alimentación han desplazado a la tradicional dieta mediterránea, especialmente el modelo norteamericano, con predominio de carnes rojas, grasas saturadas, alimentos precocinados y comida rápida. Afirmar que hoy seguimos una dieta mediterránea es una falacia.


También la estrategia España 2050 -presentada en mayo por el propio Sánchez- recoge la necesidad de reducir el consumo de carne para mitigar los impactos de la crisis climática. El modelo de ganadería intensiva, que predomina en el mundo, ha sido hace bastante tiempo cuestionado por la contaminación que produce en el aire (responsable del 14,5% de emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo), en las aguas fluviales por los purines y también biológica, por el uso abusivo de piensos compuestos, antibióticos y hormonas para el crecimiento, que al final de la cadena ingerimos nosotros. A algunos les causa asombro que un niño diga que la leche viene del tetra-brick, pero les cuesta comprender que un expositor no aparece lleno de bandejas de filetes en un supermercado de forma espontánea.

¿Qué ha suscitado entonces toda esta polémica? ¿A qué viene todo ésto si la recomendación del Ministro de Consumo tiene un aval científico ciertamente demostrado?

Me apetece traer un viejo chiste de médicos que ilustra muy bien todo ésto:

- Doctor, doctor...¿qué es lo mejor que puedo hacer para mejorar mi salud?
- Dejar el alcohol, dejar el tabaco y dejar la comida rápida.
- Ya...¿y lo segundo mejor?

Si algo es achacable a las declaraciones de Garzón es la inoportunidad. La inoportunidad de realizarlas en un momento desafortunado, de agotamiento pandémico y con asuntos más flagrantes sin solventar, como la factura de la luz. La inoportunidad de abrir un frente nuevo de desgaste para el Gobierno. Y sobre todo, la inoportunidad de conjugar una solución que se repite con demasiada frecuencia en muchos contratiempos; trasladar a la gente de a pié la reparación de problemas que no provoca, o que conscientemente no asume como propios, como sucede con la polución, la contaminación, los plásticos, el clima, etc.

No es una cuestión de sectores, sino de modos de producción. La ecuación, tristemente, es sencilla; para cambiar el modelo intensivo y mitigar sus consecuencias es necesario moderar el consumo, porque el modelo extensivo no produce tanto. Es una certeza matemática.


Si desciende la producción sin el descenso del consumo, la carne se convertiría en un producto de lujo. Es una circunstancia que se repite en otros muchos problemas en la actualidad. El exceso productivo termina abocando en un exceso de consumo, y el consumo se ha convertido en el eje sobre el que pivota toda nuestra economía de mercado. El aumento del consumo a su vez revierte en un mayor esfuerzo productivo. Una pescadilla que se muerde la cola. El consumo se ha convertido en un mantra. Hablar de moderación o austeridad es un atentado al sistema, un tabú neoliberal, una herejía que sólo quien quiera arder en la pira se atreve a nombrar, como le ha sucedido a Garzón. La vuelta atrás en este exceso de consumo conlleva una renuncia traumática y difícil de aceptar, la solución se elude, como en el chiste.

Las recomendaciones no son prohibiciones ni atentados a las libertades. Resulta patético comprobar cómo se hace un verdadero revoltijo por parte de representantes políticos de responsabilidad. Me cuesta imaginar -ilustrando el asunto con una analogía al nivel de la frase- a Sánchez haciendo declaraciones sobre el control del juego, del alcohol o del tabaco o de todos a la vez: "A mí, donde me pongan una tragaperra, un cigarrito y una cervecita, éso es imbatible...".

Hasta qué punto de mediocridad estamos llegando en política para engullir sin pestañear declaraciones de este calibre, que cuestionan la responsabilidad administrativa en la salud de la sociedad con una indolencia pasmosa. Y nada menos que realizadas por el Presidente del Gobierno. Madre mía.

Que uno pueda comer toda la carne que quiera es una certeza, igual que el que quiera beberse 18 botellas de whisky. En ambos, el consumo moderado es positivo, pero no el exceso. La media de consumo de carne roja que mantenemos es perjudicial para la salud primero, para el medio ambiente después. Que se trasladen estudios de salud y evidencias científicas a recomendaciones en la alimentación es un ejercicio de responsabilidad. Que se confunda el exceso con lo esporádico, con el consumo moderado o con la libertad es propio de adolescentes, pero no de Presidentes de Gobierno, líderes de oposición, ministros o simplemente cargos administrativos.

Abrió la veda de la "barbacoa de Garzón" el propio Sánchez, tras la oposición, y le siguió medio PSOE, el #Yocomocarne se hizo Trending Topic y la oligofrenia se hizo colectiva. La política mediocre del cortoplacismo elude ya cualquier tipo de premisa que no rente de modo inmediato o que produzca cualquier reacción mediática negativa. Tuiter gobierna. El neoliberalismo también. Cada vez los programas políticos se parecen más a los televisivos, o a una teleserie que es fulminada tras un estreno de escasa audiencia, en un clara referencia al modelo de consumo del usar y tirar de tiempos actuales.

A menudo comprobamos en las urgencias éstas carencias contemporáneas en educación sanitaria, mezcladas con apologías posmodernas de las libertades y ese fatídico usar y tirar que llega hasta el propio físico, que produce que la gente se machaque el cuerpo con todo tipo de sustancias perjudiciales a sabiendas, pero luego no tarden ni un segundo en trasladar la responsabilidad de los resultados y los tratamientos a los sanitarios, eludiendo la máxima de que el mejor médico es uno mismo en lo que hace todos los días.

Puede leer aquí anteriores entregas de Jorge Galán