“La tecnología, en este caso, destierra el humanismo de los cerebros humanos. Ser incapaz de seguir las evoluciones, la armonía, el ritmo y la plasticidad de unos bailarines indica que el salto atrás de esos cerebros es de millones de años”
OPINIÓN. Sin conclusiones. Por Antonio Álvarez
El escritor es un traductor
28/10/21. Opinión. El catedrático de Filología Francesa en la Universidad de La Laguna (Tenerife), Antonio Álvarez, en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com escribe sobre una escena viendo al Ballet Nacional de España: “Se supone también que todos están embelesados, prendidos/prendados de la escena. Sin embargo, por más que un zapateado sobre las tablas haga vibrar...
...de emoción al respetable, el rabillo del ojo, que no descansa, se distrae con demasiados rostros iluminados no por la emoción que desprenden los bailarines, sino por el resplandor de los móviles encendidos”.
Cuaderno de apuntes: Ver y no ver
Teatro Real de Madrid, hace un par de semanas. Expectación por ver al Ballet Nacional de España y escuchar a la Orquesta Titular de ese teatro en el espectáculo que ha conmemorado el centenario del nacimiento de Antonio Ruiz Soler, o sea, de Antonio El Bailarín (¡Qué maravilla el hecho de que un artista pueda pasar a la historia solo con su nombre y profesión!). Entre otras, tres coreografías del propio Antonio que nos recuerdan la importancia capital que tuvo para conseguir que a la danza española le abrieran los mejores escenarios del mundo.
En principio, uno piensa que todos los asistentes al acontecimiento acuden por voluntad propia, pagan su entrada para deleitarse y alimentarse con la belleza corporal hecha ritmo y sentimiento. Se supone también que todos están embelesados, prendidos/prendados de la escena. Sin embargo, por más que un zapateado sobre las tablas haga vibrar de emoción al respetable, el rabillo del ojo, que no descansa, se distrae con demasiados rostros iluminados no por la emoción que desprenden los bailarines, sino por el resplandor de los móviles encendidos. Me viene entonces a la memoria la reflexión de Blanche Gardin, seria y filosófica humorista francesa: “¡Qué tristeza! Nos estamos convirtiendo en una sociedad de individuos en zapatillas mullidas”. Síntesis sociológica la suya, porque traduce lo que no es difícil olfatear en el actual ambioma que nos rodea (ACLARACIÓN: La suma de “ambiente” y de “genoma” ha dado como resultado el ambioma que, según los investigadores españoles Francisco Mora y Ana María Sanguinetti, es el conjunto de elementos no genéticos, cambiantes, que rodean al individuo y que junto con el genoma determinan el desarrollo del ser humano o la aparición de una enfermedad). En este caso, la de la incapacidad mental que significa no ser consciente de que nuestros acelerados avances tecnológicos no suponen una mejora paralela en el ser humano, salvo que retroevolucionar signifique ahora avanzar. La tecnología, en este caso, destierra el humanismo de los cerebros humanos. Ser incapaz de seguir las evoluciones, la armonía, el ritmo y la plasticidad de unos bailarines indica que el salto atrás de esos cerebros es de millones de años. Ver y no ver, esa es la cuestión.
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