“Equidistancia es estar a la misma distancia de dos puntos, lo que en sentido ético, por ejemplo, sería mantener la misma proximidad o lejanía respecto de los asesinos y de sus víctimas”
OPINIÓN. Tribuna Abierta. Por Ramón Triviño
Periodista
04/06/20. Opinión. El periodista Ramón Triviño escribe en esta colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre equidistancia, neutralidad e imparcialidad: “Muchos colegas no han tenido inconveniente en definirse como equidistantes ante la larga serie de conflictos políticos que, desgraciadamente, vive España en la actualidad, ignorando que equidistancia, neutralidad e imparcialidad, no son palabras sinónimas"...
La equidistancia o ser de derechas sin saberlo
Desde hace unos cuantos días se ha abierto en el seno de la profesión periodística un amplio debate sobre la equidistancia, adjetivo que la RAE define como una actitud que es equilibrada y no se inclina ante las partes de un conflicto.
Muchos colegas no han tenido inconveniente en definirse como equidistantes ante la larga serie de conflictos políticos que, desgraciadamente, vive España en la actualidad, ignorando que equidistancia, neutralidad e imparcialidad, no son palabras sinónimas.
Equidistancia es estar a la misma distancia de dos puntos, lo que en sentido ético, por ejemplo, sería mantener la misma proximidad o lejanía respecto de los asesinos y de sus víctimas.
Neutralidad significa no participar en un conflicto o no tomar partido a favor de ninguno de los contendientes. La neutralidad a veces es sensata y a veces indecente. En los conflictos sobre derechos fundamentales no se puede ser neutral. En cuestiones de este tipo todos debemos participar.
Citando al filósofo, José Antonio Marina, nada sospechoso de ser un pensador de la izquierda, imparcialidad es la virtud del juez justo, y conviene advertir que todos los ciudadanos debemos intentar ser jueces justos.
La imparcialidad implica no dejarse llevar de prejuicios, de intereses propios, de simpatías o antipatías, y evaluar las cosas con la mayor objetividad posible. En ocasiones, como en las discusiones abiertas en la actualidad sobre derechos y libertades, no se puede ser ni equidistante ni neutral.
Marina asegura que decir “yo no juzgo a nadie” es la sensiblera expresión de una falsa bondad. Estamos continuamente juzgando. Incluso una tolerancia mal entendida que se inhibe de las cosas, está juzgando también. Precisamente por ello, hay que empeñarse en juzgar imparcial, seria, honestamente, los comportamientos propios y ajenos.
Después de estas consideraciones, llego a la conclusión de que la equidistancia de la que presumen algunos compañeros de profesión, confundiendo esa posición con el necesario objetivo de actuar guiados por la inalcanzable virtud de la objetividad, se debe, ni más ni menos, a su origen de clase.
Son colegas de derechas, lo que no supone ningún desdoro, que tradicionalmente practican el deporte de nadar y guardar la ropa, nunca se mojan por nada ni por nadie ajeno a sus intereses personales y que además, quizá por su crianza católica, se han aficionado a pontificar en lugar de a opinar.
No hay que olvidar también que en estos tiempos de mudanza otros se han vendido al mejor postor y dedican toda su energía a poner en solfa cualquier acción del legítimo Gobierno de progreso del que disfrutamos.
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