“Le preguntó el motivo de la guerra. –Por todos los dioses –dijo el soldado– que no sé nada de ello. No es asunto mío; mi oficio consiste en matar o dejarme matar para ganarme la vida; es indiferente que lo haga a favor de los unos o de los otros”

OPINIÓN. Cuarta cultura
. Por Ramón Burgos
Periodista


16/10/23. Opinión. El periodista Ramón Burgos escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el libro ‘El mundo tal como va’, de Voltaire: “Propongo que la dignidad presida todas nuestras actuaciones. Que, para siempre, nos olvidemos de fachendear –“Hacer ostentación vanidosa o jactanciosa”–, de papelonear –“Ostentar vanamente autoridad o valimiento”–. Los tiempos que se anuncian, os lo...

...aseguro, no van a permitir, entre otros ribetes, mentiras piadosas”.

Faroleadas

El escita Babuc –vid. “El mundo tal como va”, 1748, Voltaire– tras recibir la visita de Ituriel, deidad “considerada como una de las de rango más elevado”, se puso en camino rumbo a Persépolis para cumplir con el encargo del genio: “Vete rápidamente a esa ciudad, examínalo todo; cuando vuelvas, me darás cuenta exacta de todo. Entonces decidiré, según sea tu informe, lo que he de hacer para enmendar la población, o bien destruiré la ciudad”.



Algunos días después de su partida, el enviado se encontró, en las llanuras de Senaar, con un soldado del ejército persa, “que iba a combatir contra el ejército indio (…) y le preguntó el motivo de la guerra. –Por todos los dioses –dijo el soldado– que no sé nada de ello. No es asunto mío; mi oficio consiste en matar o dejarme matar para ganarme la vida; es indiferente que lo haga a favor de los unos o de los otros. Podría muy bien ser que mañana me pasase al campo de los indios, pues me han dicho que dan más de media dracma de jornal a sus soldados...”.

Como comprenderéis os invito a seguir leyendo el resto de la historia –y, naturalmente, su final– en una de las innumerables ediciones de este libro de François-Marie Arouet, no sólo por no descubriros el cómo y el por qué del conjunto de datos que el protagonista, tras sus vivencias en la ciudad que mandara construir Dario I el Grande (521 a. C.) y que destruyera parcialmente Alejandro Magno (331 a. C.), elevó a la deidad, pues mi intención reflexiva, para propios y extraños, va más allá de descubrir la sorprendente conclusión de este o cualquier otro “cuento sociopolítico”: ahora, más que nunca, propongo que la dignidad presida todas nuestras actuaciones. Que, para siempre, nos olvidemos de fachendear –“Hacer ostentación vanidosa o jactanciosa”–, de papelonear –“Ostentar vanamente autoridad o valimiento”–. Los tiempos que se anuncian, os lo aseguro, no van a permitir, entre otros ribetes, mentiras piadosas.

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