“Este tipo de “noticias” me hacen pensar en otra pandemia que va ha azotar a la humanidad –o que ya nos mortifica desde hace muchos años–: la idiocia”
OPINIÓN. Cuarta cultura. Por Ramón Burgos
Periodista
02/12/24. Opinión. El periodista Ramón Burgos escribe en su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre los representantes políticos: “A estas personas también les resulta imposible cuidar a los demás... Y no penséis que me refiero a los enfermos, sino que mi reflexión va dirigida a los que, sanos de cuerpo y mente, han elegido el camino de la falacia, del fraude, del dolo o de la falsedad, ocultando sus...
...verdaderas intenciones en las debilidades de los demás o, lo que es peor aún, del sistema democrático que nos hemos otorgado”.
Idiocia
Tengo la sensación –y viene de mucho más atrás– que la necesidad de “hacerse notar”, sea cual sea la razón, comienza a ser un hecho repetitivo y que roza los límites de lo insospechado... Leo, por ejemplo, que “un instagramer (¿?) barcelonés asegura que es un pez: se coloca aletas en la cabeza para que la atmósfera resuene en su cabeza”.
Al respecto, os aseguro que no estoy poniendo en duda las ocurrencias de ningún genio o creador. Muy al contrario. El asunto es que este tipo de “noticias” me hacen pensar en otra pandemia que va ha azotar a la humanidad –o que ya nos mortifica desde hace muchos años–: la idiocia; es decir, el “Trastorno caracterizado por una deficiencia muy profunda de las facultades mentales, congénita o adquirida en las primeras edades de la vida” (RAE). Aunque, y es más, según otros autores, este desorden psíquico hace que al sujeto afectado “le resulta imposible aprender el lenguaje y establecer pautas de autocuidado” (cun.es).
Así, quizá por vez primera, me atreva a añadir algo a las antedichas sabias definiciones: a estas personas también les resulta imposible cuidar a los demás... Y no penséis que me refiero a los enfermos, sino que mi reflexión va dirigida a los que, sanos de cuerpo y mente, han elegido el camino de la falacia, del fraude, del dolo o de la falsedad, ocultando sus verdaderas intenciones en las debilidades de los demás o, lo que es peor aún, del sistema democrático que nos hemos otorgado.
Espero, y deseo, que hayamos aprendido la lección que nos han dado los pasados años, con sus sombras –demasiadas– y sus luces –que también las tuvieron–: la necesidad de anteponer y ejercer en nuestro diario vivir dos vocablos... Esperanza y Fidelidad, pues no sólo conllevan intenciones, sino que los hechos, derivados de las actitudes a ellas vinculadas, influyen decisivamente en todos los entornos posibles.
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