“El gobierno de los técnicos (tecnocracia) no garantiza mejores resultados que el de los políticos, mientras que estén bien asesorados y sean sagaces en sus decisiones”

OPINIÓN. 
Piscos y pegoletes
. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA


08/07/20. 
Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre políticos y técnicos: “El ámbito de lo político, aun siendo difuso y de compleja delimitación, debe de estar ocupado por personas capaces y dedicados a la gestión y toma de decisiones...

...de los problemas que aquejan a la sociedad. No vale, por lo tanto, mirar para otro lado y dejar esa función a técnicos que están a su servicio que tendrán opiniones más fundadas sobre determinados temas, pero no por ello han de ser las más acertadas”.

Zapatero a tus zapatos: técnicos, políticos y ciudadanos

Es evidente que las personas adoptamos, y hasta nos dotan, de diversos perfiles durante nuestra vida relacionados con los múltiples aspectos en que esta se desarrollan. Podemos ser negros o blancos, altos o bajos, malagueños o veracruzanos,... Pero también podemos identificarnos por otros muchos aspectos relacionados con nuestra formación (graduados o doctores), profesión (médicos o ingenieros), incluso por nuestras aficiones (madridistas o culés).


Es evidente que uno va cambiando de perfiles a lo largo de la vida. En los países democráticos, naces ciudadano y de un color y nacionalidad, pero luego puedes pasar a ser médico, empresario, padre, del Español o socialista, incluso puedes cambiar de un perfil a otro, de omnívoro a vegano, por ejemplo, aunque eso tenga algo de conversión pauliana.

Hay un perfil, el de político, cada vez peor valorado, pero parece que más rentable, que en cuyos aspectos más relevantes debe ser transitorio, al que se le exige desde la tribuna que sepa todo lo que concierne en su área de responsabilidad, incluso que sea experto en ella. Esto es, evidentemente absurdo, aparte de imposible dado lo complejos y extensos que son los campos de decisión actualmente. Un ministro de Sanidad no tiene porqué ser médico, ni un médico, por serlo, se convertirá en un buen ministro de Sanidad. Otra cosa es que hay áreas en que por su especificidad viene bien que los cargos políticos tengan conocimientos específicos sobre aquello que tienen que decidir, aunque eso no garantice su acierto. De hecho, para mí, el que de vez en cuanto coincidan los dos perfiles, político u técnico, lo que si puede garantizar es que en las políticas a aplicar se tengan más en cuenta las visiones a medio y largo plazo, no las cortoplacistas tan vinculadas a la política.

Sin embargo, en situaciones extremas como la que estamos viviendo, parece que en muchas ocasiones estos papeles se mutan, ya que se usan argumentos técnicos para tomar decisiones políticas y se especifican unas medidas de modo que aparecen como incontestables por su carácter "científico". Hay una cosa clara, que el político tiene que asesorarse de técnicos para la toma de decisiones, y eso es normal en un mundo tan complejo como el actual, y otra que se escude (por no decir esconda) tras de los documentos que elaboren esos técnicos, para tomar las decisiones que más le convienen o que menos puedan dañar su popularidad. De otro lado, tampoco la ciencia tiene en muchos casos respuestas para todo, incluso lo más corriente es que tenga varias respuestas para un mismo problema. El gobierno de los técnicos (tecnocracia) no garantiza mejores resultados que el de los políticos, mientras que estén bien asesorados y sean sagaces en sus decisiones.

Esto viene a cuento de los temas que hemos estado viviendo en los últimos meses con la pandemia del coronavirus y las repuestas públicas al mismo, que si consideramos países como Noruega, China, España, Brasil o Filipinas son bastante diversas. Y es que en el fondo obedecen a planteamientos políticos distintos.

No me gustaría a mí decidir qué hacer en un país con altas tasas de pobreza, el cincuenta por ciento de la economía sumergida, un sistema sanitario casi inexistente, sin una ciudadanía madura y responsable y sin medios para aplicarla, decidir un confinamiento "duro" como ha hecho España. Por eso qué hacer en él es y será siempre una decisión política.

Hace unos días en una entrevista publicada en el País a un filósofo alemán le preguntaban si sería bueno situar a un filósofo en un alto cargo político. El buen hombre se aterrorizó y dijo que en la vida se nos ocurriera eso, que sería un desastre. Pues algo parecido pasaría (o peor) con un técnico, y evito la palabra experto que me da repelús. El técnico tiene profundos conocimientos de una parcela de la vida, que modeliza y llena de certezas, las cuales siendo verdades para él, incluso para muchos como él, ni son universales ni tienen porque fijarse a rajatabla. Es el político, con la formación que tenga y bien asesorado, el que debe de tomar las decisiones claves aunque tengan costes políticos que evidentemente debe de asumir a pesar de que no le gusten.

Los políticos y especialmente aquellos que se guían por la codicia (no la ambición, que en dosis adecuadas es muy buena) son los que han desprestigiado este noble oficio de gestionar lo común. Lo malo es que se están llevando por delante el aparato democrático que lo sustenta. El ámbito de lo político, aun siendo difuso y de compleja delimitación, debe de estar ocupado por personas capaces y dedicados a la gestión y toma de decisiones de los problemas que aquejan a la sociedad. No vale, por lo tanto, mirar para otro lado y dejar esa función a técnicos que están a su servicio que tendrán opiniones más fundadas sobre determinados temas, pero no por ello han de ser las más acertadas.

Por ello, zapatero a tus zapatos, y cuando llueva procura que sean impermeables y que se adhieran bien al firme, no vaya a ser que caigamos y nos mojemos todos.

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