“Esta algarabía que se ha formado en los últimos meses en las redes sociales de masas embravecidas, unas veces interesadas, otras de identidad dudosa, tiene que llevarnos a pensar en que si este sistema se queda y se expande, terminará siendo un enorme "radio patio"”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
09/07/20. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la cantidad de opiniones, muchas veces contrarias entre sí, que se escuchan en redes y medios de comunicación políticos y técnicos: “Es verdad que, para bien o para mal, nunca hemos estado tan...
...conectados como hasta ahora, pero eso no quiere decir que tengamos que manifestarnos continuamente sobre temas que como en el caso del coronavirus y sus consecuencias, ni siquiera los que por su profesión y responsabilidad deberían saberlo, tienen muchas certezas, por no decir ninguna”.
Cuando ruge la barahúnda
Hay que reconocer que las consecuencias que ha desencadenado, y que sigue desencadenando, el Covid-19 en la sociedad, van a construir motivos de reflexión y comentario durante mucho tiempo. Si entre todos, y en esta expresión considero a los ciudadanos, los medios de comunicación y los actores económicos, sociales y políticos, logramos controlar la pandemia y devolver a la sociedad a una situación de normalidad, y somos capaces de analizar lo ocurrido con suficiente serenidad y cordura, podríamos sacar muchas consecuencias positivas para el futuro de la humanidad entera.
Una de las primeras manifestaciones que me han llamado la atención es la cantidad de personas que han saltado a los medios y redes de comunicación expresando sus opiniones y acertando muchas veces conclusiones contrarias entre sí sin el más mínimo recato. Es verdad que, para bien o para mal, nunca hemos estado tan conectados como hasta ahora, pero eso no quiere decir que tengamos que manifestarnos continuamente sobre temas que como en el caso del coronavirus y sus consecuencias, ni siquiera los que por su profesión y responsabilidad deberían saberlo, tienen muchas certezas, por no decir ninguna.
Los "encuentros virtuales", webinars en lengua del imperio, se han anunciado a millares y en ellos unos señores, hasta ahora bastante anónimos, se desgañitan asegurando cosas que seguramente son tan ciertas como los que aseveran lo contrario. Admiro a los periodistas porque son personas que tienen que dar noticias y cada uno desde su punto de vista, cada día y en muchas ocasiones sobre temas de gran importancia social. Incluso a los filósofos, literatos y otros profesionales respetados que bajan a la arena de los diarios a orientarnos sobre cosas que ellos conocen mejor o saben expresarlas con más claridad que el común de los mortales. Pero unos y otros se la juegan públicamente al expresarse, mientras que esta algarabía que se ha formado en los últimos meses en las redes sociales de masas embravecidas, unas veces interesadas, otras de identidad dudosa, tiene que llevarnos a pensar en que si este sistema se queda y se expande, terminará siendo un enorme "radio patio" y como tal, lugar de pesca del populismo, que siempre acude donde falta la cultura y sobra el ruido. También es cierto que toda esta enorme confusión puede terminar desprestigiando el uso de las propias redes y su decadencia, aunque eso es difícil si tenemos en cuenta que la mayoría de los que se manifiestan lo hacen creyendo conseguir su segundo de gloria, que en realidad solo es de oprobio propio y confusión común.
Es evidente que esto ya venía ocurriendo antes de la pandemia con las falsas noticias y la suplantación de identidades en las redes y que se sabe de campañas interesadas (pagadas) para torcer hacia determinados objetivos las opiniones de los ciudadanos. No se puede caer en la trampa de reclamar el control de los contenidos que se publican, pero si se debería regular y preparar los continentes, las propias redes, y de garantizar los derechos de aquellos que buscan la verdad y preservar la honra, que por ello y la libertad es por lo que el hombre debe empeñar su vida (Quijote dixit).
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