“Lo cierto es que la globalización, defendida hace poco como paradigma de progreso, se puede convertir en la caja de Pandora de donde salgan todos los males de nuestra sociedad reciente”

OPINIÓN. 
Piscos y pegoletes
. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA


20/05/21. 
Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las consecuencias de la globalización: “No cabe la menor duda que un mundo en que la información está al alcance de todos facilita la vida de los hombres y los hace más cercanos, al igual que amplia...

...las posibilidades de temas como la formación. Pero también que si esta información se pervierte y se hace de manera torticera puede ser un instrumento de manipulación y engaño para el control y dominio del hombre y la sociedad”.

La globalización como virtud y como mal

Se oye con frecuencia que la globalización es la causante de muchos de los males que nos aquejan en la actualidad, desde la pandemia al aumento de la pobreza en los países menos desarrollados. En esta, como en otras muchas cuestiones, la causa de estos males no está en el instrumento (la globalización), sino en la perversidad de su uso.


Comencemos por hacer una aproximación a la globalización. Esta puede concebirse como un proceso con múltiples impactos que tiene efectos fundamentales en las esferas cultural, económica, social y política. Desde la perspectiva económica y según Kozikowski, “la globalización es un proceso de integración que tiende a crear un solo mercado mundial en el que se comercian productos semejantes, producidos por empresas cuyo origen es difícil de determinar, ya que sus operaciones se distribuyen en varios países”.

En la base de este fenómeno se encuentran factores tecnológicos, internet y sus diferentes desarrollos en el campo de las comunicaciones, comerciales, desarmes aduaneros e ideológicos, expansión del neoliberalismo radical.

No cabe la menor duda que un mundo en que la información está al alcance de todos facilita la vida de los hombres y los hace más cercanos, al igual que amplia las posibilidades de temas como la formación. Pero también que si esta información se pervierte y se hace de manera torticera puede ser un instrumento de manipulación y engaño para el control y dominio del hombre y la sociedad. Pero la culpa no es de la globalización de la información, sino de mal empleo y, sobre todo, de la carencia de unas bases éticas asumidas por la sociedad y de una regulación adecuada por parte de los gobiernos.

Igualmente la liberación de las trabas al comercio y la apertura de nuevos mercados puede ser beneficiosa para la aparición de nuevas oportunidades de muchas zonas y países concretos del mundo, pero no si esto se hace a costa de salarios de miseria o de altos costes medioambientales provocados por situaciones de dominio y su correspondiente abuso en los mercados por parte de los poderes fácticos de las multinacionales y de las políticas de los estados que las apoyan, todo ello bajo el principio del lucro obsceno de la codicia.

Todo ello ha dado lugar en los últimos lustros a una sociedad más injusta donde los ricos son más ricos y los pobres más pobres y donde aparecen cada vez mayores protestas y conflictos, que se manifiestan desde protestas masivas y derivas autoritarias en los países con democracias asentadas, a guerras locales y satrapías en los que aun las tienen incipientes.

Las consecuencias de estos acontecimientos, influidas también por la pandemia que ha conmocionado al mundo entero han añadido una fuerte dosis de inseguridad, nos ha conducido a unos planteamientos de futuro muy negativos. Por una parte están los que quieren volver atrás, a otros tiempos en que los valores y la propia seguridad eran menos cambiantes y apoyan idearios retrógrados sin importarles las consecuencias que sobre las libertades individuales y sociales pueda tener estas actitudes. Esta “retrotopía” en vocabulario de Zygmunt Bauman, tiene el principal inconveniente no solo de que es imposible de realizar, recordemos el argumento de Heráclito y las aguas del río, sino que podría desembocar en un fuerte retroceso económico y social.

Otros, defienden salidas a el “exceso” de globalización mediante particularismos que se constituyen en campanarios de aldea sobre sus ideas, no exentas de intereses económicos y supremacistas que terminarían por afectar negativamente a las propias libertades que reclaman. El problema es que unos y otros pueden abrir la puerta a sociedades de pensamiento único que en lugar de regular la globalización sobre unas bases éticas, la usen para con sutileza, recortar libertades individuales y sociales bajo la excusa del orden y la paz social.

Lo cierto es que la globalización, defendida hace poco como paradigma de progreso, se puede convertir en la caja de Pandora de donde salgan todos los males de nuestra sociedad reciente. Pero no debemos de olvidar que este fenómeno en si no es malo, es más abre multitud de oportunidades para el progreso, sino el modo que los poderes fácticos de esta sociedad lo está usando.

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