“Las personas no solamente somos sociales, sino también sensuales, es decir, necesitamos el contacto físico entre nosotros, nos tocamos, nos besamos, nos abrazamos y hasta nos sobamos”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
27/05/21. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre como la falta de contacto físico por la pandemia ha provocado que nos olvidemos de “como dependemos de los demás, para preocuparnos solo de nosotros mismos”, lo que explicaría “las tendencias de...
...los votantes hacia opciones individualistas y neoliberales, cuando no de extrema derecha, que se manifiestan en las últimas elecciones” a pesar de que “lo más curioso de estas actitudes de los votantes, en su gran mayoría pertenecientes a las clases medias y trabajadoras, es que al final terminan afectando a sus propios derechos sociales y a su economía”.
Senso y sentimiento
Si ya las relaciones sentimentales se han vuelto cada vez más esporádicas, la aparición del Covit ha puesto una pantalla más entre los humanos. Las personas no solamente somos sociales, sino también sensuales, es decir, necesitamos el contacto físico entre nosotros, nos tocamos, nos besamos, nos abrazamos y hasta nos sobamos. Esa sensación franca y directa, que en las culturas se consideró muchas veces pecaminosa, tal vez por lo que de gozo significa, nos equilibra y satisface.
En la pandemia todos estos usos de contacto directo se han demonizado, cuando no prohibido directamente y estoy seguro que esta abstinencia tendrá sus consecuencias sobre nuestro comportamiento y nuestras actitudes en los próximos meses. Yo no quiero saludar agitando una mano, sino dándotela o directamente abrazándote, incluso apaparruchándote como dirían los mexicanos, no quiero lanzarte un beso sino espachurrártelo en la cara, quiero olerte y sentirte en mí porque así te manifiesto mi afecto y cariño que saco de mi propio ser para depositarlo en el tuyo.
Cuando estas relaciones se cortan como ocurre con la pandemia, entramos en desasosiego, y en muchas ocasiones nos olvidamos de como dependemos de los demás, para preocuparnos solo de nosotros mismos, o, como mucho también de nuestros allegados más próximos. Esto explica en buena medida las tendencias de los votantes hacia opciones individualistas y neoliberales, cuando no de extrema derecha, que se manifiestan en las últimas elecciones. Esto y la exaltación de consumo como modo de vida y prestigio social, lo que te encadena a buscar un trabajo, muchas veces precario y esclavizante.
De esta manera cada vez se pierde más el valor de la solidaridad y el sentido del bien común y se camina hacia una filosofía hobbeniana, convirtiendo al “otro” no en un semejante sino en un enemigo con el que competimos en el mercado laboral y en el de consumo. Lo más curioso de estas actitudes de los votantes, en su gran mayoría pertenecientes a las clases medias y trabajadoras, es que al final terminan afectando a sus propios derechos sociales y a su economía, con menos ingresos y mayor brecha de rentas y salarios. Parece como si estuviésemos predestinados al caer en los brazos del “gran hermano” de George Orwell o clientes del “soma” de Aldous Huxley. Y lo peor de todo es que al final, sin sentido de la solidaridad y de la justicia social nos daremos cuenta que hemos perdido lo único que puede salvar la sociedad occidental y al hombre como ser libre: la conciencia social como grupo y la libertad como individuo. Terminaremos siendo esclavos del trabajo esclavizante y del consumo alienador.
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