“Es indudable que muchas utopías del S.XX han quedado olvidadas bajo un pragmatismo reducido a un consumismo sin límites y nuevas formas de poder basadas en el dominio de la información y el uso de las nuevas tecnologías”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
17/06/21. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el futuro de la sociedad: “La globalización, que no es un fin en si misma sino un medio para alcanzar otros objetivos, ha servido principalmente para aumentar la explotación de los más débiles y difundir más...
...las ansias de consumo y borrar las pautas éticas en los comportamientos sociales. ¿De donde nos puede venir entonces las esperanzas de un mundo mejor?, ¿Qué proyectos estamos ofreciendo a las nuevas generaciones? ¿Dónde están los sueños y las esperanzas?”.
Una sociedad sin futuro
Dice Margaret Atwood en unas declaraciones al País, que “las utopías van a volver porque tenemos que imaginar cómo salvar el mundo”. Sin embargo parece que no queremos salvarlo y que esta utopía está cada vez más lejos. A pesar de los peligros cada vez más evidentes que rodean a la humanidad, y que afectan a nuestra propia convivencia social (pobreza extrema, desigualdades cada vez mayores, populismos y neofacismos,...) y a la supervivencia como especie (calentamiento global, extinción de la biodiversidad, contaminación, capa de ozono,…).
Realmente no se ve interés, y menos miedo, por las amenazas que tenemos a medio y largo plazo como sociedad y como especie, y tampoco lo hay por descubrir una nueva manera de organizarnos de modo que este planeta siga siendo habitable y, además, donde todos podamos convivir. Es indudable que muchas utopías del S.XX han quedado olvidadas bajo un pragmatismo reducido a un consumismo sin límites y nuevas formas de poder basadas en el dominio de la información y el uso de las nuevas tecnologías. Excepto algunas voces que en momentos de abusos evidentes contra las capas de población menos favorecidas (años 2.010 y 2.011) agitaron la opinión pública pocos movimientos organizados han propuesto nuevas formas de utopía social, siendo este terreno ocupado por las retropías más reaccionarias.
A pesar de las visiones más optimistas como las obras de Yuval Noath (Sapiens, de animales a dioses y Homo Deus) que basándose en los avances de la ciencia nos tratan de ofrecer un futuro más esperanzador, aunque también inquietante, lo cierto es que no se atisba nada bueno para el futuro de la sociedad humana.
Tal vez sea el momento de volver a las esencias, a los pensamientos y filosofías que dieron lugar a nuestras civilizaciones con un enfoque basado en el hombre como individuo con sus propios fines y preocupaciones y en las estructuras sociales como organizaciones a su servicio. Como alguna vez he argumentado, el primer empeño que debemos de perseguir en este tiempo de confusiones es devolverle al individuo su dignidad. Su dignidad que significa el respeto a su libertad, su individualidad y sus derechos, ya enunciados en la Declaración de 1948, pero también al papel en la sociedad, cada vez más universal y cada vez menos respetuosa con sus componentes como individuos y como grupos primarios.
La globalización, que no es un fin en si misma sino un medio para alcanzar otros objetivos, ha servido principalmente para aumentar la explotación de los más débiles y difundir más las ansias de consumo y borrar las pautas éticas en los comportamientos sociales. ¿De donde nos puede venir entonces las esperanzas de un mundo mejor?, ¿Qué proyectos estamos ofreciendo a las nuevas generaciones? ¿Dónde están los sueños y las esperanzas?
Creo que en estos tiempos podemos entender con más evidencia la náusea de Sartre, solo la dimensión espiritual del hombre, no el engaño de las religiones, pueden salvar el futuro de la humanidad.
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