“Deberíamos de rescatar el concepto más genuino de “liberal” y arrancarlo de las garras poderosas de los economistas cuando hablan sacrílegamente del neoliberalismo como panacea”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
16/09/21. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la libertad personal y social: “Vivimos en un país donde se han conseguido grandes avances en lo que a la libertad personal y social se refiere, aunque de vez en cuando...
...aparecen cernícalos que los contradicen en nombre de nuestros orígenes íberos y visigodos (es difícil saber cuales de los dos fueron más brutos), pero en el mundo de los “pequeños detalles”, que en el fondo no son tan pequeños, creamos doctrina de intransigencia”.
Entre lo importante y lo secundario
Viviendo mis vacaciones en la costa malagueña, dentro de las vacaciones que una jubilación supone, hace unos días tuve la ocasión de ver como dos personas del mismo sexo, con cierto grado de madurez, las mascarillas no lograban ocultar sus incipientes canas, paseaban cogidos de la mano por una plaza y al rato, se besaban apasionadamente haciendo un alto en su camino.
Al rato pasó un joven en bicicleta, con indudable pinta de hippy, extranjero, y con una mochila en la que portaba, aparte de sus cortas pertenencias, un cojín con artesanías indudablemente a la venta. Al pasar, reconoció a una pareja que estaba en la terraza del bar y que le invitaron a sentarse con ellos. Al rato llegó el camarero que atentamente le dijo a la persona invitada que no podía servirle porque llevaba el torso desnudo. El joven rebuscó en su mochila y se puso un chaleco de cuero con lo que resolvió el problema. A los diez minutos pasó un coche de la policía local que al observar a esta persona, paró y le preguntó que si las artesanías que había sobre su bicicleta eran de él. Sobre lo que respondió afirmativamente. Comenzaron entonces a pedirle una serie de documentos y permisos (me figuro que sobre la autorización de venta ambulante, no creo que fuera sobre la posible contaminación de su vehículo, ni sobre posibles operaciones de blanqueo de capitales) y le citaron en la comisaría para esa misma tarde.
Con estos comentarios, a los que podría añadir muchos más, quiero indicar que vivimos en un país donde se han conseguido grandes avances en lo que a la libertad personal y social se refiere, aunque de vez en cuando aparecen cernícalos que los contradicen en nombre de nuestros orígenes íberos y visigodos (es difícil saber cuales de los dos fueron más brutos), pero en el mundo de los “pequeños detalles”, que en el fondo no son tan pequeños, creamos doctrina de intransigencia.
El llevar el torso desnudo, al menos en los hombres es algo bastante natural sobre todo en los lugares de buena temperatura, sin que por eso me parezca “indecoroso”, aunque tal vez mi concepto del decoro y del pudor no sea muy compartido, aunque a lo peor, detrás de esta oposición esté una identificación de estas personas como “chusma” o simplemente “conflictivos”, lo que nos llevaría a la conclusión de que juzgamos a las personas por su apariencia, como puede ser el color de la piel, el acento, o los tatuajes que pueda llevar.
Creo que deberíamos de rescatar el concepto más genuino de “liberal” y arrancarlo de las garras poderosas de los economistas cuando hablan sacrílegamente del neoliberalismo como panacea. Salvador de Madariaga ya dijo hace tiempo que ser liberal no era una forma de ser, sino una actitud ante la vida, y eso, precisamente es lo que nos falta en España ante la vida, el “vive y deja vivir”. Y aunque esto aparezca más en la derecha, tampoco la izquierda se queda corta, con lo que me gusta llamar “socialismo de sacristía” y que quiere incluso crear otro idioma con nuevos géneros políticamente correctos, por muy irracionales que sean.
Espero que por lo menos lo “importante” se mantenga, aunque en los bares no podamos quitarnos el refajo, ni las enaguas.
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