“Mientras más compleja e importante es la organización social que construye su memoria (historia) hay mayor conflictividad y riesgo de que prevalezcan las opiniones de unos (los poderosos) sobre otros (los pobres)”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA07/10/21. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la memoria: “Como ya hemos comentado, desde el punto de vista individual nuestra memoria, no solo es limitada, sino también en bastantes ocasiones, engañosa (a veces llegamos a creernos...
...y por lo tanto a recordar nuestras propias mentiras), de entrada, por selectiva, pero también por extemporánea, es decir, porque el que recuerda lo hace muchas veces en una distancia temporal en la que ha cambiado su percepción de la realidad vivida”.
El lugar de la memoria
“¿Ha existido alguna vez un recuerdo en estado puro? Lo dudo. Incluso cuando nos convencemos de que estamos siendo desapasionados y de que nos ceñimos a los hechos desnudos, sin añadidos ni misiones interesadas, el recuerdo puro sigue siendo tan difícil de aprehender como una pastilla de jabón mojada”
John Le Carré, Volar en Círculos
Hay varias formas y varios tipos de memorias. La más simple es la memoria individual de cada persona, que a su vez puede adquirir diversos matices, como la memoria visual o fotográfica, o la vivencial, o la referente a los textos escritos o leídos. Además, esta memoria se basa en lo vivido, no hay memoria del futuro, y esto supone una fuerte carga de subjetividad. De hecho, se habla también de memoria selectiva cuando uno de manera inconsciente, rechaza recuerdos que detesta o simplemente los borra de su pasado por alguna razón. Se habla incluso de personas con buena o mala memoria dándole a los primeros unos méritos que no existen, a pesar de ser cierto que uno puede ejercitar la memoria, por ser una cualidad más que una virtud. Incluso hay quien la pierde por efectos de enfermedades degenerativas como el Alzheimer.
También es verdad que hay “rebrotes” de la memoria, cuando por cualquier circunstancia, nos aparece un hecho del pasado que, sin motivo aparente, lo teníamos olvidado. Ciertamente que para eso tenemos que haber vivido bastante tiempo, el suficiente al menos como para habernos olvidado de el. A mi por lo menos me sucede esto cada vez con más frecuencia y casi siempre por gratas circunstancias.
Después, existen también las memorias grupales, comenzando por la de la familia que no siempre es uniforme, y a veces, incluso totalmente contraria lo que demuestra eso que suele decirse de que cada uno cuenta la historia según le va. Después están las historias de entidades de mayor rango como el barrio, el pueblo, la ciudad,… Mientras más compleja e importante es la organización social que construye su memoria (historia) hay mayor conflictividad y riesgo de que prevalezcan las opiniones de unos (los poderosos) sobre otros (los pobres). No obstante, siempre quedan testimonios para una “reconstrucción” de la verdad compleja de los hechos históricos por muy eficazmente que funcione el “ministerio de la verdad” del gran hermano.
Desde la existencia del pacto estado/nación la falsificación de los hechos históricos es cada vez más frecuente produciéndose una historiografía oficial que pretende invadir todos los ámbitos a medida de los intereses de las clases dominantes. En estos casos solo la honestidad y objetividad de los que cuentan los hechos y la aplicación de métodos científicos en su análisis puede acercarnos a la verdad.
Como ya hemos comentado, desde el punto de vista individual nuestra memoria, no solo es limitada, sino también en bastantes ocasiones, engañosa (a veces llegamos a creernos y por lo tanto a recordar nuestras propias mentiras), de entrada, por selectiva, pero también por extemporánea, es decir, porque el que recuerda lo hace muchas veces en una distancia temporal en la que ha cambiado su percepción de la realidad vivida.
Tal vez la situación más curiosa de la memoria está en la vejez cuando vivimos cosas que sabemos no volveremos a hacer y lugares que nunca más volveremos a visitar. Esto causa, no se si justificadamente, cierta amargura, pero, sobre todo, mucha añoranza. Es como una despedida de algo querido que, en su día nos dio grandes satisfacciones.
No obstante, lo más cierto es que la gran mayoría de los humanos difícilmente aguantamos más de dos o tres generaciones en la memoria, individual y colectiva de nuestros semejantes y los que lo hacen, normalmente por el significado de sus vidas, es mediante etiquetas no siempre fidedignas. Está claro que nuestro sino es disolvernos en el olvido después del viaje de Caronte, o perdernos en los mitos que consuelan nuestra existencia.
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