“Con Vicente, que era gallego y ejercía, siempre se podía discutir de lo divino y de lo humano, pero como yo mismo y nuestro entorno, por los caminos de la razón y lejos de fanatismos, y con la norma de vivir y disfrutar de la vida”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
24/11/21. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre su amigo Vicente Granados, para el que le gustaría “crearle un cielo con la esperanza de que pronto podamos compartirlo. Un cielo que estará lejos de la gloria cristiana, ya que ambos no hemos...
...sido suficientemente buenos para alcanzarlo, pero lejos del infierno, que tampoco hemos sido tan malos para merecerlo”.
De hombres y de dioses. 'In memorian' de Vicente Granados
“Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y me sé todos los cuentos”.
León Felipe
Decía Kierkegard que el hombre es un ser nacido para la muerte. Esa evidencia como no es agradable por lo que de incertidumbre tiene, nos persigue toda la vida y las sociedades han procurando resolverla de diferentes modos, de manera que en cierto modo “sublime” la angustia que produce, por una parte y por otra, permita a los poderes fácticos dominar a las masas entrando en sus conciencias y condicionando sus comportamientos. Es por eso que se inventaron los dioses en el cielo y las correspondientes religiones como sus representantes y administradores en la tierra.
Hay que reconocer que estos inventos, en sus diversas versiones, han tenido y tienen una gran utilidad práctica. En lo personal porque nos evitan situaciones de angustia permanente y nos consuelan con existencias felices fuera de esta vida, aunque condicionadas por las normas de los poderes que las religiones representan y que se alinean con los terrenales. Socialmente porque son una forma de manipulación que suele funcionar y permite organizar la sociedad de una manera estable. Los miedos por un lado, el miedo que siempre ha movido a los hombres, y los códigos que regulan los premios y castigos, han servido para organizar estructuras más o menos sólidas, siempre hubo posibilidades de revoluciones dentro de ellas, que funcionaban de acuerdo a los intereses de las minorías gobernantes.
Vicente Granados
Hace poco nos dejó Vicente Granados Cabeza, amigo de verdad y persona muy querida en la academia y fuera de ella. Con Vicente, que era gallego y ejercía, siempre se podía discutir de lo divino y de lo humano, pero como yo mismo y nuestro entorno, por los caminos de la razón y lejos de fanatismos, y con la norma de vivir y disfrutar de la vida. Por eso cuando esta se escapa y con esa fuga su presencia, me vuelve la angustia de nuestra intrascendencia y, aparte de conservarlo en mi memoria hasta que siga su senda, he decidido, a falta voluntaria de las creencias que al uso ofrecen las religiones, el crearle un cielo con la esperanza de que pronto podamos compartirlo. Un cielo que estará lejos de la gloria cristiana, ya que ambos no hemos sido suficientemente buenos para alcanzarlo, pero lejos del infierno, que tampoco hemos sido tan malos para merecerlo.
Voy a tratar de convencerlo de que compartamos un cielo donde los dioses, muchos como los egipcios para que podamos elegir según se nos de el día, tengan las dimensiones humanas de los griegos y la facultad de irse de vez en cuando a convivir con los mortales para poder disfrutar de sus placeres, pero también con las virtudes de los dioses asiáticos, budistas, confucionistas y brahmadistas, todos ellos muy unidos a la naturaleza y sus manifestaciones, tanto que incluso parte de ellos creía en la posibilidad de reencarnación en plantas y animales. Pero sobre todo ese cielo nuestro estaría lleno de amor, el nuevo mandamiento del cristianismo que tan poco caso se le ha hecho, sobre todo si tenemos en cuenta que el amor es incompatible con la falta de comprensión de las desigualdades y las injusticias. En este nuestro cielo estaría prohibida la entrada a los dioses coléricos y enfadados, Vicente nunca se enfadaba ni se enriscaba como dicen los canarios, como el del antiguo testamento, que tienen acojonados a sus seguidores y los llenan de angustias y miedos.
Estoy seguro que si lográramos entre unos cuantos construir un cielo como ese y buscar una puerta de entrada, podríamos vivir una vida llena de confianza en que tras su paso iríamos a un lugar mejor y más divertido donde disfrutar eternamente.
Hasta pronto Vicente y un abrazo eterno.
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