“Despojado de la autoridad y en parte del respeto, solo le queda negociar con aquellos que fueron su familia directa para hacerse sentir aun dentro de la misma”

OPINIÓN. 
Piscos y pegoletes
. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA


16/12/21. 
Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el papel que ocupan los ancianos en la sociedad actual: “De entrada parece que no se les atribuye el mérito de la experiencia, es más se considera que el haber vivido mucho les incapacita...

...para resolver los problemas cotidianos impuestos por los cambios tecnológicos y de costumbres”.

El padre protector y el abuelo desprotegido

En la evolución del ser humano a lo largo de los siglos se ha pasado de la necesidad de los grandes grupos a la vida individualizada, aunque siempre en sociedad. De estos grandes grupos y clanes organizados para cazar y luego, tras dejar en nomadismo, asentarse como agricultores, se pasó a la gran familia formada normalmente compuesta por tres generaciones, para luego pasar a la más frecuente compuesta solo de padres e hijos, los abuelos o se independizan o pasan a ser “suplentes” del equipo (solo se les llama cuando falla un titular), hasta incluso llegar a lo que se llama familia monoparental, o incluso a personas solas e independientes que viven como “lobos esteparios” dentro de una manada que les es ajena y con las que establece lazos de convivencia de amistad, económicos, sociales y culturales.


Sin embargo, en todas estas formas de agruparse de los seres humanos, ha existido siempre una jerarquización con una persona o grupo de personas sobre la que descansaba la autoridad del grupo y que eran las encargadas de su organización y desarrollo. En las sociedades más primitivas esa autoridad solía descansar en el “concejo de ancianos”, ya que se consideraba que la experiencia acumulada por ellos era fundamental para el buen funcionamiento del grupo. Con el paso del clan a la gran familia las responsabilidades se trasladaron al “pater familias” que asumía derechos y obligaciones del grupo, figura que se consagra en el derecho romano. Este decidía no solamente sobre el patrimonio, sino también sobre las personas “apropiadas” por el grupo (los esclavos), y sobre la capacidad de actuar de los demás miembros. También caían sobre el las responsabilidades de sus obligaciones que incluía la “diligencia” al actuar dentro del ámbito familiar y la defensa de sus intereses.

Esta sociedad organizada en familias, más o menos numerosas y de forma patriarcal, aunque excluían a los ancianos de las responsabilidades principales, no solo no los excluían del grupo, sino que los respetaban y atendían, a pesar de que su experiencia contaba mucho menos para las decisiones del grupo al considerarla poco útil en un mundo que cambiaba cada día más deprisa.


En la actualidad esta “autoridad” se ha transformado de varias maneras. Por un lado, trasladándola a las entidades públicas representativas que asumen, cada vez en mayor medida, parte de las responsabilidades que antes se resolvían en el ámbito del grupo primario. Por otra, por empoderamiento femenino y la emancipación temprana de los jóvenes, aunque no salgan del círculo familiar por incapacidad económica.

¿Qué papel está quedando a los ancianos en esta sociedad actual? De entrada parece que no se les atribuye el mérito de la experiencia, es más se considera que el haber vivido mucho les incapacita para resolver los problemas cotidianos impuestos por los cambios tecnológicos y de costumbres. Bajo esa perspectiva se les califica de inútiles o, más benévolamente de disfuncionales, al confundirse el valor que puede aportar la experiencia con la falta de conocimientos de las últimas innovaciones para el manejo de lo cotidiano. Su papel queda reducido a “ayudar” al nuevo pater de familia y sus nuevos allegados, mujer e hijos, a veces hasta un extremo que le arrebatan el tiempo y el patrimonio, sustituyendo incluso la falta de esclavos de la nueva sociedad, que, aunque sin derechos, al menos en Roma formaban parte de la familia, incluso podían llegar a ser libertos y prosperar socialmente. Su papel es fundamentalmente emocional y económico, aparte de custodio de los recuerdos de sus hijos y nietos que como todos, añoran los espacios felices que en la memoria quedan de su infancia.

Si reflexionamos podremos concluir que en la sociedad actual no es buen negocio ser anciano. Despojado de la autoridad y en parte del respeto, solo le queda negociar con aquellos que fueron su familia directa para hacerse sentir aun dentro de la misma y en ello ponen todo su empeño, capaces de entregar en este proceso hasta sus ahorros para el IMSERSO. Pero, eso si, como seres humanos que son no están dispuestos a desaparecer de este mundo y se agarran con una mano a sus nietos y con otra a su médico de la seguridad social para permanecer en el mismo.

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