“Las revoluciones para cambiar la historia cuestan enormes cantidades de sangre y sufrimientos. Tantos, que cuando ocurren aparecen como épocas abominables donde se sacrificaron grandes masas de inocentes sin clara conciencia del porqué”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
17/02/22. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre revoluciones y cambios históricos: “Lo cierto es que los grandes cambios han venido acompañados con multitud de víctimas, no solo entre los que fueron desplazados, victimas teóricas, sino también...
...entre los que los provocaron. Estos aparecen casi siempre como los impulsores de las revoluciones, Marx, Lenin, Mao, Robespierre, etc…, pero en realidad son las ideas que los guiaban los que provocaron, en periodos más o menos largos, los cambios de orientación de la historia”.
Las personas no pueden cambiar la historia, pero las ideas si
Las revoluciones para cambiar la historia cuestan enormes cantidades de sangre y sufrimientos. Tantos, que cuando ocurren aparecen como épocas abominables donde se sacrificaron grandes masas de inocentes sin clara conciencia del porqué, tal como describió Anatole France en su “Los dioses tienen sed”. Todas ellas se llevan a cabo en nombre de unas ideas, incluso sublimadas en ideales que luego no resultan ser tales. Esto no quiere decir que no existieran, pero si que fueron apoyados por intereses concretos, normalmente económicos, o que una vez asentado el nuevo régimen, se instalaran en él como fuerza dominante.
Desde esta perspectiva para llegar al materialismo dialéctico hay un solo un paso. La que se ha considerado como la revolución de las revoluciones, la Francesa de 1789, devoró a millones de sus protagonistas, no solo a los “enemigos” de la revolución, muchos de los cuales se fueron de Francia, sino a sus propios protagonistas en un proceso de depuración por la pureza revolucionaria, que terminó en una simple lucha por el poder.
Lo cierto es que la Revolución Francesa no solo trastocó las bases de la civilización occidental, sino que tuvo una gran influencia en los nuevos estados en formación. El tránsito de súbdito a ciudadano.
Después de la Revolución Francesa y apoyada por la emergente burguesía se desarrolló la revolución industrial, menos espectacular en sus formas pero mayor en el alcance de sus resultados, impulsada, también, por una base religiosa que le da un sentido mesiánico, el protestantismo (Max Weber, “la ética protestante y el espíritu del capitalismo”). Esta “revolución”, también exportada a numerosos países con alto índice de fracaso, al no darse las condiciones de partida que tuvo en Europa, se ha mantenido durante muchos años teniendo multitud de adeptos, sobre todo por su enorme capacidad de adaptación ante las más diversas crisis y circunstancias, aparte de su cada vez más sofisticado desarrollo teórico y mejor entendimiento del funcionamiento de los mercados. Aunque la “revolución capitalista” tuviera en su momento pocas victimas directas (huelgas obreras, destrucción de máquinas, trabajo infantil,…) es la que a lo largo de la historia más victimas ha cosechado. Explotación de masas ingentes en trabajos inhumanos, esclavitud, guerras provocadas por intereses comerciales, golpes de estado,…
Otra gran revolución, la rusa, volvió a remover las estructuras sociales y económicas de buena parte del mundo, siempre a costa de millones de muertos, antes, durante y después de la revolución bolchevique. La idea en este caso superaba la del hombre ciudadano y el contrato social para centrarse en la igualdad y la propiedad colectiva de los medios de producción, depositando el poder en un Estado controlado por un partido único. También en este caso, basados en los principios comunistas han existido múltiples experiencias, algunas de las cuales permanecen. Caso aparte es el caso chino, que ha sido capaz de, junto al sistema de partido único y con una preponderancia pública en la propiedad de los medios de producción, introducir principios de mercado y de iniciativa y propiedad privada con excelentes resultados desde la perspectiva del crecimiento económico.
Lo cierto es que los grandes cambios han venido acompañados con multitud de víctimas, no solo entre los que fueron desplazados, victimas teóricas, sino también entre los que los provocaron. Estos aparecen casi siempre como los impulsores de las revoluciones, Marx, Lenin, Mao, Robespierre, etc…, pero en realidad son las ideas que los guiaban los que provocaron, en periodos más o menos largos, los cambios de orientación de la historia.
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