“La filosofía de vida, los valores y lo que se considera ético y moral ha cambiado radicalmente en los últimos años. En realidad van cambiando siempre a lo largo de la historia, pero nunca lo han hecho tan rápidamente y en tanta medida”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
03/03/22. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la teoría de la ‘modernidad líquida’ del filósofo Zygmunt Bauman, que retrata “las transformaciones que se estaban produciendo en la sociedad de estos años, presididas por una mutación...
...constante de los individuos y de las organizaciones sociales”.
Las excrecencias y virtudes de la sociedad líquida
En la década de 1980 el filósofo polaco Zygmunt Bauman formuló su teoría sobre la “modernidad líquida” retratando en sus diversos aspectos las transformaciones que se estaban produciendo en la sociedad de estos años, presididas por una mutación constante de los individuos y de las organizaciones sociales.
Esta teoría trasladada por su mismo autor a diversos aspectos de la vida (trabajo, consumo, amor, utopías,…) se ha convertido en una manera de interpretar muchas de las características de la sociedad actual y poner a la luz sus defectos y algunas de sus ventajas.
La primera de las características de esta “nueva sociedad” es la ruptura y pérdida de los valores tradicionales. La filosofía de vida, los valores y lo que se considera ético y moral ha cambiado radicalmente en los últimos años. En realidad van cambiando siempre a lo largo de la historia, pero nunca lo han hecho tan rápidamente y en tanta medida. La consecuencia de esto es que no existen periodos de más de una generación con valores similares ante los problemas de la vida y la muerte, lo que dificulta enormemente la compresión intergeneracional generando conflictos y problemas, algunos de difícil solución. Esto provoca además en las personas maduras cierta añoranza de situaciones pasadas que lleva a la “retropía” (idealización utópica del pasado) también tratada por el autor. En nuestro caso podemos observar esta tendencia en la aparición de partidos de extrema derecha con posiciones radicales de vuelta al pasado.
Esta inseguridad de lo verdadero hace que las personas ya han conseguido desprenderse de los patrones de conducta y que cada uno cree su propio molde para determinar sus decisiones y formas de vida. Todo lo que tenemos es cambiante y con fecha de caducidad.
Esta pérdida de valores tradicionales no solo provoca inconvenientes y desajustes sociales, sino también favorece cambios positivos cuando estos son una rémora para el progreso social, como, por ejemplo, los movimientos de igualdad de la mujer, los de inclusión social y los de dignificación y respeto por los animales.
Otra característica de la sociedad moderna o líquida, son los cambios de producción y consumo. La globalización, junto a los cambios tecnológicos, han provocado grandes avances resolviendo problemas de modo eficaz, pero también creando nuevas necesidades. Lo importante no es conservar objetos, sino renovarlos constantemente. Los productos duraderos ya no son importantes, en esta era prima lo efímero y lo nuevo para sorprender a los compradores, enganchados en un constante deseo de cambio bajo la etiqueta de modernidad. La moda se impone a la necesidad y a la utilidad de los objetos y de los servicios.
Esto tiene además una consecuencia directa en el mercado laboral. La formación se está haciendo cada vez más complicada tendiendo a una flexibilidad total con patrones cambiantes y olvidándose de “empleos para toda la vida”, exceptuando los funcionarios, en retroceso ante la privatización de los servicios o de su gestión. Los empleos son cambiantes y el mercado actual necesita renovaciones dentro de las empresas cada poco tiempo. Los que han conseguido trabajo, tienen que reinventarse cada poco tiempo y afrontar nuevos retos constantemente. Otros muchos graduados están trabajando en puestos por debajo de su formación, y muchos ni siquiera han accedido al mercado laboral. También se produce una pérdida de credibilidad de las bases de la educación tradicional, la cual se perfila como algo anticuado por no proveer a los jóvenes las herramientas necesarias para encontrar un trabajo.
En esta tendencia hay un peligro implícito que es el abandono de la enseñanza sobre los pensamientos básicos, que a muchos les parecen inútiles. La reflexión y la búsqueda del bienestar individual y colectivo, más allá de lo material, no interesa por no parecer aparentemente útil. Esto es un peligro para la manipulación de los individuos y los grupos sociales por parte de los intereses dominantes.
Estos cambios también alcanzan las relaciones afectivas, como Bauman expone en su obra “el amor líquido”, que están presididas por el miedo al compromiso. Las relaciones amorosas acaban convirtiéndose en breves episodios, en los que prima la búsqueda del beneficio personal. Cuando una pareja deja de ser rentable, se deja de lado y se busca una nueva. De hecho el autor lo compara a la actitud de los inversores en bolsa que se retiran del parquet cuando no ven expectativas de rentabilidad.
Todas estas transformaciones disruptivas amenazan con una sociedad nueva, desconocida en muchos de sus aspectos futuros y que corre el peligro de situarnos en situaciones de anomia de imprevisibles resultados, en las que la conducta humana se escapa de las manos de los individuos al anular sus voluntades y destruir sus referencias más humanas. Es sobre estos temas sobre los que deberíamos debatir y pensar en profundidad por el bien del futuro de nuestros descendientes.
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