Para Sygmunt Bauman “el amor en su manifestación más recurrente, que es la de relación de pareja, adquiere las características de una inversión bursátil, para él las relaciones son inversiones de los individuos, como todas las demás”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
10/03/22. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el amor: “No dejo de pensar y sentir que es lo que más dignifica y ennoblece a la persona humana y me emociona cuando dos seres caminan juntos toda una vida saltando como piedras...
...sobre un río, desde la pasión al afecto, el cariño y termina en una adoración que sublima esa aventura que comenzaron de jóvenes, dispuestos a dejar este mundo cogidos de la mano y con una sonrisa eterna”.
El amor en la sociedad líquida
“El amor es un préstamo hipotecario a cuenta de un futuro incierto e inescrutable"
Sygmunt Bauman
El amor es, al menos para mi, la motivación esencial de la vida, y en ello incluyo las múltiples formas de este ideal. Es evidente que la razón y sus antecedentes y derivados es también un factor fundamental de nuestra existencia, sin ella el hombre no hubiera ganado cotas de convivencia, sin el progreso material y espiritual que posee. Siempre se ha dicho que la razón debe guiar los sentimientos y estar por encima de ellos, pero son estos y especialmente todos los que tienen que ver con el amor, los que dan sentido a nuestra vida.
Sin embargo, en la visión de la sociedad de la modernidad líquida de Sygmunt Bauman el amor en su manifestación más recurrente, que es la de relación de pareja, adquiere las características de una inversión bursátil, para él las relaciones son inversiones de los individuos, como todas las demás. Cuando uno invierte en una relación, tiempo, capital, ilusiones, esfuerzos en general, es para generar una ganancia sobre todo en términos de seguridad, para lograr esa seguridad estamos dispuestos a pagar, al menos en principio, hasta con la fidelidad.
Es evidente que para poder llegar a esta situación hay que ignorar la presión que el entorno, es decir la sociedad en que vivimos, ejerce sobre nosotros, tratando de imponer leyes morales o tabús sociales. Pero como estamos en una época de ruptura total con ese tipo de normas, también el amor entra dentro del “negocio” de la vida, aunque sea en términos de afectos y engaños.
En los primeros años en las relaciones amorosas cada parte trata de complacer a la otra, incluso de sorprenderla en el nivel de “complacencia”, pero, para el filósofo, no se encara con las partes de la otra que no le gusta o le satisfacen, que tarde o temprano terminan aflorando y muchas veces envenenando la convivencia, De eso nacen los llamados reproches tan frecuentes en las discusiones de pareja.
Otro tema de vital importancia en las relaciones amorosas es la intención de una parte de cambiar la forma de ser de la otra. Es evidente que la convivencia genera adaptaciones y asimilaciones diversas (los que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición) pero son graduales y no siempre permanentes. No se puede esperar cambios radicales en personas maduras, ya que pueden terminar en enfrentamientos sin vuelta atrás.
Otra cuestión que enturbia las relaciones de pareja es la necesidad de inmediatez en las respuestas que conlleva la sociedad líquida, que hace que las personas se unan sin conocerse. En tiempos de nuestros padres las relaciones prematrimoniales (ahora podríamos decir pre ajuntamiento) gozaban de un periodo más o menos dilatado que incluso incluía un rito, el llamado noviazgo, que se dividía incluso en varias etapas. Yo recuerdo como los que luego fueron mis cuñados tuvieron que ir a hablar con mi padre para que les permitiera salir con mis hermanas, hecho que les daba autorización para entrar en la casa, incluso. Para que mi tía les invitara a merendar. Hay una palabra, ya perdida, que siempre me gustó, la de “pretendiente” (ese muchacho pretende a mi niña), aunque no se dijera lo que pretendía el muchacho exactamente.
Es evidente que no se puede defender en una relación sana relaciones previas de años, pero tampoco es bueno para la futura relación el “aquí te pillo, aquí te mato”, sin dar ocasión a que ambos manifiesten sus partes menos agradables de ellos mismos.
A pesar de no negarle a Sygmunt Bauman su capacidad de observación de las relaciones sociales y su brillantez en la exposición de sus teorías sobre el “amor” en su versión más abundante que hoy día se nos presenta, no dejo de pensar y sentir que es lo que más dignifica y ennoblece a la persona humana y me emociona cuando dos seres caminan juntos toda una vida saltando como piedras sobre un río, desde la pasión al afecto, el cariño y termina en una adoración que sublima esa aventura que comenzaron de jóvenes, dispuestos a dejar este mundo cogidos de la mano y con una sonrisa eterna.
Puede leer aquí anteriores artículos de Enrique Torres Bernier