“El panorama es desesperanzador y me lleva a pensar que solo queda a esperar que una gran catástrofe, esperemos que no tan grande que acabe con todo, nos haga poner los pies en el suelo y tomarnos más en serio el futuro de la Humanidad”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA06/10/22. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el estado de la sociedad: “Está claro que los avances tecnológicos y la lógica de la competencia no han hecho más que hacer a los hombres menos humanos y solidarios y conscientes de...
...su misión en el universo, luchando solo por un plato de lentejas cada vez más grande, pero sin darse cuenta que las lentejas pueden acabarse y el plato se puede romper”.
¡Que vengan los marcianos!
"Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podría hacerlo, pero su tarea es quizá mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida en la que se mezclan revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden destruirlo todo, no saben convencer; en que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión, esa generación ha debido, en sí misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de sus amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir"
Albert Camus (Fragmento del discurso pronunciado por Camus cuando se le entregó el Premio Nóbel de Literatura, en 1958
Esta larga cita de Camus nos recuerda en mucho la situación actual del mundo y más concretamente de Europa, pero no las voluntades generacionales de arreglo. Las generaciones actuales, con honrosas excepciones de grupos que perciben las magnitudes del desastre y que enseguida se ven declarados antisistema, se muestran escépticos ante la amenaza de los desastres que se nos avecinan, como las técnicas enloquecidas, los poderes mediocres con ideologías vaciadas y que solo respetan a los nuevos dioses de la riqueza y el consumo. Todo, hasta la inteligencia y la sensibilidad, están al servicio del poder y de la confrontación. Cuando esta situación es así, las utopías desaparecen, o aun peor, intentan ser sustituidas por las retropías en sus diversas formas de populismo. Por ello considero que el mundo debería recomenzar por intentar de nuevo devolver la dignidad al ser humano, de la que ha sido despojada por la sociedad capitalista y por populismos de izquierdas.
Al mismo hilo recuerdo el tango de Enrique Carlos Discépulo, Siglo XX cambalache”, que precisamente describía una sociedad deshecha, sin valores, donde la corrupción y le malevaje eran su identidad. ¿Qué haría y tendría que escribir este mismo autor en el XXI? ¿Cómo calificaría a este siglo? Sinceramente, creo en lo que suele decirse que si algo está mal, siempre se podrá poner peor.
¿Cómo podemos hablar de rehacer una sociedad cuando las instituciones públicas muestran un manifiesto desinterés por arreglar los problemas más importantes que tiene con posturas hipócritas que aunque los reconocen no los encaran de un modo eficaz? Todo se queda en declaraciones y paños calientes. En la reciente reunión de las Naciones Unidas sobre los océanos y el cambio climático las naciones no han sido capaces de cerrar un tratado global de los océanos, para proteger las aguas internacionales, que comprenden casi la mitad del planeta.
El panorama es desesperanzador y me lleva a pensar que solo queda a esperar que una gran catástrofe, esperemos que no tan grande que acabe con todo, nos haga poner los pies en el suelo y tomarnos más en serio el futuro de la Humanidad.
Es evidente que a falta de un Dios que ponga orden en la tierra, al menos el no quiere manifestarse, habría que pensar en la posibilidad de que otra fuerza, siempre superior a las de la actuales potencias hegemónicas, lo haga, tal como describió Amin Maalouf en “nuestros inesperados hermanos”. Es decir, que vengan los marcianos y lo arreglen.
¿Cómo es posible que después de dos guerras mundiales en las que los hombres se masacraron entre si hasta extremos vesánicos volvamos a a poner en riesgo la paz mundial? ¿Cómo puede ser que encima nos volvamos contra la propia naturaleza de la cual formamos parte y encima sigamos mirando para otro lado?
Está claro que los avances tecnológicos y la lógica de la competencia no han hecho más que hacer a los hombres menos humanos y solidarios y conscientes de su misión en el universo, luchando solo por un plato de lentejas cada vez más grande, pero sin darse cuenta que las lentejas pueden acabarse y el plato se puede romper.
Tan solo la idea de que el espíritu de la humanidad pueda hacerla reaccionar a tiempo, me otorga ciertas esperanzas, aunque cada vez confío más en los marcianos.
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