“Nada me conmueve más que los perdedores. Y no es por las numerosas veces que uno ha perdido en la vida, para lo que ya me fui preparando desde jovencito, sino por la sensación de desamparo que me producen”

OPINIÓN. 
Piscos y pegoletes
. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA


12/01/23. 
Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre los perdedores: “Las personas profundamente éticas, con acendrados valores sobre la libertad, la justicia y la solidaridad, suelen fracasar en el mundo de los negocios y del trabajo, ya que...

...sus valores son un “estorbo” para el éxito profesional, por no ser compatibles con una competitividad feroz, más cercana al engaño, la explotación y el fraude”.

Mis queridos perdedores

“Creo que es necesario educar a las nuevas generaciones en el valor de la derrota(...) En construir una identidad capaz de advertir una comunidad de destino, en la que se pueda fracasar y volver a empezar sin que el valor y la dignidad se vean afectados. En no ser un trepador social, en no pasar sobre el cuerpo de los otros para llegar primero. Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de prevaricadores falsos y oportunistas, de esta gente que ocupa el poder y que escamotea el presente, ni qué decir el futuro, de todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser. Ante esta antropología del ganador, de lejos prefiero al que pierde”
-Pier Paolo Pasolini

Nada me conmueve más que los perdedores. Y no es por las numerosas veces que uno ha perdido en la vida, para lo que ya me fui preparando desde jovencito, sino por la sensación de desamparo que me producen.

Es evidente que hay muchas clases de perdedores. Aquí podemos distinguir varios ámbitos. Tal vez el más importante sea el personal, es decir la persona fracasada en su proyecto de vida. En esto interviene más la propia actitud que uno tiene ante los avatares que se le van presentando, aunque evidentemente también influyen las circunstancias de entorno.

Ante estos fracasos personales, cuyo origen suele estar en los campos de la familia y el amor, solo el carácter de la persona y su “filosofía de la vida”, considerando esta como conjunto de valores que tenemos enraizados por herencia y por educación y convencimiento, valen para salir adelante. Una visión estoica de la vida ayuda mucho al respecto, así como el apoyo de otras personas de tu entorno.


Pero la consideración más frecuente del fracaso viene desde la perspectiva profesional y social. El no haber llegado a “ser algo en la vida”. En las sociedades mercantilizadas y materialistas, la estadounidense como ejemplo fatídico, es el peor insulto que se le puede decir a alguien “eres un fracasado”, como si en la mayoría de los casos uno tuviera la culpa de eso. Es más, las personas profundamente éticas, con acendrados valores sobre la libertad, la justicia y la solidaridad, suelen fracasar en el mundo de los negocios y del trabajo, ya que sus valores son un “estorbo” para el éxito profesional, por no ser compatibles con una competitividad feroz, más cercana al engaño, la explotación y el fraude.

Es evidente que no todos los que triunfan profesionalmente son unos desalmados, o si se prefiere, carecen de principios éticos, pero no cabe duda que, en el mundo del capitalismo liberal, el serlo ayuda al triunfo.

Por eso, cuando me dicen de alguien que ha fracasado en sus proyectos, siento por él una especial ternura, incluso antes de saber las causas de su fracaso y sobre todo, piedad, esa virtud tan olvidada y a la que cualquier ser humano tiene derecho.

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