“Una vez apartada la fe, o sustituida por becerros de oro, solo nos quedan los valores básicos de la convivencia y la estética social, eso de saludar, sonreír, no mentir, la solidaridad, la amabilidad, etc… que hacen la vida más llevadera, incluso agradable”

OPINIÓN. 
Piscos y pegoletes
. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA


19/01/23. 
Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la educación: “Este hombre (José Mújica), como digo, también consideró en su programa de reformas la educación como una base fundamental para el progreso y la definió de un modo...

...integral, en sus dos aspectos como adquisición de valores y costumbres y como el acceso a conocimientos útiles para la vida”.

Valores, conocimientos y buenas costumbres: enseñar a vivir no solo a conocer cosas

“En la casa se aprende a saludar, dar las gracias, ser limpio, ser honesto, ser puntual, ser correcto, hablar bien, no decir groserías, respetar a los semejantes y a los no tan semejantes, ser solidario, comer con la boca cerrada, no robar, no mentir, cuidar la propiedad y la propiedad ajena, ser organizado. En la escuela se aprende, matemáticas, lenguaje, ciencias, estudios sociales, inglés, geometría y se refuerzan los valores que los padres y madres han inculcado en sus hijos”
José Mújica, ex presidente de Uruguay

Este hombre sabio, que es José Mújica. Tan sabio que siempre siguió la sobriedad para vivir y que tras alcanzar la presidencia de Uruguay, se retiró prudentemente tras mostrar que se puede ser político y honrado y que puede uno dejar el poder sin que lo echen, por pura convicción del peligro y las tentaciones que este supone y las limitaciones que uno tiene, cuando es capaz de testimoniar lo que piensa y llevarlo a la práctica entre personas que hacen de la falsedad su oficio.

Este hombre, como digo, también consideró en su programa de reformas la educación como una base fundamental para el progreso y la definió de un modo integral, en sus dos aspectos como adquisición de valores y costumbres y como el acceso a conocimientos útiles para la vida.

Es evidente que el primer aspecto es más permeable a los valores que el segundo, por ello que la derecha hable siempre de “buenas costumbres” cuando estas son de manifiesto de conservadurismo, y “malas” cuando van en contra de la tradición, pero esto no quiere decir que unas y otras no sean importantes para el funcionamiento de la sociedad y la felicidad humana. Además, en estas costumbres y valores hay pautas de comportamiento individual y social importantes, como el respeto al prójimo y a uno mismo como ser social y como individuo, importantes en si mismos que se están perdiendo en un mundo insolidario en el que “todo vale”, sin estética y sin bondad y en el lo que más se valora es el poder del dinero y la codicia, que no tienen nada que ver con el bienestar y la ambición.


Claro, que los valores y las costumbres se aprenden en la familia y en la escuela, mientras que los conocimientos en centros de formación especializados. No quiere esto decir que en estos no actúen también valores e ideologías, normalmente de un modo más soterrados, y que en la familia y escuela no haya lugar para los conocimientos aplicados. El problema es que las familias y las escuelas parecen haber abdicado de estos papeles, incluso los trasladan a otras instancias como la administración, y esto no da resultado, porque además ni está facultada para ello, o lo está en una pequeña medida, ni tiene medios ni facilidades para hacerlo.

Hay que volver a los orígenes, que desde luego no tienen que ver con el pasado ni con ideologías caducas, sino con lo mejor que tiene el hombre civilizado. La educación ha de adaptarse a los tiempos, pero no sustituirla por lo que los tiempos dicen, al menos si lo que pretendemos es hacer a los hombres menos desgraciados y más conscientes de su papel en la sociedad y las relaciones con sus semejantes. Una vez apartada la fe, o sustituida por becerros de oro, solo nos quedan los valores básicos de la convivencia y la estética social, eso de saludar, sonreír, no mentir, la solidaridad, la amabilidad, etc… que hacen la vida más llevadera, incluso agradable. Cuando eso tampoco existe, comenzaremos a dentelladas entre nosotros y amargarnos la vida, que, por cierto, es con certeza lo único que tenemos.

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