“Los modelos neoliberales tratan de engañarnos afirmando que la única forma de ser ricos y poderosos es siguiendo de forma radical las leyes del mercado con una competencia sin trabas”

OPINIÓN. 
Piscos y pegoletes
. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA


23/02/23. 
Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre poder y felicidad: “Si nos paramos a pensar, la verdad es que el poder es preciso, a pesar del ideal anarquista, y por ende la riqueza, que va siempre de la mano del poder, hasta para alcanzar...

...la felicidad, o al menos una parte de ella, por lo que no podría decirse que nos hallamos ante dos opciones incompatibles”.

La riqueza y el poder frente a la felicidad y la tranquilidad de conciencia

“Si todo es lucha por el poder, el mundo se convierte en un entorno feroz. Por eso yo pienso que hay que reivindicar la idea de felicidad, el universalismo, la Ilustración y su gran progreso”
José Antonio Marina

La frase de uno de nuestros más brillantes filósofos nos vuelve a plantear la dicotomía poder y felicidad como dos antimonios de la sociedad actual. Si nos paramos a pensar, la verdad es que el poder es preciso, a pesar del ideal anarquista, y por ende la riqueza, que va siempre de la mano del poder, hasta para alcanzar la felicidad, o al menos una parte de ella, por lo que no podría decirse que nos hallamos ante dos opciones incompatibles.

Pero los modelos neoliberales tratan de engañarnos afirmando que la única forma de ser ricos y poderosos es siguiendo de forma radical las leyes del mercado con una competencia sin trabas. Lo que estamos viendo es que una actitud vital como esta está más cerca de llevarnos a una sociedad miserable y unos ciudadanos desgraciados, llenos de angustias y ansiedades, que a una arcadia feliz.


En la ilustración, una época, sin duda de grandes guerras, el ideal humano era la sabiduría y la belleza, y aunque no sin dificultades también se avanzaba en el progreso científico. Era una época de feliz esperanza, a pesar de las tragedias presentes, se confiaba en alcanzar la grandeza, pero siempre mediante el humanismo y la espiritualidad, no del materialismo y la producción.

En esa época la vida activa y contemplativa se complementaban, por un lado, en el ámbito científico y espiritual y el otro, en el comercio y la guerra, pero existía una relación enriquecedora entre ambas. En la actualidad la vida contemplativa casi no existe en el plano espiritual, y se limita más a los enfoques aplicados en el científico.

En cuanto a la vida activa se centra en el trabajo y en el ocio activo, carente ambos de reflexión y, sobre todo, de proyección de acciones heroicas en el sentido de Heidegger. Estamos en la sociedad del “cansancio”, llena de movimiento y vacía de reflexión con lo que esto puede significar en la generación de nuestra propia decadencia.

Y es muy difícil de llegar sin reflexión y contemplación a lo que podríamos llamar “tranquilidad de conciencia”, tanto social como individual, de ahí las excrecencias de angustia y desesperación, violencias y suicidios que estamos padeciendo. Es necesario cambios, pero también saber a dónde vamos y como debemos hacerlos. Yo diría que estamos a tiempo de parar y mirar hacia dentro de esta sociedad. “Contemplarla” para luego poder “actuar” sobre ella ante la amenaza de un vértigo imparable que nos destruya como sociedad y como hombres en poco tiempo.

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