“Sería mejor como dice Saramago en sus Cuadernos de Lanzarote que reconozcamos nuestro racismo y lo reduzcamos a unos límites mínimos, y, sobre todo no trascendentes ni importantes para nadie”

OPINIÓN. 
Piscos y pegoletes
. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA


01/06/23. 
Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el racismo: “Ni en este país, ni en cualquiera del mundo que llamamos civilizado (u occidental), es admisible insultos de este tipo referidos a la raza, religión, sexo o procedencia...

Por lo tanto, las personas que los reciben deben de estar protegidas jurídicamente y las autoridades protegerlos y sancionar esas conductas”.

A propósito de Vinicius: Prudencia y dignidad

“Dentro de poco las personas inteligentes tendrán que callar para no molestar a los tontos que quieren ser oidos”
Ernesto Sábato

En este país capaces de montar tsunamis en un vaso de agua, ha saltado en los últimos días el caso del racismo, y además en el futbol, caja de resonancia de cualquier acontecimiento racional, cuando un joven jugador de futbol de un equipo de élite y de una calidad comprobada, se ha enfrentado de frente a aficionados que le han lanzado insultos racistas, es decir le han llamado negro, que lo es, acompañado de otros epítetos insultantes y con intenciones de ofenderlo.

Evidentemente se ha liado. Unos exigiendo poco menos que la ejecución sumaria de los insultantes, otros inculpando al propio insultado de provocar esta situación. Convendría pensar sobre una serie de cuestiones de importancia capital para esta polémica.

En primer lugar, ni en este país, ni en cualquiera del mundo que llamamos civilizado (u occidental), es admisible insultos de este tipo referidos a la raza, religión, sexo o procedencia. Por lo tanto, las personas que los reciben deben de estar protegidas jurídicamente y las autoridades protegerlos y sancionar esas conductas. No es válido bajo ningún concepto argumentar que lo mejor es no hacerles caso para así no provocar más reacciones que siempre serán proporcionales a la calidad de su juego. Sería inimaginable mirar a otro lado en las agresiones de género para evitar que estas aumenten, como ha ocurrido alguna vez que otra.


No es de recibo ser prudente renunciando a la dignidad y derechos a que todo ser humano tiene derecho según la declaración de 1947.

Otro tema, no por más sutil menos importante, y que está en la base de esta polémica es si realmente los españoles de entrada, somos racistas, o, tema más preciso, si actuamos como tales. Podemos sentir rechazo a la gente gorda, alta o negra, sin que por ello la discriminemos en el trato o en el trabajo, y mucho menos pongamos en cuestión sus derechos. Otra cosa sería si la elegiríamos como pareja (recuerden la película “adivina quien viene a cenar esta noche”. Sería mejor como dice Saramago en sus Cuadernos de Lanzarote que reconozcamos nuestro racismo y lo reduzcamos a unos límites mínimos, y, sobre todo no trascendentes ni importantes para nadie.

En este extremo sería bueno recordar los razonamientos de Pérez Reverte sobre las posibilidades de “convertir” a otras civilizaciones o culturas a nuestros valores, por muy reconocidos que estén en la Declaración de los Derechos humanos. Estos son procesos de autoconvencimiento que solo se dan a largo plazo y de grandes costos si se intentan imponer de inmediato.

El racismo en España, que se mantuvo siempre respecto a las minorías, solo desaparecerá con el roce cotidiano y, desde luego, con la debida cobertura legal.

Para mi, desde luego, ese muchacho hace muy bien en enfrentarse a los insultos racistas, sobre todo por defender su dignidad, que es como la honra, una de las razones por las que uno puede entregar la vida.

Puede leer aquí anteriores artículos de Enrique Torres Bernier