“La mejor manera de evitar la lucha armada entre naciones es fomentar los procesos de integración, de manera que los enemigos tradicionales estén políticamente implicados económica y políticamente en problemas comunes”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
19/10/23. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las guerras: “Se me podría argumentar que siempre los hubo, pero eran guerras controladas y lejanas, con capacidad de daño limitado. Pero ahora hay un cambio de escala. La guerra rusa ucraniana y...
...la de Hamas e Israel no solo están más cerca, sino que por todas las opiniones pueden provocar una serie de efectos en cadena que terminen siendo devastadores para toda la humanidad”.
El derecho a la paz, como principio ante la guerra
“Los conflictos de intereses que surgen entre los hombres se resuelven pues, en principio, por la violencia. Así sucede en todo el reino animal, del que no podría excluirse al hombre”
Sigmund Freud
Llevamos más de un año, oyendo tambores de guerra cerca de nosotros. Se me podría argumentar que siempre los hubo, pero eran guerras controladas y lejanas, con capacidad de daño limitado. Pero ahora hay un cambio de escala. La guerra rusa ucraniana y la de Hamas e Israel no solo están más cerca, sino que por todas las opiniones pueden provocar una serie de efectos en cadena que terminen siendo devastadores para toda la humanidad.
La guerra ha existido desde los orígenes de la humanidad, pero no el estado de guerra, es decir que el mundo, o sus fuerzas más significativas estén en guerra.
De hecho la primera gran guerra fue la de los cien años, a caballo entre los siglos XIV y XV, y aunque fue entre rancia, Inglaterra y Holanda, se puede considerar que era en el escenario del mundo más civilizado, con permiso del imperio otomano.
Después vinieron las que se llamaron las dos guerras mundiales en las que intervinieron los principales países europeos y Estados Unidos, aunque arrastraron a los espacios colonizados por todos ellos.
El aumento de la capacidad destructora de las armas, en especial de la energía atómica, a partir de la Segunda Guerra Mundial, pareció que frenaría, y de hecho hasta ahora así ha sido, la posibilidad de un nuevo gran conflicto armado, llamando a esta situación de equilibrio inestable la Guerra fría.
Ante los últimos acontecimientos muchos nos preguntamos si en realidad la guerra es algo consustancial con la humanidad y que es absurdo intentar evitarla. Yo al menos, no lo creo y considero que evitarla es una obligación de todos nosotros, pero es evidente que eso parece muy complicado.
En la antigüedad las guerras se decidían según la fuerza de los contendientes, basándose esta en el número de combatientes, las armas usadas y su preparación para el combate. Pero incluso en esta época se podía acudir al juicio de dios, para evitar muertes y sufrimientos, aunque también en este caso rara vez se respetaban los resultados.
Por otro lado, las razones para ir a la guerra, aunque fueran por ofensas como el rapto de Helena, o por ideologías o religiones, siempre había detrás intereses económicos y deseos de poder de los poderosos, como controlar el comercio de los “pueblos del mar”, o apoderarse de los recursos o riquezas del otro.
Por lo tanto, para empezar a actuar, para solucionar la violencia que nos lleva a la guerra, habría que comenzar por conciliar posturas cobre los conflictos de intereses y vigilar a los poderosos en sus ansias de poder. Evidentemente esto requiere poderes supranacionales que regulen las relaciones internacionales y un poder judicial en consonancia (ya esto se estuvo tratando tras la primera guerra mundial).
Personas con buena voluntad como el presiente Wilson lo intentaron (Sociedad de Naciones), pero los propios mandatario del resto de las naciones lo impidieron, como si estuvieran deseando volver a lanzarse a la lucha de unos contra otro, tal como lo hicieron al poco tiempo sembrando de sangre y dolor buena parte el mundo.
A esto se agregó la expansión capitalista basada en la fórmula de destruir para crear, apoyada por la fuerza del capital.
Evidentemente mala perspectiva tiene el futuro del mundo si no sabemos parar este bucle, al que hay que añadir la capacidad de destrucción de las armas nucleares y el peligro permanente de los fanatismos nacionalistas y religiosos.
La nación es un invento del estado moderno mediante el cual unifica un territorio, en muchos casos sin uniformidad étnica ni histórica, y lo utiliza para los propios fines de los grupos de poder existentes en el mismo, que así tratan de crear una identidad entre las personas que en el viven mediante símbolos y mitos y usarlo para sus propio enriquecimiento y expansión de sus ansias de poder.
La lucha entre las diferentes naciones, impulsadas por sus burguesías están en el origen de las guerras del SXX. La heterogeneidad de los grupos y espacios existentes dentro de las mismas naciones es también un origen de conflictos, muchas veces con consecuencias peores que las de los propios nacionalismos.
De otro lado, las religiones han sido también pretexto para las luchas entre naciones por eso de que, mi Dios es el verdadero y el tuyo no, incluso dentro de la misma religión hay en momentos históricos casos en que un mismo dios bendice las armas de los don ejércitos oponentes. Como en los nacionalismos, también en las religiones existe una lucha por el poder, que incluye, em este caso a las mentes y a los corazones.
La mejor manera de evitar la lucha armada entre naciones es fomentar los procesos de integración, de manera que los enemigos tradicionales (es tradición que el peor enemigo es el vecino) estén políticamente implicados económica y políticamente en problemas comunes. La UE es un caso paradigmático. Tal vez esto sea un problema de etapas y hay que esperar que estas mismas tendencias se reproduzcan en otras áreas geopolíticas.
En cuanto a los temas religiosos está probado que la secularización de los estados, es decir la separación del poder civil del religioso, lleva a un segundo plano los conflictos entre religiones y sus consecuencias, llevándolos a la esfera del poder judicial.
De todos modos no es algo fácil de resolver. Las amenazas de guerra siguen en el aire y solo el riesgo a una destrucción total de la humanidad, al menos según la conocemos actualmente, parece que pueda parar a las locuras de los más inhumanos de los humanos.
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