“Sin duda alguna, el amor es la pieza clave y el enigma de ese misterio que es la vida. Junto con la razón, hemos llegado a ser lo que somos”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA26/10/23. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre los amores: “El mantener una relación que, sin abandonar la pasión, busque cada uno el bien del otro, con respeto mutuo a las decisiones de cada uno y se disfrute de la mutua compañía,...
...sería un logro que en este mundo de tribulaciones sin fin, nos ayudaría mucho a lograr la serenidad de espíritu”.
El buen amor
“El amor es sinrazón y desatino
es el ir y el venir de la marea
reinventarse a Calixto y Melibea
y buscarle las vueltas al destino”
Sin duda alguna, el amor es la pieza clave y el enigma de ese misterio que es la vida. Junto con la razón, hemos llegado a ser lo que somos. Sin embargo, es algo suficientemente complejo que no se deja ni abarcar en una definición ni entenderlo plenamente. Lo que si es cierto es que está en el centro de nuestra vida y que hay muchos modos de interpretarlo ya que se presenta de muchas formas.
Tal vez la más corriente es la que se identifica con la pasión y el sexo, principio además de la reproducción de la raza humana. Cuando la pasión es muy fuerte puede llegar el desvarío, arrinconando a la razón y deformando la realidad. Es cuando se dice que “vemos por los ojos de la otra persona”. Es tan fuerte que suele venir con fecha de caducidad. Si la pareja es capaz de superar los problemas que este torbellino produce, suele sustituirse por otra forma de amor que es el afecto, más sereno y estable, incluso, después al final de la vida puede llegar la adoración, un amor que tiene mucho de embeleso y nada de pasión.
Pero existen también otros amores. Uno muy citado y enaltecido es el que se corresponde con la amistad, muy encarecido entre los filósofos, que suele ser desinteresado y nacer en la juventud, y que no necesita de presencia continua, pero que suele perdurar hasta la muerte. Una cosa que siempre me admiró en este tipo de amor es que no necesita apenas comunicación. Lo que más se aprecia de los amigos son los largos y satisfactorios silencios.
Otro amor de orden superior, este reservado al género femenino, es el amor de madre. Es un amor cuya principal característica es que no se cansa y es capaz de superar todas las barreras.
Es evidente que existen muchos más tipos de amores, pero quisiera hablar de uno que suele comentarse el amor bueno. En una época en que el amor se trata como un contrato o como una inversión (el amor líquido de Bauman) y que se habla de las relaciones libres o abiertas, el mantener una que, sin abandonar la pasión, busque cada uno el bien del otro, con respeto mutuo a las decisiones de cada uno y se disfrute de la mutua compañía, sería un logro que en este mundo de tribulaciones sin fin, nos ayudaría mucho a lograr la serenidad de espíritu. Por eso le llamo el amor bueno, porque se basa en una relación de bondad, sin deseos de posesión total, ni de exclusividad, ni injerencias y presiones.
Puede leer aquí anteriores artículos de Enrique Torres Bernier