“La mayor capacidad de la población para afrontar su “modo de vivir”, implica desde luego mayores conocimientos filosóficos, o si se prefiere, mayor preparación para enfrentarse a los temas principales de la existencia”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
09/05/24. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la filosofía de vida: “Otro tema a tener en cuenta es la posibilidad de que uno “cambie” a lo largo de su vida de modo de vivir, es decir decida por un cambio en la visión del mundo, o de filosofía...
...de la vida si se prefiere, cambiar sus objetivos y justificaciones de su existencia. Esto suele ocurrir por el “descubrimiento de la verdad”, una auténtica “conversión”, o por un cambio de intereses (esto más frecuente)”.
El modo de vivir
“El arte de la vida viene a ser la aplicación sistemática de toda nuestra actividad con sus diversas facultades a la consecución de nuestro destino”
Francisco Giner de los Ríos
Desde esta página de colaboración hemos reflexionado sobre el modo de vivir de las personas, bajo la idea de que la vida es algo que nos viene dado a los seres humanos y que existen dos caminos, uno, dejarse vivir, y otro adoptar unos principios, evidentemente no inamovibles, según los cuales vivir la vida. Esto sería buscar una explicación y coherencia a nuestra existencia que al menos desterrara la angustia que significa “la mano que mece la cuna” de Nabokov y, al mismo tiempo, poder trazar caminos de futuro en nuestra existencia.
Todos los filósofos han intentado resolver estas incógnitas que en realidad son situaciones irresolubles en su esencia, dotándonos de sistemas de comprensión ante la gran pregunta de la razón de nuestra existencia. El hombre de la calle, aun “dejándose vivir”, ha tenido también unas referencias de conducta, más basadas en la tradición o en las creencias religiosas (ambas muy unidas), que le servían para no hacerse grandes preguntas. El problema es que cuando aparecían problemas existenciales, ya individuales o sociales de cierto calado, estas reglas de andar por casa saltaban por los aires y no servían para solucionar nada, apareciendo las crisis devenidas de la anomia.
La mayor capacidad de la población para afrontar su “modo de vivir”, implica desde luego mayores conocimientos filosóficos, o si se prefiere, mayor preparación para enfrentarse a los temas principales de la existencia, pero si hay algo claro en la sociedad actual y por deducción a la venidera, es el mayor interés por la preparación técnica y tecnológica de sus componentes, que por la filosófica. Esto posiblemente los haya más eficaces, incluso ricos, pero también menos felices y más insatisfechos.
Es cierto, como dice Ginés de los Ríos, que vivir se hace más gozoso cuando todos nuestros recursos y voluntades los orientamos a la consecución de nuestro destino, si este es debidamente reflexionado como razón de vida, pero también que somos nosotros los que debemos de elegir como hacerlo, y esto de un modo satisfactorio para nuestros principios, no solo para nuestros intereses. Y esto, inevitablemente, lleva a la implicación de la ética en el cuadro de mandos de la vida propia.
Otro tema a tener en cuenta es la posibilidad de que uno “cambie” a lo largo de su vida de modo de vivir, es decir decida por un cambio en la visión del mundo, o de filosofía de la vida si se prefiere, cambiar sus objetivos y justificaciones de su existencia. Esto suele ocurrir por el “descubrimiento de la verdad”, una auténtica “conversión”, o por un cambio de intereses (esto más frecuente). Esto supone cambios en la forma de vida, pero implica igualmente la “la aplicación sistemática de toda nuestra actividad… a la consecución de nuestro destino”.
A pesar de todo, siempre implica una cierta coherencia entre modos de actuar y objetivos que se persiguen, lo que implica a su vez la adscripción a una filosofía de la vida en concreto.
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