“Estas nuevas “extremas derechas” son, como ya ha dicho algún preclaro periodista, grupos de energúmenos (…) ‘Persona que habitualmente se comporta de manera airada o violenta’”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
27/06/24. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre “el auge de las extremas derechas, y al mismo tiempo, su fractura en agrupaciones caricaturescas, casi cercanas al esperpento, que no nacen de un tradicionalismo más o menos trasnochado,...
...sino más bien de falacias, noticias tergiversadas, o ideas oníricas como las teorías conspirativas y negaciones de la evidencia”.
¿Quién creó al monstruo?
“Pero son los de ultraderecha los que se han impuesto, cada vez más agresivos, más racistas, más demenciados. Cuanto más brutos se vuelven, menos los entiendo, su reacción me parece más desproporcionada y percibo su rabia más ridícula y sobreactuada”
Sergio del Molino
Uno de los fenómenos de las elecciones europeas más comentado, que podríamos atribuir a la deriva electoral en general, es el auge de las extremas derechas, y al mismo tiempo, su fractura en agrupaciones caricaturescas, casi cercanas al esperpento, que no nacen de un tradicionalismo más o menos trasnochado, sino más bien de falacias, noticias tergiversadas, o ideas oníricas como las teorías conspirativas y negaciones de la evidencia, pero que son seguidas por unas minorías abundantes de votantes.
Estas nuevas “extremas derechas” son, como ya ha dicho algún preclaro periodista, grupos de energúmenos. Si acudimos a los significados que esta palabra tiene en nuestro idioma nos encontramos principalmente con dos, “Persona que habitualmente se comporta de manera airada o violenta” y “persona poseída por el demonio”. La primera encaja más con estos grupos que siempre se sitúan en unas posiciones radicales y con actitudes agresivas, especialmente contra aquellos que consideran origen de los males del país.
Hay dos preguntas importantes ante este hecho. ¿Por qué la aparición de estos grupúsculos y cuál es su importancia y su proyección de futuro?
En la aparición de estos grupos nuevos intervienen varios factores. Primero la facilidad que las redes sociales suponen para su formación. No quiere decir esto que cualquiera pueda crear un grupo político extremista, pero que con “un manual de instrucciones” y un capital mínimo, se puede hacer en un tiempo no superior a una cita electoral.
En segundo lugar la no respuesta de los sistemas democráticos a la peticiones y necesidades de una parte de los votantes que se consideran defraudados con el sistema en su conjunto y que están dispuestos a prestar oídos a quien les oferte soluciones inmediatas a sus demandas.
Es evidente que muchas de esta peticiones pueden estar fuera de la lógica del propio sistema democrático (igualdad hombre – mujer), incluso ir contra los derechos humanos (prohibición del aborto). En estos casos podrían considerarse grupos antisistema. Pero sobre todo lo que más llama la atención es su desconocimiento de la realidad en que viven y de su complejidad, lo que lleva a ridículas interpretaciones de la misma. En otras palabras, la incultura de esos colectivos que lleva a conclusiones irreflexivas y el vivir en un mundo artificial donde se toman decisiones irreales.
Por último, aunque no tengo datos pormenorizados de estos grupos, solo que en su composición predominan los jóvenes, deben ser personas poco pensantes, es decir no reflexivas, lo que en otros tiempos podríamos llamar “incultas”, es decir incapaces de entender los movimientos feministas y la necesidad de inmigrantes en las economías desarrolladas.
En cuanto a su desarrollo y futura importancia, hay que distinguir entre los “nostálgicos” que persiguen retrotopías imposibles, solo imaginables en caso de debacle social y estos otros, “exóticos”, de principio inasociables con los anteriores, a no ser por una táctica coyuntural, y que deberían desaparecer por su debilidad ideológica y falta de sentido.
Sin embargo poco se habla de otro tema que da pie a la aparición de dislates democráticos y es la mitad de la población “no votante” que da pie a pensar en que las mayorías no son tales. Tal vez deberíamos pensar como ya propuso en profesor Lizcano en instituir en los parlamentos los “escaños vacíos” y que visualizará aquella parte de la población que no está conforme con el sistema o no le importa lo que pase.
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