“Quiso seguramente quedarse dormido para siempre en esos días luminosos que abrieron sus sentidos a la vida. Porque a los más grandes se les arrebata la tranquilidad de la buena muerte”

OPINIÓN. 
Piscos y pegoletes
. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA


11/07/24. 
Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre Antonio Machado: “En su amarga marcha hacia el exilio, este hombre “en el buen sentido de la palabra bueno”, este inmenso poeta, cargado con el peso de la derrota de un ideal, la República,...

...como modo de convivencia más justa de los españoles, junto a su anciana madre y su hermano José, solo tuvo fuerzas y gracias a su amigo Corpus Barga, para llegar a Colliure para morirse en una cama de pensión”.

Estos días azules y este sol de la infancia

“Estos días azules y este sol de la infancia”
Antonio Machado

En su amarga marcha hacia el exilio, este hombre “en el buen sentido de la palabra bueno”, este inmenso poeta, cargado con el peso de la derrota de un ideal, la República, como modo de convivencia más justa de los españoles, junto a su anciana madre y su hermano José, solo tuvo fuerzas y gracias a su amigo Corpus Barga, para llegar a Colliure para morirse en una cama de pensión. En sus bolsillos encontraron un papel con la frase que da título a este artículo. Ese Corpus, que supo ver la miseria del campo andaluz en una tierra rica pero inhóspita y maltratada por los hombres, los Pedroches y la Estepa extremeña.

Algunos creen que evocaba sus memorias sevillanas, aquellas del patio y el limonero. De hecho su madre, que le acompañaba, camino del destierro y de la muerte, en una angustiosa frase preguntó “cuanto queda para llegar a Sevilla”.


En estas situaciones de desesperada angustia uno se vuelve hacia lo más querido, la infancia y las imágenes que la acompañaron. Quiso seguramente quedarse dormido para siempre en esos días luminosos que abrieron sus sentidos a la vida. Porque a los más grandes se les arrebata la tranquilidad de la buena muerte. Algunos días me acuerdo de su figura y me atrevo a cantar, con permiso de Serrat y de Alberto Cortés, alguno de sus poemas llenos de ternura y verdad.

Ahora que estoy en la cola de salida del espectáculo apasionante y bochornoso que es la vida, también me agarro a los azules del campo donde vivo, a sus flores, sus pájaros y sus aromas, intento llevarme racimos de alegría, no se donde, no importa, pero irán conmigo. Como conmigo irán los recuerdos de mi familia y de mis amigos. Si algo tengo claro es que a todos quise sinceramente y traté que quererlos bien, más importante que quererlos mucho, cosa que para un ser humano es relativamente fácil.

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