“El planteamiento general, y especialmente la opción por un turismo sostenible, requiere la disminución de la demanda, no seguir creciendo al ritmo y como se está haciendo y fomentando por parte de destinos y empresas”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
31/10/24. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el turismo: “La masificación del turismo, facilitada en buena medida por las economías de escala y nuevos planteamientos de organización y tecnológicos que se produjeron en los campos...
...del transporte y del alojamiento, han llevado a que aparecieran efectos 'no deseados' para los recursos, turistas y residentes, llegando incluso a provocar en los colectivos que se ven afectados reacciones en contra del turismo y los turistas”.
Viajeros y turistas. El turismo como foco de intereses y conflictos. Posibles salidas
“El viajero ve lo que ve y el turista ve lo que ha venido a ver”
Chesterton
A esta sutileza de Chesterton, tendríamos que añadir en el campo del turista, lo que ha venido a sentir, incluso a vivir, ya que sus motivaciones para el viaje, son cada día más amplias y abarcan más sentidos, aparte de la vista.
La masificación del turismo, facilitada en buena medida por las economías de escala y nuevos planteamientos de organización y tecnológicos que se produjeron en los campos del transporte y de el alojamiento, (low cost, grandes aviones y hoteles,…) , han llevado a que aparecieran efectos “no deseados” para los recursos, turistas y residentes, llegando incluso a provocar en los colectivos que se ven afectados reacciones en contra del turismo y los turistas.
Esto se ha querido salvar mediante la introducción del concepto de turismo sostenible, expresión esta polisémica y, sobre todo, de difícil concreción y que afecta a los siguientes aspectos del turismo:
1º Efectos sobre el uso y conservación de los recursos.
Hay día cualquier cosa es o puede transformarse en recurso turístico, aunque hay algunos tradicionalmente vinculados al turismo. Para un mejor análisis vamos a distinguir entre materiales e inmateriales, aunque también hay mixtos.
a/ Recursos materiales
Son de lo más diverso, naturales o hechos por los hombres. Hoy día hay que admitir que cualquier recurso debidamente tratado y manipulado, puede ser un producto turístico. Desde un perspectiva tradicional podemos distinguir entre recursos naturales y creados por el hombre. Entre los primeros podemos incluir las costas marítimas, especialmente las playas, y los espacios de valor natural, y entre los segundos los monumentos del tipo que sean y otros objetos dignos de atracción turística, caso de los museos.
Protección y fomento de los recursos materiales
Estos recursos que pueden ser usados y destruidos por el turismo, basta pensar con lo ocurrido con el litoral y sus playas, también tienen fórmulas de protección muchas de ellas experimentadas con éxito.
Es evidente que los dos factores fundamentales para que estos recursos se degraden son su estructura y naturaleza y la intensidad de los flujos de demanda. Lo primero es un tema técnico, pero lo segundo, los flujos turísticos que incidan sobre el recurso, dependen del interés del mismo, de su comercialización y facilidades para acceder a él, entre las que está el precio, si lo tuviera.
Aquellos bienes o espacios de fuerte fragilidad y alta valoración social quedarían, o deberían de quedar, fuera de mercado, es decir no podrían visitarse.
Las medidas más frecuente ha sido la política de cupos y de precios. La primera se usa cuando quiere limitarse el número de turistas que visitan un lugar de interés y se calcula en función de la capacidad de carga, sus aforos, tiempo de la visita,…
La segunda se trata de una medida disuasoria de la visita al encarecer el precio de la misma. En este caso podría tratarse de una medida discriminatoria contra los poseedores de rentas bajas, aunque puede compensarse, y de hecho se hace, mediante cupos gratuitos o subvencionados para determinados colectivos.
La efectividad de esta última medida dependerá en primer lugar de la sensibilidad de los potenciales turistas respecto a los precios del bien, que a su vez depende generalmente de su nivel de renta y de la propia singularidad e interés del producto. El uso turístico de estos recursos no solamente lleva a protegerlos, sino a recuperarlos y ponerlos en valor. Esto ocurre con frecuencia con el patrimonio monumental, pero también con el natural.
Las nuevas tecnologías ha facilitado la protección de muchos recursos del mundo del arte y del medio ambiente, por ejemplo los nuevos materiales y sistemas de protección, así como han creado medios para su mejor contemplación y entendimiento, como la realidad virtual o aumentada y las posibilidades que ofrece la inteligencia artificial.
b/ Recursos inmateriales
Estos son aun más difíciles de localizar y clasificar. De un lado tenemos las tradiciones de valor cultural llamadas también usos y costumbres populares, y más concretamente las musicales y de otras artes, muchas de estas manifestadas en festivales (Cosquin) y reuniones que las mantienen en el tiempo (festivales y fiestas). Junto a ellas están otras como las manifestaciones deportivas (olimpiadas, campeonatos y torneos). Las hay también mucho más recientes, y de entidad muy variable (festival de teatro de Mérida, woman…). Actualmente muchas de estas manifestaciones son proyectos de negocios, privados o mixtos, en los que el turismo, por la época o el lugar, juega un importante papel.
Especial referencia hay que hacer el tema del patrimonio gastronómico, que supone una cultura propia de cada zona y está relacionado con los productos locales, la alimentación, la tradición y el paisaje. Hoy en día se ha desatado una auténtica avalancha de oferta sobre este tema. Todo es turismo gastronómico y aparecen productos de todo tipo con base más o menos real, en la comida y sus derivados y complementos.
Como hemos dicho, el carácter inmaterial de los recursos es, normalmente, relativo. La gastronomía de un destino, por ejemplo, es algo inmaterial desde una perspectiva general, ya que se trata del arte de cocinar de determinada forma, pero que, se basa en objetos tan materiales como la comida y la bebida.
En este campo la tradición y la modernidad se amalgaman de tal manera que muchas veces no se sabe distinguir una de la otra en los productos gastronómicos que ofertan a turista y residentes.
Protección y fomento de los recursos inmateriales
En este, como en otros aspectos similares, es conveniente para su conservación y puesta en valor, el impulso de políticas públicas y de la sociedad civil afectada, que aclaren contenidos y variantes de esos recursos. De esta manera se podrán conseguir mejores resultados prácticos y evitar que cualquier cosa se considere recurso turístico. Este sería, por ejemplo en el caso de la gastronomía, la elaboración de un diccionario o enciclopedia de la gastronomía de la zona.
En este apartado se ha desarrollado una polémica si estos recursos basados en el patrimonio inmaterial es lícito que sean recuperados para el negocio turístico. Esta discusión, muy relacionada con el tema de la “autenticidad”, lo que si parece claro es que si hay patrimonio inmaterial de probado interés que se pierde porque no tiene sentido o interés en el modo de vida actual, puede mantenerse con el apoyo y aportes económicos del turismo (sería, por ejemplo, como reproducir o momificar las tradiciones) es algo positivo aunque sea a costa de su autenticidad.
2º Efectos sobre los residentes
En su formulación más primitiva, el turismo se consideró una actividad especialmente adecuada para el desarrollo de las zonas con menos rentas. Sus razones eran simples, se trataba de una actividad intensiva en mano de obra no cualificada, sin barreras tecnológicas para su implantación y con efectos difusores sobre otras actividades como la construcción y la agricultura. Además en principio podía usar las infraestructuras existentes en la zona y crear otras nuevas que la favorecieran. Pero lo cierto es que esas hipótesis de partida desaparecieron transformándose en una actividad que exigía cada vez mayor cualificación, aplicación de nuevas tecnologías y con cada vez mayor dependencia de los mercados exteriores.
Aparte, no se consideraban apenas los efectos negativos tanto sobre el medio ambiente como sobre la sociedad afectada. El “despojo” de los recursos naturales, la imposición de nuevos “patrones de vida”, esto puede verse desde ópticas diversas, y la ocupación de espacios públicos y privados por parte del turista, son los efectos que pueden considerarse más negativos por parte del turismo sobre los residentes.
Es evidente que la gravedad de estos efectos negativos sobre los residentes depende de una serie de factores diversos como la localización de la actividad turística (litoral, urbana, rural,…), la intensidad de los flujos de demanda, el grado de desarrollo de la zona receptiva y la cultura y valores del turista. Mientras que en el litoral el turismo ha desplazado a cualquier otra actividad, cuando este no era un espacio vacante de valor casi en exclusiva natural, en el espacio rural, generalmente de menor significado turístico, ha afectado más a las actividades relacionadas con la naturaleza, llegando incluso a recuperarlas, como ha sido el caso del enoturismo.
En ambos casos, turismo litoral y rural, la protección hacia los residentes ha sido normalmente débil, hasta ahora por lo menos, aunque si se ha producido respecto a los espacios con valor ambiental. Si se dio preocupación por la población de esto espacios ha venido más desde otras perspectivas sectoriales, como la agricultura o la pesca, y también desde las perspectivas demográficas y de la sostenibilidad.
Más complicado resulta los efectos del turismo en los espacios urbanos, cuyo crecimiento ha dado lugar a la turistificación y la gentrificación, actuando esto sí, sobre los residentes de modo negativo mediante la ocupación de los turistas de los espacios comunes (espacios públicos) que estos usaban y gozaban habitualmente, y privados, donde residían (ocupación de sus viviendas para uso turístico) mediante el desplazamiento a otros lugares no tan demandados por el turismo. Todo esto además se ha traducido en una subida de precios, muchas veces incompatible con la realidad económica de los residentes.
Es evidente que estos conflictos entre turismo y conservación de los recursos, o bienestar de los residentes, o con una nueva nomenclatura, el desarrollo sostenible, siempre han existido, pero con mucha menor intensidad y con una prepotencia de la actividad turística que, aparte de un fuerte componente especulativo, abanderaba el desarrollo como su señera prioritaria. Por otro lado, el aspecto depredador ha ido un aumento, y también la conciencia de victimarios de los depredados, con el crecimiento imparable de esta actividad.
La explosión de estos conflictos en la calle y en las redes y medios de comunicación, han llevado primero a manifestaciones de los diferentes agentes sobre el reconocimiento del problema y la necesidad de un modo consensuado (gobernanza), de solucionarlo, de modo que todos apuestan por la necesidad de cambio de modelo hacia otro más sostenible mediante políticas planificadoras.
El planteamiento del problema es correcto, pero la solución falsa, o, si preferimos, imposible de llevar a cabo:
1º El planteamiento general, y especialmente la opción por un turismo sostenible, requiere la disminución de la demanda, no seguir creciendo al ritmo y como se está haciendo y fomentando por parte de destinos y empresas. Por mucho que se intenten crear nuevos destinos, mejorar la distribución de los flujos, o desviarlos/disminuirlos mediante tasas y subida de precios, se han mostrado como medidas insuficientes.
2º Las soluciones pactadas, o mejor, “arbitradas” desde las administraciones, son difíciles de tomar ante un mercado muy dinámico y mal o nada regulado.
3º El planeamiento de cara a evitar o al menos disminuir estos conflictos entre residentes y turistas, siendo imprescindible, es difícil de llevar a cabo (como en todo planeamiento urbano), dado que intervienen otras variables como las políticas de vivienda y de servicios públicos, con horizontes temporales diferentes.
Protección de los residentes
Pocas políticas se han hecho para proteger a los residentes de los inconvenientes que a ellos les causa la actividad turística, particularmente de la subida de los precios, especialmente de la vivienda, desaparición de comercios tradicionales, la masificación de los espacios públicos y las externalidades negativas (ruido, suciedad, peleas,…). El problema de la gentrificación y desplazamiento de los vecinos, tiene difícil solución ya que las políticas compensatorias de oferta de viviendas solo pueden actuar a medio y largo plazo, otra cosa es las normativas y tasas sobre las viviendas turísticas en estos espacios que pueden operar de forma disuasoria sobre su uso turístico. No obstante, la alta rentabilidad de los alquileres vacacionales anula la efectividad de muchas de estas medidas.
Hay dos puntos que se deben comentar en este apartado. El primero que los residentes urbanos no solo pueden tener perjuicios con el turismo, sino también beneficios. Me refiero, cuando estos son propietarios de los inmuebles que la actividad turística demanda para su funcionamiento, en especial locales y viviendas. No quiero decir que el desarraigo no se produzca, pero compensado y a veces con alto rendimiento.
Otro tema, esto va también referido al turismo urbano, es la necesidad de que estas actuaciones de protección de los residentes tienen necesariamente que integrarse con las políticas de planeamiento urbano y contar muy especialmente con los planes espaciales de los centros históricos, que contemplan no solo los problemas de uso residencial y de los espacios públicos, sino otros como seguridad, higiene tráfico,…
Hay un tema, muchas veces ignorado peor que para el caso que nos ocupa tiene importancia singular y es la necesidad de que los planeamiento de los espacios públicos de uso turístico se haga mediante operaciones de microcirugía urbana, dando el tiempo necesario a las mismas para llevarlas a cabo, aunque esto suponga ralentizar la dinámica turística de esos espacios (por ejemplo, frenando las autorizaciones de viviendas turísticas), con tratamientos específicos para cada elemento, siempre con criterio de favorecer a los residentes.
3º Efectos con otros turistas
El turismo también puede generar conflictos dentro de su propia área de actuación entre tipologías o grupos turísticos, sobre todo por distintos niveles de renta y de modos de vida. Esto se produce cuando las ocupaciones de los espacios residenciales se hacen con criterios de calidad distintos, llegándose a producir una gentrificación entre grupos turísticos residenciales. En estos casos es el mercado el que “reordena” estos espacios sin intervención de las administraciones.
En conclusión podemos decir que los efectos del turismo tanto sobre las recursos como los residentes, su principal recurso, en esta etapa de turismo de masas pueden llegar a ser bastante perjudiciales siendo en muchos casos difícil la aplicación de políticas correctoras.
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