“Al planeamiento urbano que con avaricia especulativa, dejó construir durante muchos años en zonas de riesgo de inundación”
OPINIÓN. Piscos y pegoletes. Por Enrique Torres Bernier
Profesor del Departamento de Economía Aplicada de la UMA
21/11/24. Opinión. El Doctor en Ciencias Económicas y especialista en turismo y ordenación del territorio, Enrique Torres, escribe en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre la DANA: “Lo único que ahora importa es echarse la culpa unos y otros para desprestigiarse de cara a las intenciones de votos en las próximas elecciones. Si seguimos así nos llegará dentro...
...de menos de lo que pensamos nuestro Trump con su gran hermano, y lo peor es que muchos lo aplaudirán”.
Desastres naturales: desde lo posible hasta lo probable y previsible
La enorme magnitud de la DANA producida a finales de octubre en España, ha provocado una gran cantidad de críticas exigiendo responsabilidades de diverso tipo y grado a los diferentes segmentos de las administraciones públicas. Creo que un simple repaso semántico a los conceptos que se han venido sucediendo aclararía mucho esta cuestión de las responsabilidades.
Que este país nunca tuvo entre sus dones y virtudes el sentido común, o que lo tuvo en pocas personas u ocasiones, es cosa sobre la que no cabe la menor duda, sobre todo si repasamos la historia reciente. Ni sentido común, ni conocimientos sobre el vocabulario y sus significados en español. Ha faltado tiempo después del desastre de la DANA para que políticos, medios, redes, y público en general se lanzaran pidiendo responsabilidades unos y justificando su actuación otros, culpando al de enfrente, incluso a aquellos organismos cuyo cometido es meramente estadístico y cuya actuación está regida por protocolos precisos.
La principal queja que se aduce es que no se avisara a tiempo del desastre que se avecinaba. Como se trataba de un futurible, el avisar o no, dependerá siempre de la certeza de que se iba a producir (la DANA), donde y cuáles serían sus características, especialmente su intensidad. Convendría precisar, entonces en primer lugar si es “posible” que ese fenómeno se dé, en segundo lugar, si es “probable” que se produzca y por último si es “previsible” que ocurra. Para ello contamos, en primer lugar con la experiencia, y cada vez más, con las mediciones científicas que en base a observaciones y datos (estos cada vez más precisos proporcionados por los satélites meteorológicos) proporcionan los distintos observatorios.
Es evidente que no hay aun certeza absoluta aun sobre estos fenómenos, y menos si además queremos saber hora y lugar, pero si tener datos suficientes para tomar las medidas que minimicen sus efectos, lo probable que sea se produzcan y las previsiones que debemos tomar, todo ello dentro de los protocolos que Protección Civil usa para casos de desastre. Y en esto que, unos más que otros han fallado estrepitosamente, ¿cuáles han sido las causas?
En primer lugar la propia intensidad y lo abrupto del fenómeno, hecho inesperado y por lo tanto difícil de responsabilizar apersonas o grupos concretos. En segundo lugar al planeamiento urbano que con avaricia especulativa, dejó construir durante muchos años en zonas de riesgo de inundación. Recuerdo un municipio de la costa de Málaga que en las dotaciones de suelo público de un plan general propuso construir un colegio en el cauce de un barranco aduciendo que “hacía muchos años que no se inundaba”. Por último, la no construcción de las obras e infraestructuras necesarias, muchas de ellas ya previstas, para minimizar los efectos de estos fenómenos.
Pues bien, por lo que parece, lo único que ahora importa es echarse la culpa unos y otros para desprestigiarse de cara a las intenciones de votos en las próximas elecciones. Si seguimos así nos llegará dentro de menos de lo que pensamos nuestro Trump con su gran hermano, y lo peor es que muchos lo aplaudirán. ¡Pobres de nuestros nietos!
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