“Somos pocos los que admitimos que estamos viviendo un colapso. Y, sin embargo, nadie puede dejar de ver las consecuencias de medio siglo de “crecimiento” a golpe de deuda”
OPINIÓN. Las historias que nos contamos. Por Carmen Molina Cañadas
Bióloga y ecologista29/09/20. Opinión. La bióloga Carmen Molina comienza su nuevo espacio de colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com con un texto sobre la crisis global económica y ecológica: “Naciones Unidas decidió dedicar este año 2.020 a la Biodiversidad, ya que nuestra actividad está provocando tasas de extinción abrumadoras, al contar un millón de especies de plantas y animales en peligro de extinción en...
...todo el mundo. Por nuestra causa. Sin embargo, nuestra especie no es dueña de la naturaleza, sino parte de ella. Sabemos que hay una relación indisociable entre los humanos y las redes de la vida. No podemos negarlo con la pandemia que padecemos y las correlaciones entrelazadas”.
La vida en peligro ¿cuestión de tamaño?
Los relatos que nos contamos acerca del mundo y su convulsión global, pueden ser peligrosamente erróneos. Especialmente en un momento que cada vez parece más distópico. ¿Nos atreveremos a corregirlos? ¿Seremos capaces de hacer mejor las cosas?
Decía Paul Kingsnorth que el empuje de la máquina humana -sus dientes y sus piñones, su producción y su consumo, la forma en que convierte la naturaleza en dinero y nombra al proceso “crecimiento”- no va a cambiar de dirección. Pero necesitamos con urgencia que cambie.
Somos pocos los que admitimos que estamos viviendo un colapso. Y, sin embargo, nadie puede dejar de ver las consecuencias de medio siglo de “crecimiento” a golpe de deuda. Incluso viendo cómo se desmoronan las “economías” no se quiere aceptar desde ninguna institución nacional o internacional que el sistema se descompone entre otras cosas porque la organización social está alcanzando unos niveles de desigualdad que rompen todos los diques.
El territorio en que desarrollamos nuestra actividad soporta alteraciones de gran magnitud, cuyos principales causantes y a la vez sufrientes somos nosotras. Naciones Unidas decidió dedicar este año 2.020 a la Biodiversidad, ya que nuestra actividad está provocando tasas de extinción abrumadoras, al contar un millón de especies de plantas y animales en peligro de extinción en todo el mundo. Por nuestra causa. Sin embargo, nuestra especie no es dueña de la naturaleza, sino parte de ella. Sabemos que hay una relación indisociable entre los humanos y las redes de la vida. No podemos negarlo con la pandemia que padecemos y las correlaciones entrelazadas.
La crisis global en que estamos inmersas es de “crecimiento”. La escuela neoliberal dirá, que de escaso crecimiento, pero en realidad lo es de exceso. Los bancos, en la anterior crisis, eran de tal tamaño y poder que su quiebra hubiera arrastrado toda la economía global. Se les inyectó enormes cantidades de dinero público, en un intento de evitar el desastre. Las grandes corporaciones han crecido hasta arrollar a las democracias y crear una plutocracia global que no se sabe bien a qué intereses sirve. Con lo que llevamos de 2.020 deberíamos “caernos ya del guindo” tras la experiencia con la pandemia, de la que saldremos muy maltrechos. Pero no. Apenas pasada la desescalada, vuelta a pretender crecer cuando estamos tocando los límites hace tiempo. Sirva de reciente ejemplo en nuestro país la fusión de dos bancos (Bankia y CaixaBank) que acaba siendo la mayor entidad bancaria en España. Eso significa que no somos capaces de acabar con el paradigma del crecimiento. La privatización de Bankia y su fusión con CaixaBank va en la dirección de fortalecer el pensamiento dominante sobre la necesidad de crecer. Tal fusión refuerza todavía más la concentración bancaria y el excesivo poder político y mediático de la banca privada, la más extensa en términos proporcionales y la más poderosa de todas las bancas en la Unión Europea, como ha afirmado Vicenḉ Navarro en reciente tribuna en Público.es https://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2020/09/17/lo-que-no-se-dice-sobre-la-privatizacion-y-fusion-de-bankia-con-caixabank/ donde además hace un excelente análisis comparativo entre banca pública y privada y las consecuencias de elegir una u otra.
Y sobre este dilema se ocupó un economista el siglo pasado, Leopold Kohr, aunque no se le dio crédito a su idea sobre la escala adecuada para abordar los procesos en cualquier sociedad u organización humana. Es el caso en este postrero capitalismo herido de desproporción. Decía: “donde algo no funciona, hay algo demasiado grande”. Según él, los estados pequeños, las pequeñas naciones y economías, son mas pacíficos, prósperos y creativos que los grandes poderes y las superpotencias. Cada vez lo vemos con mas rotundidad.
Según Kohr, los problemas de la sociedad no están causados por una determinada forma de organización social o económica en particular, sino por el tamaño de la misma. Capitalismo, socialismo, democracia liberal… Todos podrían funcionar si mantienen una escala humana. Una escala en que la gente pueda formar parte de los sistemas que les gobiernan. Cuando crecen demasiado, acaban volviéndose opresores. Así, concluía que el problema es el tamaño. Quiso demostrar que cuando alguien tiene demasiado poder, -en el sistema que sea-, abusa de él. Por tanto, proponía que se limitase la cantidad de poder con la que cualquier persona, organización o gobierno pudiera hacerse.
La solución a un problema político por ello, no está en reforzar la unidad, el pensamiento único, la homogeneidad, sino en aumentar la fragmentación. Tamaño y poder en equilibrio. Los estados y las economías pequeñas son mas flexibles, mas capaces de sortear las tormentas económicas y menos propensos al belicismo. Están mas sujetos a la vigilancia de sus gentes. Por lo mismo, también son mas creativos. Y es que lo grande, predijo Kohr, solo puede desembocar en algo aún mayor, pues “…aquello que crece mas allá de unos límites dados empieza a sufrir el problema incontenible de sus proporciones desmesuradas”. Superada cierta barrera, el único rumbo posible es el de acumular mas poder para intentar dominar el poder que ya se tenía. La insistencia en el crecimiento económico al que volvemos una y otra vez, está en esa fase imparable, de crecimiento cancerígeno que nos aboca al colapso.
En Málaga podemos constatar ese desproporcionado gigantismo al que se ha llevado al urbanismo especulativo (desprecio por valores patrimoniales arquitectónicos, rascacielos en el dique de cruceros con serios problemas de corrosión y de todo tipo, rascacielos en Martiricos, cuatro torres en los antiguos suelos de Repsol a pesar del enfrentamiento con plataformas y ciudadanos que piden un pulmón verde en una de las zonas con mas densidad de población de toda Europa…demasiado cemento y demasiado poco verde en una ciudad saturada). También desproporcionado gigantismo en el sector turístico (hoteles –ahora parcial o totalmente cerrados-, muchos, demasiados… saturando todo nuestro litoral, establecimientos de restauración y ocio con un profuso crecimiento tan desmesurado que no aguantará en pie si no reduce su tamaño adaptándolo a una realidad de moderación necesaria…)
A lo largo de la próxima década tenemos que transitar con rapidez hacia un nuevo modelo de prosperidad que proporcione lo necesario, respete los límites planetarios y, sobre todo, se base en la equidad. Pero, sin embargo, parece que la inercia hace que la afrontaremos con mas de lo mismo: una política fiscal inadecuada que no solo mantiene, sino que ahonda la desigualdad, un gobierno global en manos de corporaciones ciegas y en una carrera hacia el gigantismo vendido como progreso, planes de ingeniería climática, que parten de la asunción de que se puede estabilizar el clima sin renunciar al modelo de crecimiento... En definitiva, la máquina del progreso al servicio de un crecimiento inviable.
Conclusión: el gigantismo del sistema global lo llevará con toda probabilidad a derrumbarse sobre sí mismo. Y no sabemos con certeza si el mundo volverá a ser pequeño y libre, después de haber roto los equilibrios de la biosfera y del planeta.
Tenemos escaso margen, pero hay que tomar la decisión global de virar antes de que todo caiga.
Y me niego a ser pesimista respecto a la adopción de decisiones difíciles pero necesarias.
Puede leer aquí anteriores entregas de Carmen Molina:
- 15/09/20 Una reflexión sobre la participación ciudadana en el diseño urbano: El caso del Bosque Urbano de Málaga