"¿En qué forma se puede mejorar la vida colectiva acabando con la subordinación de las mujeres? ¿Cómo se usa y/o malgasta “el poder” en mantener subyugada y en permanente subordinación a la mujer en la sociedad? ¿Qué hacer para que se produzca el cambio? ¿Para que desaparezcan la sumisión y la subordinación de la mujer?"
OPINIÓN. Las historias que nos contamos. Por Carmen Molina Cañadas
Bióloga y ecologista
25/11/20. Opinión. La bióloga Carmen Molina escribe, en su colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, un texto para leer este 25N, 'Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer': "El utópico objetivo es dar un vuelco a la organización social que nos ha mantenido aprisionadas en roles de subordinación a lo largo de la historia, y perduran hasta hoy porque el sistema necesita...
...mantenernos en situación de injusta precariedad y de sometimiento".
#25Nov. Demandando una transformación de la realidad, opresiva y violenta contra las mujeres, para transmutarla en armoniosa para todas
Historias de feministas y feminismos, adjetivados de formas diversas, todas conocemos unas cuantas.
Historias conocidas de abusos del sistema “patriarcal”, sobre todos los ámbitos de la vida de las mujeres, (ese sistema que ha organizado la sociedad reservando la autoridad exclusivamente al hombre). Historias de cómo afrontamos esos abusos como colectivo y como mujeres individuales también, de cómo vivimos, procesamos o nos adaptamos a las pautas y patrones de comportamiento que se nos quieren imponer y de hecho se nos han impuesto desde hace centurias. De todo eso hablaremos y oiremos hablar hoy con profusión. Hoy 25 de noviembre, día en que la comunidad internacional quiere dedicar el día a la eliminación de la violencia contra la mujer.
El objetivo que entiendo primordial del feminismo es lograr la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y eliminar la dominación y violencia ejercida por hombres sobre mujeres, en el entendido de que el sistema político, social y económico que nos gobierna es profundamente “patriarcal” y por ello causante de la desigualdad estructural que un día como hoy, denunciamos con fuerza, y lo seguimos haciendo el resto de días del año. Y con la esperanza de que cambie esta realidad para todas las féminas porque ello querrá decir que hemos conseguido una sociedad mas justa y feliz.
Asumiendo que todo lo personal es político, entramos como mujeres ideológica y políticamente armadas, a dar, cada cual su batalla, en los ámbitos y entornos en que transcurre nuestra actividad diaria. Queremos entender el mundo tal y como está configurado y queremos saber por qué se ha organizado precisamente así, según la voluntad patriarcal. Porque solo entendiendo sus mecanismos lograremos cambiarlo. ¿En qué forma se puede mejorar la vida colectiva acabando con la subordinación de las mujeres? ¿cómo se usa y/o malgasta “el poder” en mantener subyugada y en permanente subordinación a la mujer en la sociedad? ¿Qué hacer para que se produzca el cambio? ¿Para que desaparezcan la sumisión y la subordinación de la mujer?
Las mujeres nos hemos visto empujadas a reivindicar derechos, crear redes y subvertir la marginación política y social a lo largo de la historia. Queremos construir un futuro mejor, y no solo para nosotras.
Afirman en el Manifiesto de las Mujeres de la Vía Campesina: “…Unidas ante el imperativo ético y político de defender el derecho a la alimentación, la agricultura campesina, la defensa de la biodiversidad, de nuestros bienes naturales y la lucha por poner fin a la violencia en todas sus expresiones, agudizada ante este sistema económico capitalista y patriarcal.”
Conectan así, estas mujeres, en este párrafo, la crítica feminista en el mundo campesino, con la crítica a la dominación capitalista que causa todo tipo de violencia contra la mujer y contra la naturaleza.
Se trata de batallar a diario por la defensa de los espacios y los cuerpos, por la defensa de la tierra, contra el saqueo y la devastación que provoca el capitalismo -que se acompaña y sustenta en un ideal patriarcal-, solo preocupado por hacer girar la rueda del mercado, -oferta y demanda- como fin último y absurdo. ¿El medio para conseguirlo?, subyugando y oprimiendo a la mitad femenina de la humanidad, las mujeres; además de a colectivos artificialmente clasificados para poder señalarlos, denigrarlos y explotarlos mejor. Es decir, se trata, desde el feminismo, de cómo lidiar con los problemas más acuciantes de nuestro tiempo, que son los problemas causados por el capitalismo global, que se ensaña especialmente con las mujeres, sirviéndose del modelo patriarcal para perpetuar privilegios.
A estas alturas, son más que evidentes los efectos del neoliberalismo en el género; así como las interrelaciones entre desarrollo, crisis socioeconómicas, subordinación femenina y género.
Dado que el capitalismo global es un problema cada vez de mayor calibre, y sus crisis aumentan en número e intensidad, habrá que desconfiar de medidas que se propongan para integrar a las mujeres en los procesos de crecimiento económico: la única solución viable para acabar con la explotación y abuso sobre ellas, es un cambio socioeconómico en gran escala. O, dicho de otra forma, las tesis feministas no son compatibles con el capitalismo, ese que está dando la penúltima vuelta de tuerca a la explotación masiva de la biosfera y recursos materiales y humanos.
El feminismo político lucha por mejorar el futuro del mundo y no puede encerrarse en una estrategia única, sino ser un movimiento amplio que articule las batallas contra las diferentes facetas de la injusticia de género: políticas, culturales y socioeconómicas. Esto precisa de un esfuerzo colectivo. Porque la precarización de la vida en general se ceba con especial intensidad en las mujeres, generando una vulnerabilidad que no debe ser aceptada en ningún caso.
Por tanto, como todo lo personal es político y el feminismo es ambas cosas, trabaja en la formulación de alternativas políticas y económicas al neoliberalismo. La economía feminista es buena prueba de que, para acabar con el neoliberalismo hay alternativas. Y en ese sentido, hay que mantenerse alerta, para evitar el riesgo de entrar en el juego del razonamiento neoliberal o de servir a sus procesos de reestructuración. Además, en una era de redes enmarañadas, que amoldan su cosmovisión a las circunstancias que nos envuelven y que son tan cambiantes, necesitamos un «feminismo fluido», es decir, un feminismo que sea adaptable sin perder su esencia.
En realidad, una tarea colosal en la que andamos embarcadas y cuyo utópico objetivo es dar un vuelco a la organización social que nos ha mantenido aprisionadas en roles de subordinación a lo largo de la historia, y perduran hasta hoy porque el sistema necesita mantenernos en situación de injusta precariedad y de sometimiento.
¡Hacia esa utopía vamos!
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