“A pesar de todo, hay millones de buenas noticias. Klein resalta, por ejemplo, cómo cientos de instituciones han retirado sus inversiones de las empresas de combustibles fósiles, energéticas y automovilísticas”

OPINIÓN. ECOselección BlogSOStenible. Por Pepe Galindo
Profesor de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la UMA


03/02/23. 
Opinión. El profesor de la UMA, Pepe Galindo, comparte en su espacio de colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com textos de su web BlogSOStenible. En esta ocasión hace un resumen del libro de Naomi Klein, ‘En llamas’: “Klein critica ferozmente a los que, negacionistas o no, se ríen de los desastres ambientales. Personajes como Trump o Bolsonaro, o bien como Macron en Francia o Trudeau...

...en Canadá. Estos últimos, a pesar de defender el Acuerdo de París, «riegan de subvenciones, apoyos financieros y licencias a los gigantes de la industria agraria y de los combustibles fósiles que fomentan la crisis ecológica»”.

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Libro ‘En llamas’, de Naomi Klein (resumen)

La periodista canadiense Naomi Klein es la autora de algunos libros emblemáticos para el ecologismo. Entre ellos destacamos La doctrina del shock y Esto lo cambia todo.


En llamas reúne unos textos abrumadores, a la vez que necesarios, sobre las consecuencias de nuestras decisiones políticas y económicas. No es un libro derrotista, sino que ofrece argumentos y alternativas para transformar la crisis ecosistémica actual.

Klein critica ferozmente a los que, negacionistas o no, se ríen de los desastres ambientales. Personajes como Trump o Bolsonaro, o bien como Macron en Francia o Trudeau en Canadá. Estos últimos, a pesar de defender el Acuerdo de París, «riegan de subvenciones, apoyos financieros y licencias a los gigantes de la industria agraria y de los combustibles fósiles que fomentan la crisis ecológica».

El libro subraya el poco efecto que han tenido las miles de manifestaciones por el clima que se han producido por todo el mundo. Particularmente, desde 2019 muchas de ellas han sido inspiradas por Greta Thunberg, la niña sueca que empezó a manifestarse en soledad ante el parlamento de su país y acabó movilizando a millones de personas. Cuenta, que Greta fue aprendiendo poco a poco sobre la crisis ecológica, los combustibles fósiles, el consumo de carne… hasta que, con once años, cayó en depresión. Le diagnosticaron varios trastornos, como una forma de autismo antes conocida como síndrome de Asperger. Las personas con autismo «suelen tener problemas a la hora de lidiar con la disonancia cognitiva», es decir, con la incoherencia entre lo que sabemos y lo que hacemos, algo exageradamente habitual en el resto de personas. Su deriva consiguió convencer a sus padres para hacerse vegetarianos y dejar de volar en avión (lo cual fue complicado especialmente para la madre, cantante de ópera).

Algunos de los discursos de Greta reflejan su horror ante una verdad científica: «Quiero que sientan pánico. Quiero que sientan el miedo que yo siento todos los días. Quiero que actúen. Quiero que actúen como lo harían ante una crisis. Quiero que actúen como si la casa estuviera en llamas, porque lo está», les dijo a los poderosos de Davos.


Pero las grandes corporaciones hacen esfuerzos para apaciguar nuestras conciencias y que no exijamos grandes cambios. «Existen poderosos intereses a los que les gustan las cosas tal como están (o con un leve barniz de greenwashing); sobre todo a las corporaciones de combustibles fósiles, que llevan décadas financiando una campaña de desinformación, confusión y evidentes mentiras sobre la realidad del cambio climático«. Los informes del IPCC de la ONU son bastante claros. En 2019, cuando ya se había alcanzado un calentamiento de aproximadamente 1ºC, el IPCC hizo un llamamiento para intentar mantener el calentamiento por debajo del 1,5ºC. Para ello, habría que reducir las emisiones globales aproximadamente a la mitad en tan solo 12 años. ¿Lo conseguiremos para 2031? Si realmente lo intentamos, lo conseguiremos.

Klein destaca que, afortunadamente, cada vez surgen más políticos por todo el mundo «preparados para traducir la urgencia de la crisis climática en políticas concretas». Pero eso no basta. Los ciudadanos deben dar el poder a esos políticos comprometidos con la ciencia, para que se ponga en marcha un Green New Deal, un plan que lleve a buen puerto la descarbonización, sin dejar al margen la lucha contra la pobreza o el feminismo.

Los cambios que hay que hacer son muy grandes. Para aumentar el optimismo, Klein apunta a dos hechos históricos inspiradores. El New Deal de Franklin D. Roosevelt, que tuvo «resultados asombrosos» en solo una década: creación de empleo, aumento de la calidad de vida, plantación de árboles, desarrollo de arte e infraestructuras, etc. Desgraciadamente, otro escenario de grandes cambios fue la II Guerra Mundial: se transformaron fábricas y la ciudadanía de los países involucrados hizo sacrificios muy importantes, a veces de buen grado. Por ejemplo, «en Gran Bretaña, prácticamente dejaron de conducir». Se demuestra, en definitiva, que actuar con contundencia es fácil, cuando la humanidad quiere algo o ve la necesidad de hacerlo. Sin embargo, según el IPCC, «no existe un precedente histórico de la escala de las transiciones que necesitamos». Como dice Greta Thunberg, «tenemos que empezar a cooperar y a compartir los recursos que quedan en el planeta de una manera justa».


Klein nos advierte que esos cambios que necesitamos «exigen un ajuste de cuentas en el terreno que más disgusta a las mentes conservadoras: el de la redistribución de la riqueza». Las personas de «la derecha dura son plenamente conscientes de ello, y por eso están desarrollando toda una serie de razones perversas» que justifiquen el no hacer nada: «se está dejando que los migrantes se ahoguen en el Mediterráneo o mueran deshidratados en el desierto de Arizona. Y si sobreviven, son sometidos a condiciones equivalentes a la tortura en las diversas partes del mundo», donde los países ricos envían a sus migrantes: campamentos de Libia, Australia, Texas…

A pesar de todo, hay millones de buenas noticias. Klein resalta, por ejemplo, cómo cientos de instituciones han retirado sus inversiones de las empresas de combustibles fósiles, energéticas y automovilísticas. Además, sugiere que estas empresas deben ser aisladas con medidas como prohibir su publicidad, igual que se hizo con las tabaqueras.

El desastre petrolero: BP

El libro comenta el enorme vertido de crudo en el golfo de México (2010). La multinacional BP intentó que las imágenes de la catástrofe no se divulgaran, pero había tanto petróleo que fue imposible controlarlo. El accidente se cuenta en la película Marea negra (2016). Klein lo califica de «tragedia griega sobre la soberbia humana» y, tal vez, también sobre el optimismo, porque el plan inicial de BP estaba plagado de buenos pronósticos, escasos riesgos o, posiblemente, mentiras. Tres semanas antes de la explosión, el presidente, Barack Obama, anunció que permitiría más perforaciones submarinas, dado que el riesgo era inexistente porque «las plataformas petrolíferas de hoy no provocan vertidos».

Las consecuencias del desastre de BP son imposibles de evaluar aún hoy. Al menos murieron unos 5.000 mamíferos, sin contar los que no llegaron a nacer. Los números de peces, aves y mariscos podrían superar los 5 billones. Los daños aumentaron cuando el huracán Harvey removió los sedimentos petroleros del desastre. Y futuros huracanes harán lo mismo. La historiadora Carolyn Merchat decía que una de las cosas que tenemos que aprender es que los resultados predecibles son poco habituales en la naturaleza, mientras que los sucesos impredecibles y caóticos son habituales.

El capitalismo contra el clima

En este capítulo plantea el reto de hacer frente a los negacionistas que, en Estados Unidos, han ido ganando terreno antes de 2011. Después, la realidad científica y la innegable verdad se han ido abriendo paso entre los más cerrados. Sin embargo, el partido Republicano ha convertido la oposición al cambio climático en algo central de su visión política, tan importante como bajar impuestos o defender el derecho a llevar armas de fuego. Para justificar su postura, llegaron a afirmar que los científicos del clima estaban manipulando los datos y que la sostenibilidad acabaría con el empleo y subirían los precios.

Para Klein hay que hacer frente a sus difamaciones con mensajes claros, como hablar de empleo digno, reducción de la desigualdad, o frenar el poder de las corporaciones. Ella avisa: «si para finales de esta década no nos encontramos en una senda energética radicalmente distinta, nos espera un mundo lleno de sufrimiento». Y propone:

  1. Revivir lo público. Transporte público, energía renovable, sanidad y educación pública… y que sea asequible o incluso gratis. Por eso, es posible que no siempre sea rentable, por lo que la inversión pública es esencial. Taxativamente, acciones simples como el reciclaje, las compensaciones de carbono o cambiar bombillas nunca serán una respuesta suficiente ante la crisis climática.
  2. Planificar el abandono de combustibles fósiles, la reducción en el uso de energía o una nueva agricultura con menos erosión y menos consumo de agua.
  3. Controlar a las empresas. Prohibir actos contra la naturaleza, ecocidios, y eliminar gradualmente los proyectos contaminantes. Las grandes empresas tienen mucha responsabilidad y no van a hacer cambios relevantes si no se les obliga a hacerlo.
  4. Relocalizar la producción. No se pide poner fin al comercio, sino revisar lo que implica el libre comercio (la libertad es buena dependiendo de para qué). No es lógico que la contaminación y los empleos de los países ricos se trasladen a países como China, un país que no respeta los Derechos Humanos, como denunció el Nobel de la Paz Liu Xiaobo.
  5. Terminar con el culto a las compras. En el modelo actual, producir menos supone una crisis económica. Hay muchos economistas que ya han avisado de que es imposible mantener el crecimiento económico respetando la biosfera: Herman Daly y Georgescu-Roegen entre otros. Las mejoras en eficiencia energética suelen conllevar aumentos en el consumo. Es la conocida como paradoja de Jevons o efecto rebote. Klein sostiene que hay que reducir los objetos que consumen el 20% de las personas más ricas del planeta, porque son los ricos los que más responsabilidad tienen en el caos planetario. Tim Jackson planteaba una elección: «destruimos el sistema o destrozamos el planeta». Este decrecimiento no tiene que ser en todos los sectores, por supuesto, dado que algunos generan un impacto mínimo: enseñanza, cuidados, ocio… (no de cualquier forma, obviamente).
  6. Aumentar impuestos a los ricos y a los sucios. La vuelta a la sostenibilidad no se puede pagar exigiendo más crecimiento. Por tanto, tendrán que pagar los que más culpa tienen. Habrá que cobrar por usar energías sucias, por especular… pero también Klein proponer recortar subvenciones a industrias sucias y a los ejércitos (España va en dirección contraria). Las petroleras han tenido beneficios millonarios a costa de generar un grave problema. «De igual forma que se ha obligado a las tabacaleras a asumir los costes derivados de ayudar a la gente a dejar de fumar, y BP ha tenido que costear gran parte de las tareas de limpieza en el golfo de México, ya es hora de que el principio «contaminador-pagador» se aplique al cambio climático».

«El cambio climático hace volar por los aires el andamio ideológico que sostiene al conservadurismo contemporáneo». En España nada representa mejor ese conservadurismo que el Partido Popular, como bien se demuestra en esta larga e incompleta lista de sus despropósitos ambientales. A la vista de estudios científicos, Klein concluye que «las personas cuya visión del mundo es eminentemente «igualitaria» y «comunitaria» (…) aceptan mayoritariamente el consenso científico sobre el cambio climático. Por el contrario, quienes sostienen una visión del mundo eminentemente «jerárquica» e «individualista» (caracterizada por la oposición a que el Gobierno atienda a las personas pobres y a las minorías…) rechazan mayoritariamente el consenso climático». «Siempre es más fácil negar la realidad que ver cómo tu visión del mundo se hace añicos». En palabras de Yale Dan Kahan, autor del estudio: «A las personas nos resulta desconcertante creer que un comportamiento que consideramos noble es en realidad perjudicial para la sociedad, y que el comportamiento que consideramos vulgar es en realidad beneficioso». Y por eso, ante esa idea, «presentamos una fuerte predisposición emocional a rechazarla».

En la bolsa del negacionismo climático hay opiniones contradictorias, en un desesperado intento de confundir a la población. Sus estudios están financiados por petroleras o, sencillamente, ocultan la financiación. «En su gran mayoría, los negacionistas climáticos no solo son conservadores, sino que también son blancos y hombres».

Klein tiene claro que «la energía nuclear y la geoingeniería no son formas de solucionar la crisis ecológica», porque apoyan precisamente el pensamiento que ha generado este problema. El objetivo de la geoingeniería es hacer lo que sea para poder seguir contaminando el planeta, cuando lo más razonable es frenar la contaminación. Entre sus ideas están capturar carbono o fertilizar los mares para que las algas capturen carbono. Si ya es contaminante fertilizar los cultivos, imaginad fertilizar el mar. Las consecuencias físicas y políticas de tales ideas son realmente peligrosas. Por ejemplo, si un país decide enviar sulfato a la estratosfera para reducir la intensidad del sol en un intento de salvar sus cosechas, ello podría ocasionar sequías en Asia y África.

Los científicos protestando

En una conferencia en 2012, el científico Brad Werner no hizo un llamamiento al activismo climático, pero sí indicó que los levantamientos masivos son una forma de cambiar el rumbo y que son hechos posibles que se pueden tener en cuenta. «Son muchos los científicos a quienes los hallazgos de sus investigaciones los han empujado a actuar en las calles» (en España ha habido hasta científicos detenidos).

Kevin Anderson y Alice Bows afirmaron que, desde el punto de vista científico, para tener siquiera un 50% de posibilidades de limitar el calentamiento global a máximo 2ºC, los países industrializados deberían haber empezado a reducir sus emisiones de gases invernadero alrededor de un 10% al año. Estos y otros científicos tienen claro que la única alternativa razonable es el decrecimiento económico. Aumentando la tensión, Anderson y Bows publicaron que algunos científicos rebajan las implicaciones climáticas de sus análisis, para no ser incómodos al «dios de la economía». Klein dice que los científicos quieren mostrarse como «personas razonables dentro de los círculos económicos neoliberales» y eso les obliga a no decir toda la verdad.

Consumir sin reciclar

«En lo más fundamental, esta crisis ha surgido del consumo excesivo de las personas comparativamente ricas», lo cual implica que esos consumidores «van a tener que consumir menos para que los demás tengan lo justo para poder vivir». Klein no solo se refiere a los millonarios del planeta, sino también a esos que Peter Singer llamaba absolututamente ricos, pero es complicado, porque «comprar es nuestra forma de configurar nuestra identidad. (…) Por eso, decirle a la gente que no puede comprar tanto como quiera porque los sistemas de soporte del planeta están sobrecargados puede entenderse como una especie de ataque, casi como si se les dijera que no pueden ser ellos mismos. Y posiblemente esa sea la razón por la cual, de las «tres erres» originales del ecologismo (reducir, reutilizar y reciclar), solo la tercera ha tenido cierto nivel de acogida, ya que nos permite seguir comprando lo que queramos siempre que coloquemos los desperdicios en el contenedor correspondiente. De las otras dos, que exigen una reducción en el consumo, podríamos decir que murieron antes de nacer». Klein sostiene que el reciclaje es una forma greenwashing, y que ha fracasado estrepitosamente, también en Norteamérica, donde también ocurre que en vez de reciclar los materiales se queman o se mandan directamente a los vertederos.

El avance del cambio climático se observa bien desde lo local (cambios estacionales, cambios en la flora y fauna…), pero cada vez más gente ha perdido su conexión con su tierra. Vivimos lejos de donde nacimos, «vivimos en un estado de olvido permanente en cuanto a los costes que supone nuestro consumo en el mundo real», y un ejemplo claro y luminoso son los adornos que contaminan nuestras fiestas (la Navidad, entre otras).

Naomi en El Vaticano

En 2015, el Papa Francisco publicó tal vez la encíclica más transgresora de la Historia. Laudato Si es un texto tan ecologista, o más, como la revista de socios de una ONG ambiental. Desde El Vaticano invitaron a un grupo de personas influyentes, entre ellas Naomi Klein, para debatir sobre la misma. Uno de los invitados procedía de una organización católica estadounidense y confesó que muchos obispos de su país celebraron la encíclica, pero no con tanto fervor católico como la decisión del Tribunal Supremo sobre el matrimonio homosexual. Para Naomi, la Iglesia debería dedicar menos esfuerzos a criticar las relaciones libres entre personas, los anticonceptivos o el aborto; y más «a luchar por las víctimas del yugo de un sistema económico desigual e injusto sobremanera».

Dentro de la Iglesia había (y los seguirá habiendo) poderosos que se alegran al ver enterrado el transformador mensaje climático del papa Francisco, un mensaje que critica el antropocentrismo como nunca antes lo había hecho la Iglesia.

Aquellas jornadas pretendieron diseñar un plan de acción alrededor de esta encíclica. Hoy, años después, podemos decir que los pocos católicos que han leído Laudato Si, la han ignorado de forma bastante evidente. Klein apunta a que el fracaso del Vaticano para «exigir responsabilidades a sus propios líderes por el abuso sexual sistémico de niños y monjas (…) ha minado la autoridad moral del papa como guía en otros asuntos, incluida la crisis climática».

Zonas de sacrificio y de conflicto

Oriente Medio es una región extremadamente vulnerable a los terribles efectos de shock climático. Una de las razones que explican el escaso interés de la ciudadanía es que sufren amenazas mucho más acuciantes: ocupación militar, inestabilidad política, discriminación sistémica, etc. Según Klein, el Estado de Israel ha ocupado territorio de Palestina, a veces para poner carreteras y casas, pero también para poner arboledas artificiales de pinos y eucaliptos, especies no autóctonas. La organización KKL quiere reverdecer el desierto (como si el desierto no fuera un ecosistema valioso por sí mismo) y con ello consigue donaciones para su causa, que Klein la etiqueta como «colonialismo verde».

Klein tiene claro que el capitalismo con su idea de crecimiento ilimitado necesita poblaciones y lugares que se sacrifiquen por el resto: «personas cuyos pulmones y cuerpos se puedan sacrificar trabajando en las minas de carbón, gentes cuyas tierras y recursos hídricos se puedan sacrificar», como los montes Apalaches en Norteamérica o el delta de Níger con el sacrificio a muerte de Ken Saro-Wiwa, a manos de la petrolera Shell. Los pobres y sus tierras son los más fáciles de ser sacrificados. Mientras, los ricos van diciendo que «hemos alterado» el clima de la Tierra, como si todos tuviéramos la misma responsabilidad, cuando ellos, los ricos, tienen bastante más culpa cuanto más ricos sean.

Las masivas migraciones tienen diversas causas (pobreza, violencia, el clima…) relacionadas entre sí, y los países desarrollados están intentando frenarlas, sin entender el fondo del problema. Creen que la solución está en dejar que se ahoguen más migrantes en el mar o encerrarlos en mega campos de refugiados. Naomi Klein afirma que «las noticias de prensa rara vez establecen una conexión entre la violencia contra las mujeres y la violencia contra la tierra (a menudo para extraer combustibles fósiles), pero dicha conexión existe» y por eso el ecofeminismo tiene tanto sentido.

«El cambio climático actúa como un acelerador de muchos de nuestros males sociales (desigualdad, guerras, racismo, violencia sexual…), pero también puede actuar en sentido contrario, como un acelerador de las fuerzas que trabajan por la justicia económica y social y contra el militarismo». Klein propone que la crisis climática sea «el catalizador que necesitamos» para juntar muchos movimientos que valoran las personas por encima del capital (ecologistas, animalistas, feministas, pacifistas, junto a personas que trabajan por un mundo sin desigualdades terribles, sin injusticias manifiestas, sin capitalismo salvaje…). Tal vez el capitalismo no pueda eliminarse, pero, en tal caso, tenemos que hacer que sea un capitalismo sensato.

El Salto

«Cuando uno se ha desviado del rumbo tanto como nosotros, las acciones moderadas no conducen a resultados moderados: conducen a resultados peligrosamente radicales», afirma Klein. Efectivamente, necesitamos acciones contundentes y no lavados de imagen superficiales. Por eso, ella lideró en Canadá el manifiesto «Dar el salto» (The leap) firmado por multitud de organizaciones y personalidades. En el documento se indica la necesidad de abordar el problema ambiental conjuntamente con otros problemas tales como la pobreza, el pacifismo, el racismo y la violencia. Klein afirma que el manifiesto fue muy criticado por diversos líderes políticos, aunque la población en general, incluidos votantes de esos partidos, era mayoritariamente favorable de las tesis principales.

Para Klein es necesario fomentar el empleo verde y ampliar la visión que tenemos de ese concepto, para incluir «cualquier cosa que resulte útil y enriquecedora para nuestras comunidades y a la vez no queme una gran cantidad de combustible»: empleos sanitarios, educadores, de cuidados, artistas… Debemos entender que igual que «el frenesí del bacalao arruinó una especie; el frenesí de las arenas bituminosas, el petróleo y el gas de fracturación están contribuyendo a arruinar el planeta». Y no solo el planeta, sino también la vida de comunidades que viven en una mayor armonía con la naturaleza, como son los indígenas. En Canadá se ha reconocido formalmente que el genocidio humano y cultural contra los indígenas fue perpetrado principalmente para quedarse con sus tierras y con sus recursos.

Racismo ambiental

“En lo referente a la acción climática, está muy claro que no lograremos obtener el poder necesario para ganar, a menos que incorporemos la justicia —especialmente la justicia racial, pero también la justicia de género y económica— en el núcleo de nuestras políticas de reducción de carbono. (…) No podemos jugar a que «mi crisis es más urgente que la tuya»”. Además de eso, Klein plantea hacer caso al escritor e intelectual Rinaldo Walcott cuando propone que cualquier acción política debe superar lo que llama la «prueba negra», por la que cualquier política debe cumplir «el requisito de mejorar las nefastas condiciones de vida de los negros». Se refiere, evidentemente, a Norteamérica, pero se puede adaptar a regiones con problemas de discriminación hacia otros colectivos. Más aún, Klein quiere que se reparen los crímenes contra los indígenas originales de las naciones del Nuevo Mundo: usurpación de tierras, genocidio, esclavitud, robo de hijos…

Según la ONG Global Witness, «en 2015 murieron asesinadas más de tres personas cada semana defendiendo sus tierras, bosques y ríos contra las industrias destructivas», y el 40% de las víctimas son indígenas (que tienen menos poder para defenderse física y legalmente).

Incendios forestales y reducción de emisiones

Ante los incendios forestales que afectan a todo el planeta, Klein lanza un grito de preocupación. «Cada año mueren más de trescientas mil personas como resultado del humo y la contaminación atmosférica derivados de los incendios forestales», principalmente en África y Asia. Los que mueren indirectamente, no se contabilizan (y menos si no pertenecen a la especie Homo sapiens). Ante el fuego también hay discriminación: ciertos grupos de población no reciben el mismo nivel de respuesta ni para combatir las llamas ni para la reconstrucción posterior.

Si no se han reducido las causas del problema climático es porque lo que habría que hacer entra en conflicto con el capitalismo desregulado que beneficia a élites económicas. En este asunto ahonda su libro Esto lo cambia todo.

Referenciando otro de sus libros, La doctrina del shock, Klein avisa cómo hay políticos y empresas que no dudan de aprovecharse de alguna crisis para colar leyes para enriquecerse (privatizaciones, desregulación, libre comercio, austeridad económica… neoliberalismo). Un ejemplo que estudia en el libro es Puerto Rico, un país que podría vivir mucho mejor, pero en el que las políticas han ido dirigidas a enriquecer a unos pocos. Tras una destructiva tormenta se hicieron recortes en educación, cierres de centenares de escuelas, ejecuciones hipotecarias, privatización de activos valiosos… Según ella, «los momentos de crisis no tienen por qué convertirse en oportunidades para que quienes ya son obscenamente ricos puedan acaparar aún más (…). Pueden ser momentos en los que encontremos nuestro mejor yo, en los que descubramos reservas de fuerza y lucidez que ignorábamos que teníamos. Lo vemos cada vez que ocurre un desastre».

Los seres humanos somos capaces de organizarnos para ser respetuosos con los sistemas naturales. Klein, además, afirma que «hemos vivido así durante la gran mayoría de nuestra historia (…). El capitalismo es solo un pequeño accidente en la historia colectiva de nuestra especie».

Medidas necesarias

No podemos confiar solo en la democracia. Por eso, Klein ensalza la labor de los movimientos sociales. Todo lo que hay que hacer, solo será posible si la sociedad está concienciada. A modo de ejemplo, algunas de las acciones que se proponen en el libro son las siguientes:

  • Mantener el carbono en el suelo y, por supuesto, paralizar nuevas prospecciones de gas y petróleo.
  • Proclamar que los combustibles fósiles y la energía nuclear no son limpias.
  • Planificar ayudas a las naciones más pobres por parte de los países ricos, Estados Unidos particularmente, y colaborando también las empresas más contaminantes, como Shell y Exxon.
  • Fomentar empleos de bajas emisiones (empleos verdes) con salarios dignos, y crear un plan concreto para que esos salarios no se traduzcan «en estilos de vida de alto consumo». Klein no concreta cómo podría hacerse, pero parece obvio que es necesario subir considerablemente los impuestos a los productos contaminantes (volar en avión, plásticos de usar y tirar…). Las profesiones asistenciales (dominadas por mujeres en muchos casos) son actividades con niveles de emisiones de carbono relativamente bajos.
  • Impulsar las energías renovables y la eficiencia energética, sectores que han demostrado generar más empleo que los combustibles fósiles.
  • Reducir la jornada laboral.
  • Garantizar la sanidad universal. Klein advierte de la importancia de este punto dado el «tormentoso futuro que se avecina».
  • Todos los sectores deben elaborar planes sobre cómo llevar a cabo una rápida descarbonización.
  • Todas las medidas deben garantizar los derechos fundamentales, como la igualdad racial y de género.
  • Proteger y restaurar ecosistemas naturales. Por supuesto, también es ideal la renaturalización.
  • Limpiar los residuos peligrosos y las zonas contaminadas. En muchos casos, los paisajes y las personas se han maltratado como objetos de usar y tirar.
  • Contar con las habilidades que necesitamos para hacer frente al cambio: artistas, psicólogos, historiadores, líderes religiosos… En este sentido, el blog Historias Incontables es un lugar para divulgar cine, arte y literatura comprometida con lo natural. Klein cuenta, por ejemplo, el éxito del vídeo «Un mensaje desde el futuro, con Alexandria Ocasio-Cortez».
  • Aumentar los impuestos a las grandes fortunas y a las grandes multinacionales, primero porque son los que más daño producen (no solo al medioambiente), pero también porque si las temperaturas del planeta suben 2ºC (en lugar de 1,5), los costos alcanzarían los 69 billones de dólares en todo el mundo. Por lo cual, eso es algo que hay que evitar a toda costa y Klein sugiere aplicar el viejo lema de «quien contamina paga». Klein también incluye al sector financiero, ya que es culpable de financiar las industrias sucias.
  • Acabar con los paraísos fiscales.
  • Educar en la situación de emergencia en la que estamos, con parámetros científicos, para que la población sea consciente del problema real.

George Monbiot decía que los recursos de nuestro planeta bastan para proporcionarnos «suficiencia privada y lujo público», porque es un lujo asumible contar con parques públicos, sanidad y educación pública, centros deportivos, huertos urbanos, galerías de arte, transporte público… «Pero la Tierra no puede sostener el sueño imposible del lujo privado para todos». Esto justifica que los más ricos tengan la obligación de cambiar más su estilo de vida, por ejemplo reduciendo el consumo:  viajes en avión, consumo de carne y el consumo de energía en general.

Finalmente, Klein critica los «enfoques gradualistas», esos que pretenden hacer una transición lenta. Desgraciadamente, no tenemos tiempo y necesitamos medidas contundentes.

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