“Podemos dirigir nuestro futuro hacia el caos (por ejemplo, una guerra como pintó Thomas Cole), pero también podemos construir una sociedad de bajo consumo energético, resiliente, solidaria y respetuosa con la Tierra y con los demás seres vivos”
OPINIÓN. ECOselección BlogSOStenible. Por Pepe Galindo
Profesor de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la UMA
09/02/24. Opinión. El profesor de la UMA, Pepe Galindo, comparte en su espacio de colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com textos de su web BlogSOStenible. En esta ocasión sobre el radicalismo ecologista: “Ha de quedar claro que tenemos en nuestras manos muchos futuros posibles; y en todos ellos hay elementos comunes: simplificación de la sociedad, reducción de...
...la energía disponible, desglobalización general, pérdida de algunos derechos, disminución de servicios y comodidades, empeoramiento de la sanidad y, posiblemente, un aumento de la desigualdad y de la pobreza”.
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El radicalismo ecologista no es vivir en cuevas
En su libro En llamas, Naomi Klein hace unas afirmaciones que, sin duda, parecen muy radicales:
«No tiene nada de intrínseco para los humanos vivir bajo el capitalismo; los humanos somos capaces de organizarnos en todo tipo de órdenes sociales distintos, incluidas sociedades con horizontes mucho más lejanos en el tiempo y mucho más respetuosos con los sistemas naturales que sustentan la vida. De hecho, hemos vivido así durante la gran mayoría de nuestra historia, y muchas culturas indígenas mantienen vivas todavía hoy cosmologías centradas en la Tierra. El capitalismo es solo un pequeño accidente en la historia colectiva de nuestra especie».
Por supuesto, Naomi Klein es una anticapitalista convencida. De hecho, cualquiera con un poco de sensibilidad defiende, como mínimo, reformar el sistema capitalista actual. Quien no quiera hacer reformas debe ser rico, egoísta e inconsciente (como por ejemplo Andrew Tate). Si no ves problemas serios, está claro que no te interesa ni verlos ni lo que dice la ciencia.
En otro libro, Filosofía ante la crisis ecológica, Marta Tafalla llama a acabar con esta civilización que ella denomina como industrial-capitalista-colonial-acelerada-insaciable.
Pero volvamos a Klein. Leyendo solo el extracto anterior, alguien podría deducir que ella está proponiendo volver a vivir como indígenas, en cabañas o cuevas, por supuesto sin electricidad y sin las comodidades de la vida moderna (en los países ricos). Sería una simpleza. La realidad es —tal vez por desgracia— más compleja. De hecho, la humanidad no puede volver atrás. La evolución es un camino de un solo sentido. Yuval Noah Harari lo explicó muy bien en su Sapiens.
Klein aporta muchas alternativas para nuestra civilización en decadencia, en el libro citado al principio y en otros, particularmente en Esto lo cambia todo. Podemos dirigir nuestro futuro hacia el caos (por ejemplo, una guerra como pintó Thomas Cole), pero también podemos construir una sociedad de bajo consumo energético, resiliente, solidaria y respetuosa con la Tierra y con los demás seres vivos.
El ecologismo más radical no propone volver a vivir en la Edad de Piedra. No sabríamos hacerlo. Aunque tal vez sería buena idea, es algo que tenemos que descartar. Ahora bien, si el ser humano no sabe sacar partido a su inteligencia, nuestra civilización colapsará y eso implica ingentes problemas. Ha de quedar claro que tenemos en nuestras manos muchos futuros posibles; y en todos ellos hay elementos comunes: simplificación de la sociedad, reducción de la energía disponible, desglobalización general, pérdida de algunos derechos, disminución de servicios y comodidades, empeoramiento de la sanidad y, posiblemente, un aumento de la desigualdad y de la pobreza.
Tengo malas noticias: el decrecimiento es inevitable (llámenle Gran crisis). La parte buena es que podemos hacer un decrecimiento inteligente. Si elegimos líderes concienciados y responsables, podrán dirigirnos hacia un futuro austero, pero razonable. El otro camino es seguir con el despilfarro inconsciente a favor de unas élites, por una pendiente que nos llevará, si tenemos suerte, a un feudalismo de la Baja Edad Media.
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