“Hace años que en Chile se aprobaron cuatro etiquetas para marcar productos poco sanos por su alto contenido en azúcares, en calorías, en grasas saturadas o en sal”
OPINIÓN. ECOselección BlogSOStenible. Por Pepe Galindo
Profesor de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la UMA
23/02/24. Opinión. El profesor de la UMA, Pepe Galindo, comparte en su espacio de colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com textos de su web BlogSOStenible. En esta ocasión sobre etiquetar productos dañinos: “Los productos que tengan una o varias de las anteriores etiquetas deben tener, como se ha hecho en Chile y en los demás países, impuestos más elevados y...
...restricciones diversas, desde la prohibición de anunciarse en los medios, hasta la imposibilidad de venderse en entornos escolares o eventos deportivos”.
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Etiquetas para valientes
Cuando la realidad es dura, nos quejamos, pataleamos y chillamos. Cuando la crudeza es para otros, lo más cómodo es mirar para otro lado, esconderlo si podemos o, al menos, hacer como si no existiera. Si todo eso no es posible, siempre se puede justificar como algo inevitable o culpar a cualquiera. Son técnicas ampliamente empleadas en temas espinosos, como por ejemplo, los inmigrantes, los animales de granja, la salud del planeta o la de las personas.
A los fumadores, por ejemplo, les molesta que en las cajetillas haya advertencias sobre las consecuencias de fumar. Las conocen, a su pesar. Las advertencias y los límites publicitarios impuestos a las empresas tabaqueras han servido para protegernos de sus artimañas (y no han ocurrido las desgracias que algunos predijeron). Es momento de hacer lo mismo con empresas como las automovilísticas, las de aviación, las petroleras o las alimentarias.
Con respecto a los alimentos, hace años que en Chile se aprobaron cuatro etiquetas para marcar productos poco sanos por su alto contenido en azúcares, en calorías, en grasas saturadas o en sal. Medidas similares han ido aprobándose con éxito en decenas de países como Argentina, Uruguay, México o Perú.
Además de esas cuatro etiquetas, proponemos otras tres que, sin duda, deberían estar en todos los productos (no solo en los alimentos):
- Exceso de maltrato. Tendrían esta etiqueta artículos que cometan maltrato animal en algún punto de su producción. La muerte intencionada es una forma de maltrato. Hay que aclararlo, porque algunos lo niegan cuando se aplica a animales. Esta etiqueta aparecería en los alimentos cárnicos, lácteos, en los huevos… y también en productos con cuero, pieles, cartílagos o gelatinas de origen animal, desde medicinas a gominolas. ¿Te molestaría ver fotos de un ternero degollado en el envase de tu hamburguesa? Si tu respuesta es afirmativa, recuerda que a muchos fumadores les sigue molestando ver pulmones cancerosos en su paquete de cigarrillos.
- Exceso de esclavitud. Esta etiqueta aparecería cuando los esclavizados son humanos, de cualquier edad, incluyendo manufacturas en las que en su cadena hay personas descaradamente mal pagadas. Famosas marcas de moda o de chocolate serían —para su vergüenza— obligadas a imprimir esta etiqueta en sus envases. Al mes siguiente, tomarían medidas para evitarse el bochorno.
- Exceso de daño ambiental. No solo habría que identificar artículos que contaminan demasiado en su fabricación o en su uso (como vehículos privados), sino también aquellos que deforestan (como ciertos chocolates o el aceite de palma). Aquí también habría que valorar el excesivo consumo de agua o energía, y todo el transporte. ¿De qué sirve comprar un producto ecológico que se ha transportado o se ha creado a partir de materias primas que se han transportado —quizás en avión— desde la otra esquina del planeta?
Los productos que tengan una o varias de las anteriores etiquetas deben tener, como se ha hecho en Chile y en los demás países, impuestos más elevados y restricciones diversas, desde la prohibición de anunciarse en los medios, hasta la imposibilidad de venderse en entornos escolares o eventos deportivos.
Los que piensen que gestionar estas siete etiquetas es caro, deberían tener en cuenta primero que bastante más caro nos sale no hacer nada con los que agreden nuestra salud o la del medioambiente. Además, si falta dinero, solo hay que subir los impuestos propuestos en el párrafo anterior.
Los que piensen que medidas así hay que tomarlas de forma global, se equivocan. Ni Chile ni los demás países con leyes similares han pedido permiso para imponer sus etiquetas negras. Necesitamos gobiernos valientes e independientes de las industrias.