“Un interesante estudio denuncia que algunos sistemas de opresión, como el especismo y el heteropatriarcado, se solapan y se alimentan entre ellos”

OPINIÓN. ECOselección BlogSOStenible. Por Pepe Galindo
Profesor de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la UMA


14/03/25. 
Opinión. El profesor de la UMA, Pepe Galindo, comparte en su espacio de colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com textos de su web BlogSOStenible. En esta ocasión escribe sobre el especismo: “El especismo es la discriminación hacia los animales según la especie a la que pertenezcan. En general, cosifica a ciertos animales no humanos como si fueran «medios para fines humanos, eliminando...

...sus subjetividades y desconsiderando sus intereses básicos en vivir, no sufrir, ser respetados y ser libres». Esto se ve claramente en zoos, acuarios, circos, laboratorios y granjas”.

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El especismo alimenta el machismo

Un interesante estudio denuncia que algunos sistemas de opresión, como el especismo y el heteropatriarcado, se solapan y se alimentan entre ellos. Se tienen en cuenta los vínculos con otros métodos de discriminación, como son, el capitalismo (que promueve la aporofobia o rechazo a los pobres), el colonialismo (que segrega a ciertos pueblos para apropiarse de sus recursos), o el capacitismo (que discrimina a personas con discapacidad). La autora, Laura Fernández Aguilera de la Universidad Pompeu Fabra, nos aclara algunos conceptos que son importantes para avanzar hacia una sociedad más justa y sostenible.

Para esta científica, «el consumo de productos animales refuerza los valores masculinos de dominación, fuerza y agresividad». Con rotundidad, afirma que «cuanto más tarden las feministas en reconocer que el especismo tiene como fundamento el poder y la violencia patriarcales, más tiempo continuarán dañando su propio movimiento».


El especismo es la discriminación hacia los animales según la especie a la que pertenezcan. En general, cosifica a ciertos animales no humanos como si fueran «medios para fines humanos, eliminando sus subjetividades y desconsiderando sus intereses básicos en vivir, no sufrir, ser respetados y ser libres». Esto se ve claramente en zoos, acuarios, circos, laboratorios y granjas (piscifactorías incluidas). Como resaltaron Laurel Braitman o Miguel Capó entre muchos otros, todas esas instalaciones son cárceles donde los animales sufren y enloquecen.

Por otra parte, el heteropatriarcado se define por tres características básicas:

  1. Binarismo de género (cisgénero), es decir, la asunción de que existen únicamente dos sexos (hombre y mujer) y la correlación entre el sexo (genitalidad) y el género (actitudes y roles culturales y sociales).
  2. Machismo o discriminación de lo femenino.
  3. Heteronormatividad, entendiendo aquí el modelo heterosexual de relación como obligatorio (familia tradicional).

La naturaleza rara vez es bipolar (blanco o negro): o eres de los buenos o de los malos. Cometemos un error cuando los términos medios se meten en el bando de los malos, de los perdedores. Por ejemplo, se habla de humanos y de animales como si fueran dos bandos distintos, aunque los humanos somos animales. Cuando se pregunta qué es lo que nos hace “humanos”, suele contestarse con argumentos como la racionalidad, la inteligencia o el lenguaje, ignorando que hay otras especies que también tienen esas características y que la diferencia es solo de grado. «No es casual que los mismos argumentos sean también la base de otras discriminaciones como el racismo, el capacitismo, el sexismo o el clasismo, y que la animalización sea un mecanismo frecuente de opresión y subordinación de estos grupos humanos oprimidos».

La tauromaquia, junto con la pesca y la caza deportivas son formas de ocio netamente masculinas (salvo excepciones que no dejan de ser eso: excepciones). Laura Fernández afirma que: «el consumo de cuerpos no humanos se puede interpretar como una demostración de supremacía y poder, así como un ejercicio de reafirmación de los valores de fuerza, brutalidad e insensibilidad que históricamente se atribuyen a la masculinidad hegemónica».

Ejemplo de esto es la utilización de especies de animales no humanos (en muchos casos femeninos) como insultos: «vaca», «víbora», «zorra», «arpía», «foca», «gallina»… En ocasiones, cuando se usa en masculino, el significado puede ser positivo: «zorro», «lince», «toro», «león»…, pero no siempre, por supuesto, porque para el lenguaje ser un «animal» es algo malo: «burro», «cerdo», «buitre», «besugo»… El lenguaje es especista, como lo es la sociedad.

La domesticación de mujeres y de animales no humanos está interrelacionada: en ambos casos se sustenta sobre la idea de que algunos cuerpos son propiedad de otros (son inferiores a otros y deben someterse). A los animales domésticos y de granja se les aplica constantemente mejoras genéticas artificiales para evitar características indeseables (delgadez, agresividad, autodefensa…). De forma similar, las mujeres son sometidas a presiones estéticas, que les hacen desde odiar sus cuerpos a modelarse para satisfacer los supuestos deseos de la mirada heterosexual masculina. Se incita a comprar en exceso maquillajes, cremas, ropa…, productos que en no pocas ocasiones esclavizan cuerpos de animales no humanos. La esclavitud de unos sustenta la opresión de otros.

Igual que no habría ganadería sin reproducción obligatoria, el machismo establece la maternidad como «una norma/imposición social». En el estudio, la autora resume el maltrato a las vacas de la industria láctea y expone la violencia ejercida especialmente hacia las hembras en granjas, criaderos, zoos, acuarios o laboratorios. De ahí que la escritora Carol Adams sugiera que los productos basados en la explotación de las hembras no humanas (leche y huevos), deberían llamarse «proteínas feminizadas», para resaltar que el papel femenino en la ganadería es tanto de reproducción como de producción, y por el que las hembras sufren dolores y enfermedades propios de ellas.

Otro ejemplo son las granjas de sangre en las que las yeguas son forzadas al embarazo para sacarles su sangre, que se usa para aumentar la velocidad de crecimiento de los cerdos de la industria cárnica. Se maltrata a las hembras de una especie para explotar más rápidamente los individuos de una especie diferente.

La psicóloga Melanie Joy acuñó el concepto de las «3Ns» para expresar los argumentos idénticos que son utilizados para justificar el especismo y otras opresiones como el sexismo o la homofobia. Los tres argumentos empiezan por N: natural, normal y necesario. Observemos esto: la heterosexualidad es vista como una relación normal, natural y también necesaria. Lo mismo ocurre con el uso de los animales no humanos para intereses humanos. Joy también inventa el término carnismo que es, en esencia, lo opuesto al veganismo.

Aunque a veces nos refiramos a los animales como “los que no tienen voz”, en realidad, lo que no tienen es habla humana. «Nuestra dificultad para entender los lenguajes no humanos no significa que no existan». Los animales sí tienen voz.

«Los animales no humanos son parte de la clase trabajadora, su trabajo es una parte esencial en la construcción del sistema capitalista». El capitalismo explota más a los más débiles. De ahí que salgan perdiendo las mujeres, los animales no humanos y los empobrecidos. Por todo el planeta, la inmensa mayoría de los trabajos no asalariados son efectuados tanto por animales como por mujeres (domésticos, de cuidados, etc.). Aunque la robotización está reduciendo los niveles de explotación, no siempre contribuye a reducir la desigualdad. Por eso, se ha pedido que robots, ordenadores y, en general, máquinas industriales paguen impuestos especiales para compensar el daño que causan.

Laura Fernández sostiene que «los ecofeminismos han sentado un precedente sobre las relaciones y opresiones compartidas entre el medioambiente, los animales no humanos y los cuerpos femeninos». Es decir, el ecofeminismo es la unión de diversos caminos y no puede ser especista. Concluye que «una propuesta feminista antiespecista comprometida, nos invita a pasar de la teoría a la práctica», una reivindicación «por los miles de millones de animales, humanos y no humanos, que experimentan/amos la opresión». Y nos recuerda el histórico lema por la liberación animal: «nadie es libre hasta que todas seamos libres».

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