“La ONU convenció a la humanidad de hacer un cambio radical en la evolución humana global, un experimento sensacional, una inyección prenatal a todas las embarazadas del mundo”

OPINIÓN. ECOselección BlogSOStenible. Por Pepe Galindo
Profesor de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la UMA


21/03/25. 
Opinión. El profesor de la UMA, Pepe Galindo, comparte en su espacio de colaboración en EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com textos de su web Historias incontables. En esta ocasión es un relato sobre una inyección: “Dicho desarrollo depende de la acción enzimática de la 5alfa-reductasa. Por tanto, el doctor Soportújar tuvo la intuición de que bloqueando ciertas enzimas, en la dosis adecuada, se podría...

...conseguir que los individuos, tanto masculinos como femeninos, fueran menos competitivos y más cooperativos, menos violentos y más comprensivos, menos déspotas y más dialogantes, menos egoístas y más generosos”.

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La inyección prenatal del doctor Soportújar

Como historiador aficionado, me resulta gratificante ver en qué nos hemos convertido. Veníamos de una sociedad cruel e injusta, con dos guerras mundiales y masacres frecuentes. Recuerdo algunas carnicerías de los años veinte: la de Rusia (2022), la de Gaza (2024)…

La ONU convenció a la humanidad de hacer un cambio radical en la evolución humana global, un experimento sensacional, una inyección prenatal a todas las embarazadas del mundo. Las ventajas empezaron a notarse en menos de una década. Transcurridos apenas cincuenta años desde que se inició la campaña, la humanidad ha mejorado de manera indiscutible.

Para entenderlo, hay que tener presente el desarrollo evolutivo del Homo sapiens, desde sus orígenes, por supuesto, pero también los miles de datos acumulados en los trece volúmenes que publicó la ONU a finales del siglo XXI bajo la dirección del doctor Soportújar. Ahora solo recuerdo unos pocos datos que quizás ni siquiera sean los más relevantes.

Violencia y masculinidad

Casi todas las guerras de la historia las han liderado, provocado y protagonizado hombres. Los peores inventos de la humanidad han sido obra de la masculinidad. En buena medida, todo esto es también, sin duda, un efecto de que el poder les era vetado a las mujeres, quienes carecían de oportunidades para demostrar si podían hacerlo mejor que ellos. Antes del siglo XXI, cuando ellas llegaban a gobernar, los hombres y los gobernantes cercanos percibían cierta debilidad en una mujer con poder y, por tanto, una oportunidad para agrandar el dominio propio. Resulta curioso que el estado civil de las reinas haya sido tan influyente. Un estudio indicó que las mujeres que reinaron solteras fueron muy atacadas, pero que las casadas optaron por el ataque, con toda probabilidad aconsejadas por una cuadrilla masculina.


Durante los siglos XX y XXI, más del 92 % de las personas encarceladas eran hombres, a pesar de que la población masculina y femenina se repartía, de forma aproximada, a partes iguales en todas las naciones. En la primera mitad del XXI, la violencia de género acababa con la vida de cinco mujeres cada hora. ¡Cada hora!

Ahora nos hemos olvidado de eso. Pero, en aquellos tiempos, esos crímenes no se publicaban en algunos países, bien porque eran artificial y sistemáticamente silenciados o, peor aún, porque no se consideraban noticia. Los jóvenes de hoy no saben el significado de la expresión «violencia de género» y les tengo que explicar que era «violencia ejercida sobre las mujeres por parte de quienes estuvieron ligados a ellas por relaciones de afectividad (parejas o exparejas)». Se ríen y no entienden que algo así sea posible y —menos aún— cotidiano. Por fin, el movimiento feminista ha muerto de éxito. Nos queda el ecoanimalismo para seguir machacando ese egoísmo tan poco humano (o tal vez deberíamos decir tan poco humanista).

La violencia masculina tuvo su utilidad práctica en un pasado rupestre. En cambio, en una sociedad civilizada siempre fue un lastre criminal.

Ciertas investigaciones revelaron que la diferenciación sexual en mamíferos no podía ser explicada solo en términos hormonales, sino que debían estar implicados mecanismos cerebrales. Es decir, las diferencias entre machos y hembras afectan no solo a la actividad sexual y reproductora, sino a multitud de facetas: emotividad, agresividad, alimentación, curiosidad, etc. De ahí que se haya hablado del «sexo cerebral», lo cual indica que el tipo de conducta que proyecta el cerebro difiere en machos y hembras.

Desde hace años, se sabe que existe una fase de diferenciación perinatal que afecta al hipotálamo y que se caracteriza en los machos por una actividad de los testículos, que segregan cantidades importantes de testosterona. Para dejarlo claro, el cerebro de un mamífero es en esencia femenino hasta que se produce esa descarga de testosterona en algún momento del desarrollo. Si dicha hormona no está presente durante ese periodo crítico, el cerebro queda con características de hembra. Como ya se ha apuntado, una amplia gama de comportamientos no sexuales queda condicionada por la manipulación endocrina durante esta fase crítica perinatal.

Por supuesto, el sistema nervioso de los mamíferos tiene gran plasticidad general y, por tanto, aunque estas hormonas condicionan el comportamiento futuro del animal, no lo determinan de forma taxativa. En el caso de primates, y de multitud de otras especies animales, se ha demostrado la importancia de la educación para condicionar la conducta de un sujeto durante toda su vida.

Además de la testosterona, debemos comentar la importancia de la serotonina, que es el principal neurotransmisor implicado en las conductas agresivas. Niveles bajos de serotonina implican una agresividad mayor. Por otra parte, el triptófano es el precursor de la serotonina. Es por ello que en muchas granjas de pollos se añade triptófano al alimento, lo que consigue limitar la agresividad entre los animales. Esta combatividad o violencia es causada en esencia por el hacinamiento y por las malas condiciones de vida. Las sucesivas polémicas sobre el sufrimiento animal han tenido un eco social limitado durante siglos, y los animales siguen siendo maltratados en laboratorios, granjas y mataderos. Por fortuna, zoos, acuarios y circos con animales ya fueron prohibidos en la mayor parte del globo terráqueo durante el pasado siglo XXI.

Por citar un dato más, se han usado litio y nutracéuticos, como la alfa-casozepina o la fosfatidilserina, para tratar la agresividad y la ansiedad en perros. Sin embargo, en los mamíferos, y en particular en el humano, se sabe desde antaño que la testosterona tiene un efecto intensificador en todos los tipos de agresividad. Esto explica que, desde tiempo inmemorial, los ganaderos hayan recurrido a la gonadectomía masculina (castración).

Ante la enorme cantidad de datos y conocimientos biomédicos acumulados, el doctor Soportújar llevó a cabo multitud de experimentos, con mamíferos de todo tipo y, al final, también con humanos voluntarios. Cuentan que resultó muy inspirador para el doctor Soportújar conocer ciertas diferencias entre bonobos y chimpancés, los parientes evolutivos vivos más cercanos al humano. Ambas especies son sociales, pero mientras los conflictos son raros en la sociedad de los bonobos, que es matriarcal, las comunidades de chimpancés están dominadas por machos y, aunque no son frecuentes, se han documentado casos de violencia, asesinatos, secuestros, emboscadas y, en definitiva, guerras entre clanes. La primera guerra documentada entre chimpancés ocurrió ante los ojos de la famosa primatóloga Jane Goodall.

La inyección y sus efectos

Los genitales masculinos comienzan a ser hormonalmente activos a partir de la octava semana de gestación. El completo desarrollo se produce entre las semanas décima y decimoquinta. Dicho desarrollo depende de la acción enzimática de la 5alfa-reductasa. Por tanto, el doctor Soportújar tuvo la intuición de que bloqueando ciertas enzimas, en la dosis adecuada, se podría conseguir que los individuos, tanto masculinos como femeninos, fueran menos competitivos y más cooperativos, menos violentos y más comprensivos, menos déspotas y más dialogantes, menos egoístas y más generosos.

Y así fue. El doctor Soportújar determinó que, en el humano, era necesario actuar justo al terminar la séptima semana de gestación y diseñó para ello un fármaco que debía suministrarse a las mujeres gestantes en forma de inyección endometrial.

Desde que la inyección se generalizó, la humanidad ha mejorado en multitud de aspectos. Por ejemplo, hay más altruismo, menos desigualdad, menos pobreza, más respeto ambiental y también más consideración para con los animales no humanos. Como se ha comentado más arriba, ha desaparecido la violencia hacia las mujeres por el hecho de serlo. En la práctica, los conflictos armados también se han extinguido, salvo algunas excepciones aún en vías de solución y que se encuentran bajo la sospecha de que la inyección del doctor Soportújar no ha sido suministrada correctamente. Multitud de naciones han conseguido crear lazos de cooperación y las fronteras se han diluido, tanto para el tránsito de personas como de mercancías. Esto también ha sido útil para proteger valiosos ecosistemas transfronterizos.

Las implicaciones también han sido económicas. Desde que se aprobó la inyección de mejora hormonal embrionaria, se ha reducido de modo drástico el número de ricos y, con ellos, sus exagerados impactos medioambientales: cruceros de lujo, viajes en avión, yates, joyas, etc. Los deportes de alto impacto ambiental o con maltrato animal apenas tienen seguidores hoy en día. A nadie le interesa ver coches o motos dando vueltas en una pista. Menos interés aún arrastran las carreras de caballos y toda la hípica, así como la caza o la pesca por placer. Todos esos deportes tan criminales eran mantenidos, en esencia, por mentes masculinas.

Es curiosa la interrelación que existe entre machismo y especismo. Los recortes en los sentimientos machistas han allanado el camino hacia una alimentación más respetuosa con la biosfera (planeta y animales). Las dietas basadas en plantas son populares ahora por todo el mundo. Gracias a eso, grandes extensiones de cultivos y de granjas se han renaturalizado. Ahora encontramos bosques y ecosistemas limpios, donde antes había vacas, estiércol y campos repletos de pesticidas.

También ha caído el número de migrantes. De hecho, en general, las llamadas riqueza y pobreza absolutas han ido bajando con decisión. Eso ha propiciado mejoras en la convivencia y en la solidaridad, y se han reducido en paralelo los índices de criminalidad y delincuencia. Algunos países han cerrado todas sus cárceles y han subcontratado ese servicio a terceros para los pocos casos en los que la justicia envía a alguien a prisión. El objetivo es, por supuesto, su reinserción cuanto antes en la sociedad.

Se ha apuntado que otra consecuencia de esta inyección ha sido la bajada general de los índices de natalidad. Nada de eso ha sido probado. Aunque algunos críticos alegaron que la inyección prenatal del doctor Soportújar podría conllevar la desaparición de la especie humana, esto está lejos de significar un riesgo, dado de que venimos de un planeta superpoblado y con niveles de pobreza y de impacto ambiental intolerables. Reducir la población mundial ha sido un efecto positivo a muchos niveles. Por ejemplo, casi ha desaparecido en todo el mundo el abuso laboral a trabajadores, así como la mano de obra infantil.

Otros críticos expusieron el problema de que, en caso de guerra, no habría hombres con el coraje y el valor suficiente para afrontar el conflicto. Los que así pensaban olvidaron que nuestra sociedad jamás necesitará ese tipo de coraje violento en ausencia de las guerras que, precisamente, esa emoción provoca o, al menos, favorece.

  • Nota final: La inyección prenatal del doctor Soportújar, sus hallazgos y las consecuencias son ciencia ficción, pero los datos expuestos en este relato sobre la situación anterior a la inyección son ciertos, tanto a nivel histórico como biomédico. Recomendamos visitar los enlaces insertados a lo largo de todo el texto, donde encontrarás datos e historias relacionadas.

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