Puede leer un amplio reportaje en el número 51 de EL OBSERVADOR, ya en la calle

Puede leer un amplio reportaje en el número 51 de EL OBSERVADOR, ya en la calle
19/07/07. Sociedad. Ikea
explota brutalmente a trabajadores en países asiáticos, a través de
subcontratas, según Intermon Oxfam. Ikea ha sido finalista al premio”Empresa más
irresponsable del año” en el Foro Social de Davos. Ecologistas en Acción rechaza
los productos de Ikea por su baja calidad y su insostenibilidad. El Ayuntamiento
de Málaga recibe con alborozo el nuevo establecimiento de Ikea en la ciudad: el
más grande de Europa, como el túnel de la Alcazaba, como no podía ser de otro
modo. Una información de EL
OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com que
publica en su última revista, el número 51, ya a la venta y también en pdf en la
web.
PARA
optar a una paga de menos de mil euros por 40 horas semanales en la nueva tienda
que Ikea abrirá en Málaga, (salario habitual en el sector de la gran
distribución), la multinacional realiza en unas instalaciones municipales un
test de selección de personal en el que hace 78 preguntas, entre ellas: “Cuándo
trabajas bajo una situación de estrés, ¿eras capaz de controlar tus nervios?; Si
un compañero te pide ayuda, ¿te niegas porque prefieres hacer lo tuyo?; ¿Estás
de acuerdo en que la iluminación influye en la decoración de una terraza”
Paralelamente, en la otra cara del mundo, la obrera india Manjula,
explica en un estudio de Intermón Oxfam que gana 2.360 rupias al mes (41,4
euros) haciendo productos que luego venderá Ikea. Uno de los autores de este
informe, el belga Jean
Marc Caudron, explica que cuando Manjula muestra el recibo de
sueldo de octubre de 2005, se ve que esta suma representa el monto bruto, del
cual hay que descontar dos seguros sociales y un seguro de vida. Las 2.360
rupias iniciales se reducen a 1.818 rupias (31,8 euros). Aún trabajando seis
días a la semana, roza el umbral de la extrema pobreza.
El profesor Maniemegalai Vijayabaskar
otro de los autores del estudio, precisa que es
habitual que los obreros “Trabajen
doce horas por día, sin contar el tiempo de ir y venir. Durante los picos de
producción, pueden trabajar hasta 15 horas diarias”.
LOS productos de Ikea son pensados,
diseñados y publicitados en países de la Europa ‘primermundista’ como Suecia o
Gran Bretaña. La elaboración de los productos depende de fábricas subcontratadas
en economías subdesarrolladas: Vietnam, India, Bangladesh, Pakistán y algunos de los países del Este como Polonia o Rumanía. La
multinacional distribuye su mercancía a través de más de dos centenares de
tiendas radicadas en 36 países, desde España a Arabia Saudí. Cada vez que se
produce una venta en alguno de estos establecimientos se cierra un proceso, el
de la venta, que pone fin al viaje del producto, y se abre otro proceso, el
financiero, a través del cual el dinero obtenido viaja a Holanda y a los
paraísos fiscales de las Antillas saltando por el entramado de sociedades y
fundaciones armadas y dominadas por la familia Kanprad, dueña de la compañía. A
este fenómeno internacional por el que
unos piensan, otros fabrican y los terceros financian se le ha venido llamando
globalización. Ikea es una de las empresas que mejor expresa estas
contradicciones. No porque sea la única que lleva a cabo estas prácticas, sino
porque por su descomunal tamaño las hace más evidentes y porque su aparato de
comunicación ha conseguido que una de las compañías más criticadas, estudiadas y
censuradas sea a la vez una de las que mejor prensa tiene.
POR ejemplo. Ikea fue nominada al
premio ‘Ojo Crítico’ que el Foro Social de Davos concede cada año a la compañía
que se ha distinguido por “su comportamiento más irresponsable”. En su caso tal
honor se debió a que “utiliza todos los medios legales para evadir impuestos”,
según el jurado. Cuando esta noticia comenzó a circular por la Red otra
información vino a contrarrestarla: “Ikea, entre las empresas más éticas del
mundo” afirmaba una nota que tuvo amplia repercusión y que citaba a la revista
estadounidense Ethisphere como
fuente. Esta publicación que está dirigida a directivos de grandes sociedades
incluía en su estudio de compañías “más éticas” a Mac Donalds, Starbucks, Nike,
la petrolera Shell y la farmacéutica Novartis (que mantiene un largo pleito
contra
una ley india que permite la fabricación de medicamentos genéricos más
baratos).
“RESULTA curioso ver cómo Ikea consigue
mantener una imagen de respeto por el medio ambiente, a pesar de que es un
ejemplo perfecto de deslocalización de la producción, con todos los costes energéticos, y por
tanto ambientales que esto lleva asociado. Una empresa que sitúa sus tiendas a
las afueras de las ciudades, lo que obliga a un determinado modelo de
transporte, el coche, uno de los principales agentes causantes del cambio
climático. Y es, además, un ejemplo característico de empresa que vende
productos de muy corta duración, de usar y tirar, ya que la mala calidad de los
muebles (debida a los materiales que usan para producirlos), y que son de
temporada (se pasan de moda), hace que haya que redecorar (por lo tanto tirar,
generar residuos, volver a producir, comprar) cada poco tiempo”, explica María
González de Ecologistas en Acción.
PESE a ello, la llegada de Ikea a
ciertas ciudades españolas se celebra como un logro político. Málaga no ha sido
una excepción. La tienda que abrirá a orillas del Guadalhorce ha contado con el
apoyo incondicional del ayuntamiento, que no solo ha puesto a disposición de la
multinacional medios digitales, locales y funcionarios para facilitar la
selección del personal de base del establecimiento, sino que además, Ikea ha
conseguido que la Gerencia de Urbanismo del consistorio anticipe la inversión
que corresponde al ministerio de Fomento -más de tres millones de euros- para
construir la carretera que facilitará el acceso a las instalaciones de la
tienda. El accidente laboral de un obrero portugués durante la edificación o el
que las obras del edificio se hayan surtido de una planta de áridos ilegal han
sido detalles que han pasado de puntillas por los medios de
comunicación.
TAMPOCO se ha publicitado mucho que la
justicia alemana abrió una investigación a Ikea en 2005 y arrestó a dos de sus
directivos por supuestos sobornos. Se les acusaba de cobrar entre 600.000 y
700.000 euros a cambio de la adjudicación de obras. Al menos uno de ellos aceptó
en parte su culpabilidad. En España, como método de implantación, Ikea tiene por
costumbre invitar a un viaje con todos los gastos pagados a Suecia a título
personal a representantes municipales de diversos ámbitos de las ciudades donde
proyecta instalarse, “tales son los casos de Baracaldo, Murcia, Asturias, Jerez
y Málaga”, según informa www.lavozdigital.com de Jerez. Escapadas
que nunca entran en la agenda oficial de los políticos.
LA clave del modelo de Ikea radica en
los precios, en ofrecer muebles ‘de diseño’ más baratos que sus competidores.
Para lograrlo, en palabras del fundador de la empresa, Ingvar Kanprad “no deberá ahorrarse ningún esfuerzo, estos
bajos precios, siempre justificados, imponen pues enormes exigencias a todos nuestros colaboradores". La estrategia de abaratar los costes quedó en
entredicho cuando a mediados de los noventa la televisión sueca sacó a la luz
‘La tienda de los horrores’,
reportaje en el que quedaba patente que en las fábricas de las que se nutre Ikea
en Vietnam, Pakistán, India o Filipinas se explotaba a niños en condiciones
infrahumanas. ONGs y asociaciones cristianas se movilizaron y empezaron a
organizar un boicot, pero el gigante sueco reaccionó con rapidez y se sacó de la
manga el llamado IWAY, un código ético de conducta de obligado cumplimiento para
sus proveedores. Al mismo tiempo multiplicó los mensajes publicitarios que
incidían en que era una empresa respetuosa con los derechos humanos y el medio
ambiente. Hasta tal punto que responsables de UNICEF, como el director de la
organización en Alemania, Dietrich Garlich, mostró públicamente su desacuerdo
ante el uso y abuso que la empresa hace de esta colaboración: “Sí, Ikea
financia proyectos de UNICEF. Pero eso no significa automáticamente que ya no
haya más niños trabajando en la fabricación de productos Ikea”
UNA afirmación que cobra relevancia
apenas una década después de que se destaparan las condiciones de trabajo que
impone Ikea a sus suministradores en el Tercer Mundo. Esta vez ha sido la
organización humanitaria Intermon Oxfam la que desde su sede en Bélgica ha
lanzado la campaña ‘Desmontando a Ikea’ fruto de una larga investigación sobre
las prácticas de la multinacional en el sudeste asiático -India, Bangladesh y
Vietnam- en la que se comprobó el grado de cumplimiento del tan publicitado
IWAY. Uno de los autores del informe, Jean
Marc Caudron, explica que “el salario medio es de dos dólares al día, incluso
menos –menos de lo que Naciones Unidas señala como el umbral de la pobreza– por
unos turnos de entre 80 y 90 horas semanales. A pesar de que según el código
ético de Ikea el turno máximo es de 60 horas semanales, se incumple
sistemáticamente”. Más aún, los sindicatos sin
estar prohibidos, no existen, “y los
líderes que han intentado montar una mínima organización para defender los
derechos de los trabajadores han denunciado ser objeto de amenazas por los
patrones”. El estudio también da cuenta de que se permite el trabajo infantil,
aunque los niños se esconden si vienen inspectores. En resumen, “Los resultados
claramente enseñan que un porcentaje de los productos de Ikea están
suministrados por compañías que violan los derechos humanos y de los
trabajadores, incumpliendo el propio código de conducta de Ikea. En el caso de
Bangladesh, todas las fábricas estudiadas lo incumplen a gran escala”,
concluye.
IKEA
tiene unas 1.600 fábricas subcontratadas para fabricar sus productos. Sus
directivos se niegan a dar el listado completo alegando secreto profesional. El
cumplimiento del código IWAY se supervisa por las centrales de compra de la
compañía en el 93% de las ocasiones. Su fundador, Ingvar Kanprad, está
considerado el hombre más rico del planeta.
ACCEDA aquí al reportaje de
la revista en formato pdf:
- Desmontando Ikea
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Reportaje publicado en el nº 44 (octubre/noviembre 2004) de la revista EL OBSERVADOR:
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