Usa la cantidad de visitas y la notoriedad de sus artistas como medida de la ‘importancia’ del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga
06/06/06 MÁLAGA. Francés dice que
el CAC Málaga ha tenido 173.502 visitas en 2005. Francés dice
que el CAC es el segundo más importante del Estado tras el
IVAM.

'TOUT doit disparaître’, dejó Ben Vautier escrito en la pared de una sala vacía en el Museo Stedelijk de Ámsterdam. Era una pieza de estreno en la retrospectiva que ese centro le dedicó en 1973. Después de recorrer salas, escaleras, pasillos llenos de pancartas, pizarras y carteles llenos de palabras, el espectador acababa su visita en una sala vacía y leía: ‘Todo debe desaparecer’. Ben y la voluntad de vacío.
UNA de
las ventajas de Ben es su simpatía. Con su aparente ingenuidad propone
juegos divertidos con segundas y terceras capas de sentido que suelen
dejar un poso menos risueño. No todos los artistas caen bien. Pero Ben cae
bien. También es difícil caer bien siendo director de algo, no hay más que
mirar a los directores que ha tenido la
Orquesta de Málaga, o a
Salomón Castiel, director del Cervantes, o a la que fue directora del
Reina Sofía, María de Corral (María del Corral, la llamaba Muñoz Molina
anticipando la poética del Koala). Ben es francés, pero Francés no es Ben;
es el director del CAC.
LAS cifras y el vacío exigen interpretación. A las cifras se les hace decir lo que uno quiere, sobre todo cuando uno dice bien alto -con la colaboración de altavoces sumisos- las cifras que le da la gana, al margen de las cantidades o magnitudes que pudieran representar. Pero en el caso de la voluntad de poder elemental de los tiempos presentes, el valor de las cifras no se centra en las representaciones de cantidad, sólo en la representación del éxito, de ahí que, menos que cantidades medibles, las cifras representan el volumen sin mesura del exhibicionista sedicente de aciertos.
'EL capital simbólico es una propiedad cualquiera, fuerza física, valor guerrero, que, percibida por unos agentes sociales dotados de las categorías de percepción y de valoración que permiten percibirla, conocerla y reconocerla, se vuelve simbólicamente eficiente, como una verdadera fuerza mágica: una propiedad que, porque responde a unas "expectativas colectivas", socialmente constituidas, a unas creencias, ejerce una especie de acción a distancia, sin contacto físico’. La idea de Bordieu se puede aplicar a quien posee la fuerza mágica, el capital simbólico; quien no tiene el capital simbólico real, puede refugiarse en cifras irreales. Ningún director de espacio cultural del tipo que sea, capaz de dotar de sentido su política la justificaría con números. Y, siguiendo a Artaud, de tener sentido, no haría falta explicación ninguna: se reconocería como esa fuerza, mágica o no. Otra cosa es que, al margen de las fuerzas telúricas, se entendiera la necesaria y urgente fuerza democrática del debate y la discusión pública; la necesidad de democratizar la gestión con participación, de romper con la idea de verticalidad de las decisiones.
173.502 es una cifra de
éxito. ¿Sería una cifra de éxito la mitad? ¿Un fracaso el doble? ¿En
relación con qué es un éxito, es un fracaso? ¿Qué es el éxito? 173.502
representa esa voluntad de poder elemental, ingenuamente androcéntrica:
‘el que mea más lejos’, ‘el que la tiene más larga’. Territorio y poderío.
Ni Artium, ni MACBA, ni RS, sólo, según Francés, supera al
CAC el IVAM (el único del PP en una comunidad del PP que reafirma su
españolidad en su estatuto reformado).
DICE Clement Rosset: “Si buscamos lo que queda de trágico en los 100.000 muertos de Hiroshima después de que haya intervenido la interpretación histórica, sociológica, política y militar, ¿qué queda? 100.000 muertos, es decir, un muerto (no más interpretable que 100.000). O sea, un muerto como todos los muertos”.
LAS víctimas de Hiroshima, las visitas de Francés y el vacío de Ben presentan, cada uno por su parte, una propia resistencia a la interpretación, lo que constituye un punto de partida aparentemente común para fenómenos completamente diferentes. La condena a la hermenéutica que se prolonga desde el siglo XX -“significosis e interpretancia, las grandes enfermedades de este tiempo”, dice Deleuze- infecta todos los actos de habla y los de escucha. Pero, ¿es posible dejar pasar la emisión preinterpretada en sentido único de Francés y sus altavoces?
FRANCÉS no habla de política artística, del papel del CAC en la máquina de producción pública del arte. Francés se limita a dar cifras, 173.502 visitas. O sea, una visita como todas las visitas -destinada al deber de desaparecer. Francés no habla de la posición de la producción artística en la esfera pública; Francés dice: “el número 1, el número 4”. Desaparecen de las cifras de Francés las dialécticas públicas y sus contextos de producción; desaparecen víctimas de las cifras de Francés el arte, el artista y el espectador, convertidos en 22 exposiciones y 173.502 visitas. Desaparece de las cifras de Francés la función pública en las políticas del centro de arte. Todo ha desaparecido: Francés deja vacío el CAC con la detonación de sus cifras.
FRANCÉS desplaza a
la contabilidad y la estadística la valoración de la política
del CAC y da las cifras: 173.502 visitas, el 83% de malagueños.
No explica cómo se cuentan las visitas en un espacio gratuito
que no entrega ticket de entrada, ni cómo se reconoce a los
malagueños. Tampoco se sabe por qué es un éxito esa proporción
de visitas locales en “uno de los centros más importantes
del panorama internacional”, fuera cual fuera el número total;
más bien es un dato que confirma una ínfima proyección externa.
Por otro lado, según los datos que el CAC incluye en su página
web: “Las cifras de turismo residencial en la provincia de
Málaga se estiman en 2,5 millones de personas, gran parte
de ellos británicos y alemanes, una cantidad que está previsto
que en 2006 haya aumentado en un millón de individuos más.
En estas comunidades existe un gran interés por el arte y
la cultura y en este aspecto el CAC Málaga puede servir tanto
a la satisfacción de estas inquietudes como de elemento de
integración en la sociedad autóctona” (de la Asociación de Promotores y Constructores
de Málaga; Francés también se define por sus fuentes); pues
el CAC ha fracasado estrepitosamente con los millones de turistas
residenciales y en su objetivo de integración. No se
entiende, por tanto, que la cifra de Francés avale la aspiración
a ‘capital cultural europea’, si es que la aspiración tuviera
explicación. Esa cifra, en el contexto definido por la propia
institución, es la certificación real de que el CAC no tiene
ninguna relevancia en el panorama internacional y de su fracaso
social; por no hablar de un objetivo propio claramente incumplido.
CON sus cifras, las que atribuye al CAC, Francés define y delimita, en su noción de éxito, la posición pública del CAC. La misma que tienen los bancos, que exigen un aval para corresponder a una operación financiera. A más aval, más dinero, y viceversa. La gestión de un centro público, según Francés, tiene una sola dimensión: la del éxito que se define arbitrariamente en números reales y cifras de cuento. El balance del CAC se parece más al cierre de ejercicio de Carrefour que al de un centro de arte, a cualquiera, por poco importante que sea. O a los 40 Principales, el número 1, el número 4, más que a esa idea de Kunsthaus con la que se suele referir al CAC.
LA perspectiva totalitaria de la estadística. Francés cuenta el éxito de su gestión haciéndola pivotar alrededor de las cifras. “El arte es un camino que conduce a regiones que no gobiernan el tiempo y el espacio”, dice Duchamp. Francés dice dirigir un centro de arte, y lo avala gritando cifras; por ellas ha reconducido el edificio a su identidad original: un mercado de mayoristas construido según los cánones del funcionalismo franquista, con su aguilucho al frente.
PUEDE leer aquí otras noticias publicadas anteriormente sobre el CAC Málaga:
- 14/03/06 El arquitecto Santiago Cirugeda se niega a que la exposición de su obra en el CAC Málaga sea patrocinada por Financiera y Minera
- 06/12/05 El Centro de Arte Contemporáneo de Málaga utiliza las entradas a su web en Internet para 'inflar' el número de visitas totales al museo