El artista Pedro G. Romero, apartado de la dirección del Centro de Arte de Sevilla tras criticar la gestión municipal en relación con la Bienal de Arte Contemporáneo
05/07/06 MÁLAGA. La oposición a la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla de los artistas, galeristas y profesionales del arte de
la ciudad ya se ha cobrado su primera víctima en Pedro
G. Romero, artista, comisario de exposiciones y hasta la fecha,
director de lo que iba a ser el Centro de Arte de Sevilla [CAS].
Juan Carlos Marset y la colaboración de Alberto Bandrés, Elena
Angulo y Carmen Calvo: un resumen de la historia reciente de la gestión
cultural en Andalucía
LA bienal de Sevilla ha generado una oposición local que se ha materializado en la Plataforma de Reflexión sobre Políticas Culturales, formada mayoritariamente por artistas y profesionales del arte. Desde esta plataforma se ha criticado la bienal desde sus mismos orígenes, y se han organizado actividades e intervenciones públicas diversas. En marcha desde unos meses después de la oficialización del certamen, en un principio emitió una serie de comunicados en los que se rechazaba la aplicación de un modelo que se consideraba caduco, y cuya inadecuada aplicación a una ciudad como Sevilla sólo podría significar un desastre económico y el naufragio del proyecto y de otros que podrían surgir. El tiempo dio la razón a la plataforma, y el descalabro económico de la Biacs es un hecho conocido y publicado en la prensa general. (Para ver los comunicados de la PRPC, pulsar AQUÍ)
ANTE esta situación, la organización decidió relevar a la comisaria e inventora del proyecto, la galerista Juana de Aizpuru, por el comisario Okwi Enwezor. En diversos medios se afirma que la marcha de Aizpuru era condición inexcusable para que las instituciones públicas que financian el evento continuaran apoyando la Biacs. El nombramiento de Enwezor fue acogido con cierta sorpresa por la Plataforma sevillana, toda vez que el nuevo comisario, según Pedro G. Romero, miembro y portavoz de la Plataforma, Enwezor "estuvo implicado en la primera plataforma contra la Biacs que constituimos" y participó en las acciones que organizamos "siendo uno de nuestros invitados a ser crítico con la muestra". Así, argumentó que su sorpresa se debe a que en la primera edición del evento, "estaba de acuerdo con cambiar el modelo" (Europa Press, 14/06/05).
POR su parte Juan Carlos Marset, el delegado de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla es un hombre bien conocido en los organismos públicos con departamento de cultura. Profesor en la universidad de la ciudad, creó y dirigió a mediados de los 90 la revista Sybilla, centrada en estética, arte y pensamiento. Lo de las revistas culturales, se sabe desde los 80, da mucho de sí para hacer contactos; pero hay que tener talento: para los contactos y para poner el nombre. En Sevilla, Sybilla es un nombre de éxito seguro. En Málaga, por ejemplo, con esta luz, le pones a una revista un nombre que evoque jardín umbrío y, claro, la revista está condenada, y quienes la hacen, de vuelta al instituto a dar clases; en cambio, vaya si puedes llegar alto, todo lo alto que la ciudad permite, si el nombre de tu revista evoca calle con árboles para pasear; bueno, si no hay árboles ni se puede pasear tampoco importa, pero el alcalde prefiere que los haya, y él ya se encarga de cortarlos todos y de llenar de edificios el espacio que quede. El primer paso de Marset fue el acierto del nombre de su revista; su estrategia sibilina le concedió todo lo que hace falta en estos casos: que los que mandan de verdad manden, que los que te crean se lo crean, que sean los mismos y que todo sea simultáneo. Una vez llegado hasta ahí, el siguiente paso es prolongar el trayecto y quedar como un rey: montar el festival Sybilla de las artes fue la consecuencia natural. Era una cosa seria, muy seria. Tanto, que parecía como de otra época, por lo que las instituciones fueron generosas con el evento.
ESA fue la tarjeta de presentación. Después era cuestión de ir ascendiendo resistentemente hacia la cúspide de las instituciones, y vaya si Marset tenía talento. En la Consejería de Cultura durante el reinado de Carmen Calvo, se presenta de la mano de la entonces directora de Fomento y Promoción Cultural de la Junta, Elena Angulo, y del entonces director de la Empresa Pública de Gestión de Programas Culturales (EPGPC), Alberto Bandrés. La primera es la famosisisísima ministra de Cultura, la de los Pixies, AC/DC y el dixie de New Orleans; la segunda, después de casi casi ocho años de ordeno y mando quedó fuera de la Junta tras una precipitada salida del cargo a unos meses de las elecciones, cuando todo el mundo sabía que de todas maneras no iban a renovarle contrato. Efectivamente, los lectores tienen razón, tampoco ahora Carmen Calvo hace lo que todos los ministros de Cultura han hecho siempre, lo de presumir de equipo y rodearse de intelectuales. Angulo fue relevada por el segundo de a bordo, Bandrés (ehem). Ella actualmente es directora de la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Baremboim-Said. Alberto Bandrés merece, más que un capítulo aparte, una investigación del Pentágono. Es el actual director de la Agencia Andaluza de Flamenco, organismo de la Consejería de Cultura con un inédito nivel de autonomía y unos presupuestos y sueldos astronómicos. Y unas competencias y lo que se podría denominar ‘acción intermedial entre los ámbitos público-privado’ de lo más llamativo. Como muestra, ahí está su primer gran proyecto discográfico: Flamenco por Andalucía, España y la Humanidad [el título es real, no se lo ha inventado esta revista para escarnio de nadie]. 314.000 euros ha costado este álbum colectivo, con una tirada de 40.000 ejemplares. El coste específico ha sido, según el Diario de Sevilla: “de 68.965,52 euros para la edición especial de 39.400 ejemplares, lo cual arrojaría una media de 1,75 euros por unidad, más del doble de lo barajado por las multinacionales de la industria discográfica en una edición en torno a las 30.000 o 40.000 copias, como es el caso. Eso teniendo en cuenta que los 150.000 euros que también se detallan en la factura atendieran al coste de grabación, aunque no se glosan como tal, sino como coste de producción. De ser así, el resultado arrojaría una media de 3,80 euros por unidad. Según las fuentes consultadas, cuando se barajan ediciones con estas cantidades los precios del disco por unidad no pasan de los 0,60 ó 0,70 céntimos cada uno”.
ELLOS, Angulo, Bandrés y Calvo han sido los directos responsables del actual mapa cultural andaluz; no se puede decir más de ninguno de ellos, pero todos se merecen una biografía no autorizada. En la sección institucional de artes plásticas, la formación del Centro de Arte Contemporáneo de Sevilla, los nombramientos, las compras para la colección y todo eso de la política de las artes y de las ciencias, por extraordinario que pueda parecer a esos lectores inocentes que se pueda asociar a estos tres con las artes y las ciencias, habría que hacer un recorrido histórico por su presencia en sus cargos y sus decisiones reales, que en verdad han marcado la historia reciente de las relaciones arte-política-inversiones públicas. EL OBSERVADOR sugiere crear una plataforma de artistas andaluces que analice no sólo a la Biacs, sino también todo el entramado de instituciones culturales locales y supralocales operativas. Aunque se entiende que después de lo de Pedro G. Romero no esté la situación para plataformas.
VOLVAMOS a Juan Carlos Marset. Organizó a finales de los 90, tras quemar el caballo de Troya que fue el festival Sybilla, el primer ciclo-curso de música contemporánea para la EPGPC, que tuvo lugar en el teatro Central de Sevilla; ahora es una fórmula exportada que también impregna otras ciudades andaluzas, entre ellas, la del paraíso. Esta cosa consistía en un ciclo de conferencias y conciertos organizado entre la universidad y la EPGPC; se llenaba con alumnos de Marset y de otros colaboradores, que recibían unos créditos (en términos universitarios, no financieros) por asistencia y de camino se garantizaba un público mínimo para las actividades. Su entrada en la EPGPC se oficializó con la concesión de un dinero para desarrollar un proyecto que exigió inexcusablemente un viaje a Nueva York, donde aún estaba en boga el informalismo abstracto porque era la segunda mitad de los 90, pero precisamente ya había pasado una década larga desde que los gestores culturales del PSOE hacían el numerito de ir a NYC a costa del dinero del contribuyente; Bandrés y Angulo lo sabían, pero les causó ternura y le pagaron la excursión. En agradecimiento, en la segunda edición del curso los alumnos y todo el que pasaba por el teatro recibieron de obsequio la colección completa de la revista Sybilla, y sobraban varios cientos de juegos completos de la publicación que Marset dirigía.
MARSET es un hombre crecido dentro de ese espacio institucional de la gestión cultural, ha participado en comisiones, asesoramientos, programaciones, apadrinado por Angulo, Bandrés y otros amigos cercanos del PSOE, hasta llegar a su cargo actual en el ayuntamiento sevillano, donde presta buenos servicios a sus amigos y deudos. Pongamos como ejemplo que en el consorcio que gestiona el teatro de la Maestranza, donde están representados todos los organismos públicos de la ciudad, Marset, como representante del ayuntamiento del alcalde Monteseirín, siempre está de acuerdo con la Junta. Con respecto al CAS, Marset ha afirmado: "Probablemente, la dirección recaiga en un equipo o titular gestor con un perfil más institucional". Si duele el paso de la juventud, siempre queda el consuelo de la serenidad que da la madurez cuando ya se han asentado las nalgas. Es el momento de contratar a alguien, presentar nuevos valores, ese gestor joven, por qué no, mejor una mujer; comienza la era Marset y es la hora de que Marset comience a apadrinar; apadrinar y apatrullar, por acabar con Foucault. Se da el caso que el artista Pedro G. Romero organiza o participa en la organización de exposiciones en el Macba, la Fundació Tàpies, el Caac y otros centros públicos y privados. Su perfil institucional no coincide con el de Marset, ni con el de Bandrés, ni con el de Angulo, ni con el de Calvo. Claro.
EL último comunicado de la PRPC se inserta a continuación, y pedía el apoyo público a esta iniciativa. Si algún lector de EL OBSERVADOR lo desea, puede enviar sus datos y su apoyo a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..
TEXTO DEL COMUNICADO
En Sevilla, a 13 de junio de 2006
A cuatro meses de la inauguración de la BIACS 2, la única información oficial sobre el evento es el texto que Okwi Enwezor leyó en Madrid en la feria comercial de arte contemporáneo ARCO, y que en los próximos días presentará en la Feria de Arte de Basilea, marcos poco apropiados, o quizás, según evolucionan las cosas, los más apropiados, para presentar una iniciativa como “Lo Desacogedor. Escenas Fantasmas de la Sociedad Global”, que se propone: “desenmascarar a aquellas maquinarias que diezman y desgastan las interconexiones sociales, económicas y políticas, buscando así un retorno a la lógica de la totalización”.
EL texto de Enwezor es interesante y emotivo, sólo se le puede oponer que en ningún momento cita a quien debe gran parte de las ideas que se desarrollan en el mismo. En cuanto al proyecto expositivo, conociendo el trabajo de Enwezor y más concretamente la Documenta XI que comisarió, sospechamos que la BIACS 2 va a convertir en turismo todo lo que nuestra geografía política le ofrece dramáticamente: la emigración desde África, las guerras de oriente medio, la insurgencia latinoamericana, etc. Como dice Giorgio Agamben, no hay mayor templo para el capitalismo que el museo, el espacio del arte contemplado y consumido por hordas de turistas.
RESULTA paradójico que Okwi Enwezor se pregunte: “¿cómo puede el arte jugar un papel integral y no sólo periférico con respecto al reto global que afecta tanto a la producción artística como a su recepción, especialmente a la luz de los efectos perniciosos de las políticas reaccionarias, conservadoras y fundamentalistas en todas las estructuras sociales del mundo hoy día?” y, sin embargo, ni se pregunte ni se cuestione un modelo como el bienalismo, sobresaturado, que funciona casi exclusivamente por razones geoturísticas. Ni tampoco se interpele sobre uno de los formatos que más han contribuido a los procesos de banalización que sufre el arte contemporáneo, sobre todo ese arte que a Enwezor le interesa porque opera en interrelación con la sociedad. No olvidamos que si bien estas bienales pueden visibilizar propuestas críticas de creación interesantes, no consiguen ni enfrentarse a las determinadas problemáticas, ni crear un debate en torno a ello, de tal modo que los agentes artísticos y activos del contexto donde se presentan puedan coger el testigo para producir una cadena de sentidos. Sino que, por el contrario, aquellos conflictos que presentan ya han sido convertidos en objetos de consumo cultural o, precisamente debido a fenómenos espectaculares como las bienales, en poco tiempo pasan a serlo.
NO entendemos que Enwezor se proponga ni más ni menos que “…Explorar las alteraciones en las estructuras sociales del mundo. …La BIACS 2 se concibe como una oportunidad para examinar la lógica contradictoria de distancia y proximidad que representa la estructura dialéctica de muchos procedimientos artísticos de la última década”, y no se haya molestado en informarse, además de haber desatendido las noticias que le han llegado, sobre cómo la BIACS 2 está siendo financiada con fondos públicos gestionados por un consorcio de empresarios. Ni que tampoco se haya preocupado por los efectos que sobre la ciudad y su tejido cultural está produciendo. La carencia de conexiones de la BIACS con la realidad e incapacidad para potenciar las estructuras de la escena local, impide no sólo el desarrollo de éstas, sino que algunos proyectos, han tenido que soportar la rebaja presupuestaria general mientras se mantiene el beneficio de “proyectos estrella” como la BIACS. La parasitación de la BIACS sobre los fondos públicos es obvia, lo que conlleva unos “efectos colaterales” sobre el tejido cultural existente.
EL título del texto de Enwezor sí es revelador: “Lo Desacogedor: Escenas Fantasmas en la Sociedad Global”, pues nos parece que en todo esto de la BIACS 2 opera a la perfección la fantasmagoría en que consisten los procesos de transformación y metamorfosis del objeto cualquiera en mercancía artística, en valor de cambio. Es decir, que la fantasmada en este caso se produce cuando una operación empresarial financiada con dinero público, dirigida a potenciar y dinamizar la economía local, atraer turismo e inversiones, al tiempo que contribuir a generar orgullo y consenso entre los patronos, sean públicos o privados y la ciudadanía, se pretende presentar como un evento reflexivo, que “mirará más allá de la metáfora de la ciudad y empezará a reflexionar acerca de la compleja naturaleza de la adyacencia y la importancia asintomática de vivir al lado de, fuera de o dentro de un espacio determinado”, en palabras de su comisario.