Un libro inconsistente que no pasa de ser tendencioso y se presenta con el combativo subtítulo la ‘otra’ memoria histórica

16/03/07 MÁLAGA. La editorial Arguval y Elías de Mateo Avilés, historiador y colaborador del Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga, han unido sus fuerzas para la publicación del que quiere ser el mayor y más riguroso estudio sobre las víctimas del ‘terror rojo’ durante la Guerra Civil.

Un libro inconsistente que no pasa de ser tendencioso y se presenta con el combativo subtítulo la ‘otra’ memoria histórica

16/03/07 MÁLAGA. La editorial Arguval y Elías de Mateo Avilés, historiador y colaborador del Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga, han unido sus fuerzas para la publicación del que quiere ser el mayor y más riguroso estudio sobre las víctimas del ‘terror rojo’ durante la Guerra Civil. El título lo dice todo: Las víctimas del Frente Popular en Málaga, la ‘otra’ memoria histórica. Título y subtítulo son suficiente presentación, pero por si a alguien le cabía alguna duda, en el primer párrafo del prólogo el autor ya pone al lector sobre aviso de su punto de vista: “Aquellas víctimas de nuestra Guerra Civil son hoy día las grandes olvidadas por los poderes públicos y por una gran mayoría de los historiadores académicos”. A partir de ese punto, este hombre con nombre de profeta y primer apellido de evangelista hace lo que tiene que hacer. El problema es que muy hábil no es.

AL parecer, el hombre y su editor están disconformes con la reivindicación de la memoria histórica exclusivamente para los republicanos, y que las víctimas del bando contrario no merezcan lo mismo. Por una parte, ambos parecen estar en la línea de proveer de documentación y argumentación contra la estrategia de la recuperación de la memoria de los asesinados por Franco durante y después de la Guerra Civil. Por otra parte, y para demostrar su independencia, parte del esfuerzo de De Mateo se centra en aclarar que el régimen de Franco no demostró suficiente apego por ellas. En cambio, a la Iglesia Católica, este miembro de la Comisión Diocesana de Patrimonio Artístico y estudioso de la ‘religiosidad popular’, en especial de la Semana Santa, no reserva más que parabienes.

JUSTICIERO, Elías se lanza en tromba y, después de sacar a relucir la comisión pro-víctimas del marxismo que comienza a funcionar en abril de 1937 (dos meses después de la caída de Málaga en manos de los golpistas) y el censo que hizo, en colaboración con el Ayuntamiento, la Falange, la Iglesia y el Ejército Nacional; después de relatar cómo el alcalde Juan Temboury proyectó un monumento en la catedral; después de enumerar los monumentos a los caídos, con sus listas de nombres; después de incluso reproducir algunas de las esquelas publicadas en la prensa local; y aún después de las honras fúnebres de 1941 (que a él le parecen algo tardías), en las que se organiza toda la ciudad a su alrededor y viene hasta un enviado del Caudillo, después de él mismo relatar todo eso, a este hombre le sabe a poco.

OTRO gallo cantaría de haber sido historiador de la parte contraria. Fosas donde se encuentran enterrados varios miles de cadáveres sin identificar, sin recibir misa y ni siquiera el sacramento de la confesión, fusilamientos sumarísimos sin juicio previo, varias generaciones de familias sometidas al silencio y al olvido, cuando no a la marginación y al desprecio público... Más el exilio, la expropiación de bienes, y otra larga serie de aberraciones que, evidentemente, jamás sufrió el bando de Franco, porque, sobre todo, fue éste el que se dedicó, después de que él mismo diera por acabada la guerra, a la persecución y el exterminio del enemigo. Pero, en fin, esto ya es historia y no sabemos si este Avilés querrá saber algo de ella. En principio, por él mismo sabemos de sus fuentes, de sus métodos y de su discurso de, digamos, clásico sabor ibérico. Sus fuentes son las publicaciones de historiadores a los que define como afines a la ideología del Frente Popular, la misma organización política a la que acusa de causar las víctimas que protagonizan su libro; también las publicaciones de otros a los que define como revisionistas en la línea de Pío Moa o Ricardo de la Cierva, y cita expresamente al capitán de la Guardia Civil Juan Antonio Ramos Hitos, a quien no obstante reprocha la falta de metodología académica rigurosa en el tratamiento de documentos, y que se deje llevar por valoraciones y comentarios personales. Después recurre a transmisión oral y a testimonios de testigos ilustres. Sin detenerse mucho (tampoco vale la pena), cabe señalar la dirección de las simpatías de Elías de Mateo.

POR empezar por algún lado, el título carga sobre el Frente Popular la responsabilidad de las víctimas. El caso es que, en el interior, el autor expone la constitución de los Comités y les señala como responsables de la política de terror que se apodera de Málaga. Llega a afirmar que al gobernador civil no se le hace ni caso y que éste intenta salvar a gente de la matanza. Pero, con la ligereza que no caracteriza al historiador, De Mateo responsabiliza de las decisiones de la matanza a los Comités, el Frente Popular o el Gobierno Republicano indistintamente, lo cual introduce una imprecisión al menos preocupante. Ni Frente Popular ni Gobierno republicano ordenaron asesinatos en masa en Málaga, y de ello no hay ningún documento. El historiador debería saberlo. Como debería saber que, al contrario, el gobierno ilegal constituido por Franco y sus secuaces  sí firmó y ejecutó las matanzas en calidad de gobierno.

AL referirse al gobernador civil, Fernández Vega, Elías de Mateo dice así: “Durante las famosas sacas o fusilamientos masivos tras los ataques aéreos de la aviación nacionalista, observó una actitud pasiva al no disponer de suficientes fuerzas disciplinadas a sus órdenes”. Después de explicar que el gobernador civil no tenía tropas suficientes para controlar una situación que sí quería controlar (está documentado), acaba con una cita de Edward Norton, industrial americano afincado en Málaga. “El gobernador civil tenía tropas bajo su mando. Contaba también con la Guardia de asalto. Podía, si hubiera querido, haber impedido estos asesinatos en masa”. En fin, De Mateo explica que no puede, que no quiere, que no tiene capacidad y que todos son muy malos, pero su fuente más fiable es la de un empresario que no estaba en la política y sí sujeto, por tanto, a la misma información que cualquier ciudadano. O Elías de Mateo no se entera o quiere liar. O las dos cosas.

ELÍAS de Mateo no se aproxima al nivel de Barranquero, a quien vuelve a contradecir más adelante, sino más bien al del capitán Ramos Hito, a Pío Moa o al Nadal más reciente, ese que tan a gusto está en la unidad de España y las reivindicaciones aznarianas. Y es que resulta difícil ver en De Mateo alguien con capacidad para manejar documentos o salirse de las visiones personales.

OTRO punto fuerte es el análisis de los antecedentes. Según este autor, Málaga llevaba sumida en la violencia desde hacía meses. Los anarquistas, socialistas y comunistas se mataban unos a otros por las calles, “en un ejercicio de pistolerismo”, y todos ellos contra la “minoritaria Falange”. Al parecer, no hubo en Málaga falangistas que hicieran caso de la consigna sobre ‘la dialéctica de los puños y las pistolas’, si es que es verdad que alguna vez fue de la Falange, claro. No hubo en Málaga pistoleros pagados por empresarios, ni, por supuesto, la extrema derecha española hizo nunca nada contra el gobierno legalmente constituido. Pero quizás lo mejor del párrafo es el final, en el que De Mateo dice de los conflictos pistoleriles “sólo el inicio de la sublevación militar del 18 de julio hará pasar a un segundo plano”. Qué querrá decir este hombre con esto.

EN la sección dedicada al curso de los acontecimientos, Elías de Mateo recurre a diversas fuentes, pero es en las citas donde probablemente deja bien clara su posición y su nivel. A través de las citas de Gamel Woolsey, escritora norteamericana a la que se conoce como ‘la mujer de Gerald Brenan’, y de nuevo de Edward Norton.

A la primera, Elías de Mateo la califica de falta de sensibilidad. La autora de ‘El otro reino de la muerte’ dice sobre un cura llevado a prisión: “Dónde lo fusilarán después del próximo bombardeo, pensé. De todos modos tendrá una muerte rápida y tranquila. Es lo mejor que se puede esperar de una guerra civil cuando estás en el bando contrario -ser asesinado lo más rápidamente, sin dolor”. Esto no lo considera compasivo el historiador. En otra cita de la autora, recoge: “La conversación de la gente giraba cada vez más en torno a los fascistas convirtiéndoles en criaturas de inimaginable maldad (...)” Y en cuanto al otro bando, lo mismo: “Las historias de crímenes eran una auténtica pornografía de la violencia. Entonces me di cuenta, y más tarde en Gibraltar confirmé (...) era significativo que en estas historias las monjas siempre aparecieran desnudas”.

FRENTE al desprecio de Elías de Mateo por el distanciamiento de Woolsey con respecto a la ficcionalización de los crímenes en relatos inverosímiles, está la credibilidad que otorga al relato del empresario norteamericano Norton, que narra una de las sacas: “Algunos de ellos, al oír sus nombres, se dejaron vencer por la emoción, algo totalmente humano y normal, pero inmediatamente recobraron la compostura y ocuparon su lugar con calma y orgullo. Ocultaron su agonía de las miradas salvajes de los hombres que iban a matarlos. Cuando llegó la hora, avanzaron a buen paso por los campos hasta el cementerio de San Rafael, donde murieron”.

ENTRE dos testimonios, el historiador elige uno y descalifica otro. Uno de ellos describe cómo se están haciendo truculentos relatos cada vez más irreales y menos verosímiles de lo que está ocurriendo, y mete por igual a uno y otro bando, y deja constancia que no es porque considere que sea típico de los españoles, pues también menciona a los ingleses. El otro testimonio es un relato épico de orgullo y sacrificio hecho por alguien que... nunca estuvo en el lugar donde sucede la escena que cuenta sin haber presenciado, no puede saber lo que ocurrió de verdad; y, no lo olvidemos, Norton se emplea a fondo en referir el clima, en darle un desarrollo emocional; exactamente lo que critica su compatriota de los otros relatos. El historiador Elías de Mateo se queda con Norton; habría que saber qué piensa de las historias de monjas desnudas.

ESTE no es un libro para todos los públicos, no es ameno, ni riguroso y, si no fuera por la escasez intelectual de su autor y su voluntad religiosa -no política- de reconciliación nacional, parecería una falta de respeto a los vivos y a los muertos, los nuestros y los suyos. Pero no, no es nada de eso, ni siquiera tiene el valor de ser una aportación a la literatura fascista contemporánea -Moa, De la Cierva- que tanto admira su autor. No es nada.