El lector, cualquier lector, es un ser privilegiado. Mientras estamos encerrados en el paréntesis de la lectura, cuando hemos dejado aparcado el mundo que nos rodea, podemos visitar otros espacios
Invitamos a vivir otras vidas en los libros. Pasen y lean. Despegarse de la realidad está al alcance de su dedo. Con la ayuda de pequeños y hermosos textos, aquí podrán encontrar un trampolín diario para zambullirse en el mar de la lectura
CULTURA. Escápate a la lectura. Por Paz Sánchez Pérez y Antonio Álvarez de la Rosa31/03/20. Cultura. Paz Sánchez Pérez y Antonio Álvarez de la Rosa comparten con todos los lectores de EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com varios fragmentos de diversos libros seleccionados con la finalidad de animar a la lectura. En esta entrega proponen libros con la temática “El mundo entre páginas”, y eligen como texto de ejemplo un fragmento del libro ‘Paris vista por un paseante’ de Antonio Álvarez de la Rosa...
Puede ver la selección de libros “El mundo entre páginas” pinchando aquí.
Escápate a la lectura: El mundo entre páginas
“París ha sido el paisaje interior de gran parte de la literatura mundial y de muchos libros que todos hemos leído y que tanto han contado en nuestras vidas. Antes que una ciudad del mundo real, París, para mí como para millones de otras personas de todos los países, ha sido una ciudad imaginada a través de otros libros, una ciudad de la que uno se apropia leyendo. Se empieza de joven con Los tres mosqueteros, luego con Los miserables. En la misma época o inmediatamente después, París se transforma en la ciudad de la Historia, de la Revolución Francesa. Más tarde, al avanzar en las lecturas juveniles se convierte en la ciudad de Baudelaire, de la gran poesía de cien años a esta parte, la ciudad de la pintura, la ciudad de los grandes ciclos novelísticos: Balzac, Zola, Proust...”.
Este texto no es de mi cosecha. Pertenece a Ermitaño en París, un libro autobiográfico de Italo Calvino, inédito hasta ahora en español. La mirada lúcida de este escritor italiano, todo un clásico ya del siglo XX, me ha parecido una buena introducción para contar lo que yo sentí en el día a día de mi última estancia en París, en los meses de abril y mayo de 2003. Más que reflexiones, son sensaciones de un flâneur, palabra que en francés significa algo más que paseante. El verbo flâner indica esa acción de un pasearse sin prisa, al azar, un abandonarse a la impresión y al espectáculo del momento, una comunión con la calle. París, el París antiguo digamos, es una ciudad que parece diseñada para ser vista por el paseante, porque solo yendo a pie se pueden apreciar innumerables detalles. El caminante ocioso, el flâneur, tiene un largo y distinguido pedigrí en Francia. No voy a desgranar el rosario de escritores flâneurs y voyeurs (paseantes y mirones) y solo quiero citar, de pasada, a dos de los grandes. Primero, a Louis-Sébastien Mercier que publicó un inmenso trabajo llamado Le Tableau de Paris, entre 1781 y 1789, en el que admitía: “He andado tanto que se puede decir que lo he escrito “con las piernas”. En el siglo XIX, el paseante parisino por excelencia fue Baudelaire, uno de los grandes flâneurs de la literatura francesa. En Le peintre de la vie moderne (El pintor de la vida moderna), Baudelaire ensalza al artista moderno que se sumerge en un baño de multitudes, recoge impresiones y las apunta solo cuando vuelve a su estudio. Nunca carga en su retina con ningún objetivo concreto, sino que se rinde pasivamente al flujo de las calles, al azar objetivo, que decía el poeta André Breton. Nadie mejor que Baudelaire para definir a ese flâneur: “La multitud es su medio, tal como el aire lo es para el pájaro o el agua para el pez. Su pasión y empeño es unirse a la multitud. Para el perfecto paseante, para el observador apasionado, es un inmenso goce habitar en la multiplicidad, en todo lo que bulle y se mueve, en lo evanescente e infinito”. Al hilo de mis largos paseos, al azar de las calles de París, fui absorbiendo una serie de imágenes que, una vez decantadas a través del filtro de la sensibilidad, me impulsaron a ponerlas por escrito. Unas veces, aparece el instante vivido y otras la memoria, depositada en esa ciudad inabarcable. Como si se tratara de los capítulos de un libro, así los cuento.
Antonio Álvarez de la Rosa
Paris vista por un paseante
Puede leer aquí lecturas anteriores:
- 30/03/20 Escápate a la lectura: Del amor al amor
- 27/03/20 Escápate a la lectura: Comparte la vida