El periódico pidió la opinión de Castro y rechazó publicarla cuando la tuvo. Alegó que no querían una columna “política”. El profesor responde: “Sigo a rajatabla una frase de Baudelaire: la crítica de arte tiene que ser parcial, apasionada y política”

27/03/15. Cultura. El diario Sur pidió una tribuna sobre los nuevos museos de Málaga al crítico y profesor de Estética de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) Fernando Castro. Cuando la consiguió, decidió que no se iba a publicar. En palabras de la jefa de Cultura del periódico, Eugenia Merelo, solicitaban una “valoración más cultural que política” (?). El reconocido crítico de arte...

...denunciaba la ‘mcdonaldización’ de la cultura ejemplificándola en las nuevas franquicias de la ciudad, el Museo Estatal de San Petersburgo y el Centro Pompidou. Castro respondía a Merelo través de las redes sociales. “Supongo que mi opinión no sirve para apoyar o aplaudir la operación que se ha montado”. Su artículo se ha vuelto viral, y el profesor dice no tener intención de volver a colaborar con el periódico. “Si se entiende que una opinión cultural no tiene dimensión política, mi escritura está absolutamente de más”. A la vez, alude a una célebre cita del poeta, crítico y traductor Charles Baudelaire: “La crítica de arte tiene que ser parcial, apasionada y política”. EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com ofrece a sus lectores el artículo íntegro de Castro con toda la polémica que le sigue. Diario Sur dedicó ocho páginas ayer a la inauguración del Museo Ruso, con una amplia cobertura sobre los asistentes al acto. Lo curioso es que no hubo acto, o no debería haberse celebrado, dado que ayer todavía era luto nacional por la tragedia aérea en los Alpes franceses. El periódico, del grupo Vocento, cuyo diario de cabecera es el ABC, acoge desde hace semanas intensas campañas publicitarias para estos nuevos centros artísticos, como también indica esta revista.

LA publicidad que Sur acoge solo del Museo Ruso no es poca. Precisamente antes de ayer el periódico abría con un anuncio a doble página a color en los folios más cotizados del diario, la segunda y tercera página.


“EL
caso del Pompidou de Málaga o de cómo me pidieron un texto para el diario Sur que no quisieron publicar”. Así comienza el relato que el propio Fernando Castro suscribe en su muro personal, en la red social Facebook. Señala el crítico de arte y profesor de Estética de la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid que hace una semana le pidieron su opinión sobre la apertura del centro Pompidou en Málaga, “y las distintas operaciones colaterales”. “En principio no tenía ninguna gana de hablar del asunto, pero el periodista insistió y decidí escribir, mientras estaba en Murcia, un texto a la carrera”. Todo para que al final no se publicase nada.

“PEDÍ
información los días previos a algunos colegas malagueños”, aclara Fernando Castro, que ya con material sobre la mesa pudo confirmar su sensación “de que todo era un montaje”. Así lo escribió, en un artículo que esta revista cita a continuación, en el que denuncia la creación de “otro Mc-Museo para idiotas”.

PERO
la crítica no gustó. Así, Eugenia Melero, responsable de Cultura de Sur, respondía con el siguiente correo, de tenor literal: “Quiero agradecerle su predisposición e interés por atender y colaborar con el periódico siempre que se lo hemos solicitado. En el caso del artículo que nos envió hace unos días sobre los nuevos museos de Málaga, quizás no nos hayamos explicado bien, pero solicitábamos una valoración más cultural que política sobre esos nuevos proyectos. Valoramos su opinión como docente, crítico y comisario y confiamos en contar con ella pronto”. La respuesta del crítico: “Mi valoración del fenómeno de la ‘mcdonalización cultural en Málaga’ era, al mismo tiempo, cultural y política, entre otras cosas porque desde el día que comencé (hace tres décadas) a escribir crítica de arte seguí, a rajatabla, una frase de Baudelaire: "la crítica de arte tiene que ser parcial, apasionada y política". Acepté colaborar (desinteresadamente, como en otras ocasiones en las que se me solicitó una colaboración en vuestro periódico) porque se me pedía que opinara. No se me dio ninguna indicación complementaria. Supongo que mi opinión no sirve para apoyar o aplaudir la operación que se ha montado. Terminas tu nota en la que me dices que no se publicará el texto que se me pidió indicando que "valoras" mi opinión y que esperas "contar pronto con ella". Como entenderás no tengo intención ninguna en volver a colaborar con vuestro medio. Ciertamente si se entiende que una opinión cultural no tiene dimensión política, mi escritura está absolutamente de más”.

ASÍ,
Castro hace una feroz crítica a la política de franquicias que sigue desde hace años el Ayuntamiento de Málaga. No es la primera: hace escasos días el reputado artista Rogelio López Cuenca denunciaba cómo el capitalismo contemporáneo se había acercado a la cultura. “Estos museos no tienen como objetivo satisfacer necesidad alguna de la ciudadanía sino generar beneficio económico extrayéndolo del flujo turístico. Su atención se dirige a este tipo específico de transeúnte, ajeno en principio a la ciudad, aunque la expansión de la mancha urbana y su división en áreas destinadas a usos específicos (residenciales, industriales, de ocio) ha dado lugar a que la mayoría de los habitantes de la ciudad vivan en esas zonas residenciales periféricas, por lo que visitan el antiguo centro con la misma actitud y expectativas que el turista foráneo, como turistas en su propia casa”. Para leer esta crítica, pinche AQUÍ.

“SIN
duda ha sido un placer colaborar dando mi opinión cuando supongo que lo que necesitaban era a una buena tropa de palmeros”, zanjaba el autor del artículo que sigue a continuación:

ESTOY
obsesionado, lo confieso, por Shakespeare y eso hace que cuando tengo que pensar (si es que soy capaz de hacer algo, epocalmente inusual) en cualquier cosa lo primero que me viene a la mente es una frase lapidaria del estilo “algo huele a podrido”, “el tiempo está desquiciado” o “el resto es silencio”. Invitado a “opinar” sobre la apertura del Pompidou y el museo de San Peterburgo en Málaga he sentido que no tengo, valga la retórica popular, razones para llevar vela en ese entierro. Perdón por el tono, funerario o gafe, pero esos fastos museísticos no solo me parecen regresivos o vergonzantes, sino con un punto de naufragio anunciado. Parece que ha surgido una necesidad imperiosa por “equipar” a Málaga con todo tipo de museos como si hubiera que conseguir un empate técnicos con los bares o, mejor, una oferta “paralela” a los chiringuitos de playa.

EL
mantra político es que hay que hacer una oferta adecuada al “turismo de calidad”, término que no es otra cosa que un oxímoron perfecto. En el abrasador programa del “todo incluido” hay que pasar a la carrera o en patinete frente a cuadros de Picasso, obras cuidadosamente seleccionadas por “la baronesa”, hacer cola para un evento zombificante (en el Guinness debió entrar la “expo” de Marina Abramovic en el CAC) o flipar con graffitis descomunales mientras se producen operaciones de gentrificación descaradas. Mariano Rajoy, como un faraón con problemas extraños en la lengua (se le escapa a cada poco) y con los ojos abiertos como verdadero profeta del pasmo, inaugurará la franquicia parisina en tierras sureñas. El cubo de cristal funcionara a las mil maravillas como “invernadero” para un puñado de obras que podría derretirse en la torradera veraniega. De la gigantomaquia del Guggenheim de Bilbao se puede pasar a la “bibelotización” malagueña, en una expansión retro-tardía (valga esta palabreja para expresar la “inoportunidad” y desfase de estos eventos del city-marketing) de la mcdonaldización cultural.

JEAN
Baudrillard habló, hace años, del efecto Beaubourg como una “implosión masiva” de una cultura secretamente odiada por la propia masa, mientras que Jean Clair lamentó, con cierta nostalgia carca, la conversión del museo en una marca para obtener beneficios en lejanos desiertos. Sin querer presentarme como un agorero me atrevo a sugerir que esta “operación” es una completa impostura, un ejemplo perfecto del delirio político que intenta conseguir “prestigio cultural” al mismo tiempo que desvela un “snobismo cateto” de armas tomar. Para ver 90 obras de los llamados “grandes maestros” (dos palabras funestas) hay que desembolsar unos cuantos milloncetes. El mamoneo parece que no tiene fin. Rajoy acude a cortar la cinta de la nueva “hamburguesería museal”, perdón es el primero de la fila en la puerta de la “brasseri de la avantgarde demodé”. Tendrá motivos para jactarse (mientras se le escapa la lengua) de los “brotes verdes”. Es un cuento –Shakespeare de nuevo como salvavidas- contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada.

PUEDE
pinchar AQUÍ para ver la polémica en el mismo Facebook del autor.

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- 24/03/15 ‘El elefante blanco y la marabunta’. Un texto del artista Rogelio López Cuenca sobre la inflación museística de Málaga