encuesta_umaCICO. 24/01/12 Manuel García Borrego. En los cuestionarios con los que los alumnos evalúan a los profesores de la UMA “no existe ninguna alusión a la adecuación del programa o a si los criterios seguidos son correctos o no”. También se incluyen cometidos relativamente fáciles de llevar a cabo como “asistir regularmente a clase”. El colaborador de CICO / EL OBSERVADOR...

encuesta_umaCICO. 24/01/12 Manuel García Borrego. En los cuestionarios con los que los alumnos evalúan a los profesores de la UMA “no existe ninguna alusión a la adecuación del programa o a si los criterios seguidos son correctos o no”. También se incluyen cometidos relativamente fáciles de llevar a cabo como “asistir regularmente a clase”. El colaborador de CICO / EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com, Manuel García, analiza las claves por las que el resultado final “es una nota media de 7’7 para el profesorado, cifra extraordinaria considerando que se valora de 1 a 5”. “Los alumnos, por su parte, se quejan por la poca utilidad de los cuestionarios”, señala García Borrego.

“Llevo seis años rellenando encuestas y no valen para nada”. Trucos y secretos de los benevolentes cuestionarios en los que los universitarios malagueños tienen que ponerles nota a sus profesores

EL alumno de la UMA se enfrenta a mediados de cada cuatrimestre a una prueba que muchos intentan evitar. Hablamos de unos ensayos en los que los estudiantes, sin que sirva de precedente, ponen nota a sus profesores: las encuestas de evaluación del profesorado.

LA iniciativa corre a cargo del Centro Andaluz de Prospectiva (CAP), uno de los departamentos contemplados en el Plan Andaluz de Investigación, creado en 1990 por la Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía. El objetivo de CAP es “apoyar y coordinar el esfuerzo investigador de la comunidad andaluza”. Con este propósito, el organismo lanza anualmente alrededor de un millón de cuestionarios por todas las universidades de la región en los que se evalúa la actuación del personal docente.

EL cuestionario consta de un total de 28 preguntas, once menos de las 39 de 2005, posiblemente atendiendo exigencias de los estudiantes que se lamentan de la matraca del documento. “Después de cuatro años haciéndolas, la gente las ve y sale corriendo”, explica Sara, estudiante de sexto curso de Medicina. De hecho, de los 35.000 alumnos registrados en la UMA se han recibido 115.000 encuestas, una media de tres por cabeza. “Me parecen una pérdida de tiempo”, opina Alejandro, alumno de segundo en Economía.

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LA labor del universitario pasa por señalar, en una escala de 1 a 5 -siendo 1 “totalmente en desacuerdo” y 5 “totalmente de acuerdo”- su grado de conformidad con los puntos expuestos, de manera que las calificaciones 1 y 2 se consideran negativas y 3, 4 y 5 positivas. De este modo, se producen resultados tan abultados como que el 93’7% de los maestros han sido valorados positivamente -se deduce que desde 2’5, la mitad de 5, es aprobado-.

LA encuesta se divide en cinco bloques. En primer lugar se plantean una serie de cuestiones generales referidas a la planificación y el cumplimiento del plan docente. En ellas se valora si el profesor “se ajusta a la planificación de la asignatura” y a “los sistemas de evaluación especificados en el programa”. Sin embargo, no existe ninguna alusión a la adecuación del programa o a si los criterios seguidos son correctos o no.

LA segunda parte se corresponde con el cumplimiento de las obligaciones por parte del profesorado, y se incluyen cuestiones tales como “imparte las clases en el horario fijado” y “asiste regularmente a clase”, dos cometidos relativamente fáciles de llevar a cabo y que en ningún caso sirven como indicativos a la hora de determinar la calidad del docente. Esta sección es la más valorada por los estudiantes con un 4’33.

EN el tercer sector se hace referencia a las competencias didácticas del profesor, que si bien han mejorado desde el primer informe -de 3’63 a 3’81 en “se interesa por la comprensión sus explicaciones” y de 3’74 a 3’93 en “utiliza recursos didácticos para facilitar el aprendizaje”- han sufrido un ligero desplome con respecto al año anterior -el primero se situaba en un 4’01 y el segundo en un 4’06-. Mención aparte merece el caso de los recursos didácticos pues, entre paréntesis se incluye el uso de “pizarras y transparencias”, cuya utilidad resulta, cuanto menos, dudosa.

LOS criterios de evaluación se ubican en la cuarta parte de la encuesta, donde se pregunta si el docente “se ajusta a los sistemas de evaluación especificados en el programa”, o si “los criterios de evaluación establecidos se aplican adecuadamente”. Una vez más, no se menciona si estas pautas son apropiadas o no. Pero aquí sobresale una cifra escalofriante: “El 74,3% del alumnado considera que los criterios y sistemas de evaluación establecidos se aplican adecuadamente”. Si le damos la vuelta, nos encontramos con que existe un 25’7% de los estudiantes que no cree que se apliquen los criterios de evaluación establecidos.

POR último, se pregunta acerca de una serie de cuestiones específicas, como si el profesor cumple su labor de tutoría -valorado con un 4’11 pese a que sólo un 8% de los estudiantes reconoce asistir a ellas- o el grado de interés por la asignatura -dividido entre “nada”, “algo”, “bastante” y “mucho”, tres de ellos con matices claramente positivos-.

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EL resultado final es una nota media de 7’7 para el profesorado, cifra extraordinaria considerando que se valora de 1 a 5. Sin embargo, este astronómico guarismo no llega al 8 alcanzado por la Universidad de Jaén, la única hasta ahora en publicar su informe.

LAS apreciaciones de la rectora de la UMA, Adelaida de la Calle, en la que asegura respecto a estas evaluaciones que es “una satisfacción ver que efectivamente se van superando los criterios de calidad y que la nota media se supera año tras año”, coinciden con las del presidente del Centro Andaluz de Prospectiva, Antonio Pascual, que afirma que la evaluación “va cumpliendo sus objetivos, que no son otros que afianzar las fortalezas de los distintos departamentos de la UMA y eliminar las debilidades”.

LOS alumnos, por su parte, se quejan por la poca utilidad de los cuestionarios. “Deberían pasarse a final de curso, cuando ya te han dado la materia. De hecho, el año pasado un profesor no dejó que hiciesen la encuesta porque era nuestro primer día de clase”, explica Juan, de Biología. “Es que no puedes saber cómo evalúan porque nunca te han evaluado”, corrobora Isa, de primero de Periodismo. Además, admiten se acaban realizando “según caiga bien el profesor o no”, dice un estudiante de la Facultad de Económicas. “Alguna vez le he puesto a uno todo 5 porque me caía bien”, declara otra.

TAMPOCO parecen conocer hacia dónde se dirigen las encuestas. “Creo que se las llevan al sindicato de estudiantes”, expresa uno. “Yo no tengo ni idea, pero creo que deberían ir dirigidas al Rectorado”, asevera un alumno de Traducción e Interpretación. Los cuestionarios tienen como fin último “informar de manera privada” a los docentes, por lo que su trascendencia es cuestionable. Por ello, difícilmente se cumplirán las hipótesis de este alumno de Ciencias: “Yo tengo entendido que si un profesor no tiene un mínimo de puntos lo podrían echar”.

SIN embargo, no todo son críticas. Sara, estudiante de Medicina, se congratula de que ése sea “el único momento”, en el que en su facultad su opinión “cuenta para algo, así que bien”. Lo mismo opina Laura, estudiante del Grado de Administración y Dirección Empresarial (GADE): “Están bien, porque al ser anónimas puedes decir lo que piensas”. Alejandro, que lleva cinco años estudiando en la UMA, ve los aspectos positivos de una forma un tanto peculiar: “Al final la gente se alegra porque hay encuesta y se pierde tiempo de clase”.

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