andalucia_techCICO. 24/04/12. Javier Martínez. “Andalucía Tech y todos los campus de Excelencia españoles ‘entran en vía muerta”, afirmaba el vicepresidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), Juan Juliá, hace unos días. Más allá de la desilusión y los acuciantes problemas que atraviesa el proyecto conjunto de la Universidad de Málaga y la Universidad de Sevilla, la paralización de la

excelencia sugiere una reflexión más amplia: ¿Cómo va a afrontar el colectivo universitario público la crisis económica? Esta de hoy en CICO / EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com es una historia de cómo los estudiantes de la UMA pasaron del escepticismo a la ilusión, para luego leer cómo el riesgo de que todo se rompa entra en juego.

Historias de promesas incumplidas de Andalucía Tech

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principio escuchábamos “excelencia” por todos lados. De boca de la rectora, en carteles, en comunicados… Entre nosotros. Siempre hemos tendido a criticar: No conocíamos la otra cara de la moneda. Las cifras que manejaban las altas esferas, la dificultad de mantener cueste lo que cueste la sociedad del conocimiento. Quizá ellos, en su soberbia, tienden a desoír la voz del alumnado. Y quizá, si hubiéramos sido escuchados, nuestro grito habría estado cargado de un poco más de razón. 

EMPEZAMOS a saber del ambicioso proyecto que la UMA se traía entre manos. Sin demasiada información, culpa de nuestra falta de orientación propia de unos primerizos, o culpa de una comunicación institucional que solo requirió de nuestra actitud política en las elecciones a rector. No conocíamos: pensábamos a través de sensaciones. Y oír “excelencia” continuamente cuando dábamos clase en un garaje, sin ventilación ni medios y aislados de nuestra facultad, nos incitaba continuamente a la ironía. 

ANDALUCÍA Tech ya estaba en marcha. A fuerza de iniciativa fuimos conociendo cada vez más detalles. Resulta que la excelencia no era un calificativo, si no un objetivo a conseguir. Resulta que lo que se vendió como distinción exclusiva era un título otorgado a la gran mayoría de las universidades candidatas: en Valencia, sin ir más lejos, todos los campus son de excelencia. Quedamos prendados con aquel nuevo juguete -nuevas infraestructuras, fomento de la actividad empresarial, ayuda a la investigación- nos mareábamos con el baile de números. Millones de euros que se presentaron sin la letra pequeña: la mayoría de ellos dependientes de un crédito que habría que negociar con los gobiernos que subvencionan la aventura, Una lucha sin cuartel por cada euro en la que la UMA a veces no saldría bien parada.

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CAMBIO el Ejecutivo y cambiaron los planes. Todos sabíamos que la educación sería demonizada, a pesar de promesas electorales que fueron convertidas en papel de fumar. Sabíamos que el progreso es caro y tuvimos que intuir, al leer tantos ceros en la memoria económica de Andalucía Tech, que las apuestas a largo plazo no caben a hora de sostener lo insostenible. Wert ya avisaba. Las puyas al derroche de los campus de excelencia, la falta de pragmatismo de subvencionar el desarrollo, la normativa que exigía a las universidades acogerse a la ley de estabilidad presupuestaria para aplicar la tijera en un gran porcentaje de proyectos. De la Calle siempre ha defendido a ultranza a Andalucía Tech. Confiaba en ver una universidad mejor, pública, de todos, confiaba en salir del bache. Asumió como una traición las amenazas de tijeras y, junto a Víctor Muñoz (máximo responsable de Andalucía Tech) tranquilizó a la opinión pública. Los acuerdos con el Gobierno central ya estaban cerrados. A pesar de las informaciones que indicaban desacuerdo entre el alto porcentaje de intereses que exigía el Ministerio de Educación y la realidad económica de la UMA. Empezábamos a entender el juego de silencios, las negociaciones ocultas y la propaganda en torno a la institución. Pero algunos de nosotros confiamos.

NO ha llegado al año el nuevo gobierno conservador y los primeros presupuestos han devuelto a la realidad las pretensiones de la Universidad de Málaga. Se acabaron los préstamos: las subvenciones directas serán el único dinero que obtendrá Andalucía Tech. Los convenios con la Junta y la iniciativa privada tendrán que ser los únicos pilares para sostener el tenderete. Surge la necesidad de repensar, reorganizar y reconstruir todo. Los rectores de las Universidades de Sevilla y Málaga se reúnen para volver a encontrar el apoyo necesario para seguir creciendo. Los mensajes agoreros se reducen al mínimo, aunque la realidad se les escapa de los dedos. Una realidad que ha desmontado la falsa excelencia, los créditos asegurados, la opulencia basada en medias verdades. También ha roto las ilusiones de una universidad competente, poderosa, con un vínculo estrecho con el tejido productivo, con un apoyo estable a los emprendedores y la iniciativa. Los decanatos de las facultades, los corrillos de la segunda planta, rebosan pesimismo porque la excelencia no es lo único que se derrumba. La subida brutal de tasas, el despido de profesores, el cierre de algunas carreras... evidencian que la universidad pública tal y como la conocemos y todos los valores que encarna acaba de entrar de lleno en una de las épocas más difíciles desde el crack del 29. El conocimiento, como concepto vital en la filosofía humanista, se ve en serio peligro porque aquellos tiempos en los que era compatible con el capital están llegando a su fin. La caída de las consecuencias de la crisis sobre las clases media y baja supondrá, inevitablemente, un descenso en el bagaje cultural del grueso de la población. Los valores de la sociedad, en consecuencia, se resquebrajan. 

Y los estudiantes, verdaderos protagonistas de esta historia, siguen en su mayoría ajenos a lo complicado que será a partir de ahora mantener nuestro sistema. Los líderes de las asociaciones piden sin cesar, ajenos al debate imprescindible que surge de los recortes en la educación pública: ¿Cómo va a afrontar el colectivo universitario una reformulación del sistema económico y, por extensión, una reformulación de la sociedad de la información? La reflexión colectiva es urgente. Sin entrar en las arenas movedizas de la necesariedad del tijeretazo, del supuesto derroche de la socialdemocracia en el ámbito de la formación. La caída de Andalucía Tech debe ser la excusa para empezar a pensar en cómo vamos a seguir a partir de ahora: y, sobre todo, interiorizar que en un futuro próximo los estudios superiores no volverán a ser lo que fueron.

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