EMPYRIA 14/01/14. José F. Ramírez. El redactor José F. Ramírez resume para el suplemento EMPYRIA /EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com su experiencia en el avistamiento de grullas en Fuente de Piedra. Usa el formato de la crónica para relatar la actividad que la Asociación para el Estudio y Conservación para la Naturaleza organizó a finales del pasado mes de diciembre.
Grullas migratorias: protagonistas absolutas de Fuente de Piedra en diciembre
“MAÑANA vamos a avistar grullas en la laguna de Fuente de Piedra”.
“A ver los flamencos”.
“BUENO, sí, también. Pero vamos a participar en un avistamiento de grullas”.
“AH… Pero allí también hay flamencos”.
LA misma conversación con amigos y familiares la noche anterior se repitió entre algunos de nosotros. No importa que en toda la reserva cohabiten más de doscientas especies de vertebrados, los Flamencos Rosas acaparan el protagonismo del lugar. No es para menos, está considerada la segunda mayor colonia de toda Europa. Sin embargo, en esta ocasión, el objetivo de la “expedición” se centraba en las grullas que migran cada año hacia el humedal.
HUYENDO de las nevadas del norte y centro de Europa, que las dejan sin alimento durante todo el invierno, las grullas comunes (Gru Gru en su nombre científico) emigran al sur en busca de un espacio más acogedor. Aprovechando las corrientes anticiclónicas que les facilitan el vuelo, trazan una ruta larga, viajando tanto de día como de noche. Se topan con ciertos obstáculos, como el sistema montañoso de los Pirineos, que tras atravesarlo, el descanso en las lagunas navarras y aragonesas se hace obligatorio, antes de seguir su camino hacia el sur. Su favorita es la laguna de Gallocanta, donde se citan decenas de miles de ellas. Seguidamente, se expanden a lo largo de la península, concentrándose en la zona suroeste a lo largo del mes de octubre, para convivir con otras muchas especies entre noviembre y febrero. Uno de sus principales dormideros se encuentra en el norte de nuestra provincia, en la Reserva Natural Laguna de Fuente de Piedra.
ESTE es el motivo por el cual Asecona, o Asociación para el Estudio y Conservación para la Naturaleza, escogió este fenómeno de la naturaleza para reunir a un grupo de curiosos el pasado 21 de diciembre. De forma altruista, la asociación formada por cuatro estudiantes de biología en el año 2010, organizan otras muchas actividades, como talleres, cursos o excursiones, todas relacionadas con el medio ambiente, siendo el avistamiento de grullas la que despidió el 2013. “Es el cuarto año consecutivo que la organizamos” me comenta José Carlos Atienza, miembro de la asociación y organizador de la expedición. “La cantidad de participantes aumenta. Este año tenemos suerte por la gran cantidad de grullas, que tampoco disminuye”.
LA excursión comenzó en el Centro de Visitantes José Antonio Valverde, emplazado al noreste del lago. En su interior, rodeado de instalaciones interactivas y murales plagados de infografías y mapas que nos engullen en el contexto histórico y natural del entorno de la laguna, José Carlos nos resume brevemente lo que necesitamos saber. “Se trata de la más grande de Andalucía y fue explotada comercialmente por los romanos debido a su salinidad, quedando aún diques en los que las aves anidan”, explica junto a un gran ventanal con vistas a todo el área de la reserva. Detrás del cristal, divisamos las primeras figuras, sobre todo la de los flamencos, indiscutibles desde la notable distancia que no separa el complejo de la laguna. No obstante, el grupo fue previamente avisado: se aconsejó traer prismáticos para disfrutar de la actividad. Algunos, más experimentados, se equiparon con telescopios aptos para la ocasión.
COMO grupo numeroso, monopolizamos casi todo el espacio del centro. Al salir a los alrededores, ocupamos el mirador más cercano en el que pasamos casi toda la mañana hasta almorzar. Casi eramos los únicos visitantes ese día, a pesar del buen tiempo. La mayoría estudiantes de la carrera de Biología, apasionados por lo que la naturaleza les pueda aportar, interactúan de forma que entre todos disfrutan de la visita. Cargados con prismáticos, cámaras y telescopios, todos comparten sus conocimientos y anécdotas, además de alegrías, frustraciones e inquietudes sobre su carrera como futuros científicos o naturalistas.
CONECTADOS por senderos, vamos copando las distintas casetas preparadas para observar los humedales sin perturbar demasiado a la fauna que habita la reserva. Con su guía “Guía de Aves” de Ediciones Omega en la mano y un telescopio Celestron al hombro, Benito contagia su pasión por la ornitología en pocos segundos de conversación. “Si estás interesando en comprar una guía, siempre recomiendo la versión británica, porque la traducción al español sale demasiado cara”, me responde cuando le pregunto por el detallado manual, el cual usan el resto de participantes para identificar las especies que consiguen fotografiar. Una de las más citadas, el Aguilucho Lagunero, habitual en áreas con humedades.
EL mirador estrella se hace esperar y disfrutamos del entorno de los alrededores, recorremos las distintas casetas y nos recreamos con las aves que alcanzamos ver: ánade azulón (Anas platyrhynchos), ánade friso (Anas strepera), porrón común (Aythya ferina) , pato cuchara (Anas clypeata) o polla de agua. “Ahí pone que se llama Gallineta, pero todos la conocemos como Polla de Agua”, señala José Carlos el panel ilustrativo de aves de una de las casetas, “le cambiaron el nombre, como hicieron con el Ruiseñor Bastardo. Al final, nos tenemos que guiar por sus nombres científicos, que también los cambian constantemente”.
UNA vez terminado el tour, nos dirigimos a nuestros vehículos para trasladarnos a un mirador situado en una colina que dispone de una visión más amplia y un ángulo más contrapicado del lago. A mitad de camino, estacionamos formando una hilera de coches sin riesgo de estorbar ante la ausencia absoluta de tráfico. De nuevo telescopios y cámaras fotográficas a mano. “Al lado de aquella casa hay un Mochuelo”, avisa uno de los chicos que porta el telescopio con mayor profundidad de campo. El motivo principal de la parada se debe a su indistinguible graznido. Seguidamente nos deleitamos con su característica forma grupal de V, mientras se desplazan hacia la laguna. ”Este año hay más grullas que en los dos últimos años”, comenta José Carlos, que no me puede aclarar si terminan su recorrido en la península o continúan hacia África. En la primavera vuelven al norte, cuando las perdemos de vista en nuestro área, justo en la estación y época de apareamiento en la que otros afortunados presencian la danza y cortejo nupcial.
CADA vez hay menos luz y José Carlos nos avisa de que todo eso solo es un aperitivo de los que no espera. “Venga todos a los coches, que todavía no hemos visto nada”. Llega el atardecer, ya en el último mirador, algunos se resguardan en sus abrigos ante el cambio de temperatura. Un aficionado aparece casi al mismo tiempo que nosotros. Comenta con admiración la cantidad de Aguiluchos que observó a lo largo del día. Con sus prismáticos avista grullas posadas en los pequeños islotes de la laguna, donde los zorros no pueden sorprenderlas. Es época de celo y estos depredadores emiten sonidos característicos al anochecer. Se han llegado a ver dos por la zona, aunque el grupo de la excursión está más atento al sonido de las grullas.
CON los últimos rayos de sol a la vista, se unen tres mujeres y un hombre también cargados con telescopios y cámaras. José Carlos los saluda. Son cuatro de los veinte voluntarios del grupo local de la SEO en Málaga, Sociedad Española de la Ornitología, “organización pionera de la conservación de la naturaleza y la biodiversidad en España”, según su página web oficial. Ante los últimos rayos de sol, se abrigan por segunda vez en el día, como ya hicieron al principio de su jornada antes del amanecer. Su misión es bien distinta: son los encargados de hacer el censo de grullas para un informe internacional de la SEO en nuestra provincia.
“ANTES del amanecer ya estamos preparados, pero no comenzamos el recuento hasta que hay suficiente luz”, comenta una de las cuatro voluntarias. En total, avistaron alrededor de 1.930 grullas, un aumento considerable desde el último censo mostrado en la página web del grupo local con un total de 1.419, aunque todavía discutían los números exactos entre ellos. Divididos en tres grupos por toda la zona, evitaban la duplicación de los datos con precaución. “En un momento se movió un grupo de grullas hacia un lado, y unos compañeros los contaron de nuevo como si fuera otro”, añaden. “Tenemos todo el trabajo hecho en una hora”. En los días siguientes, los datos se recopilan con el resto de grupos de voluntarios de otros puntos de la península, incluido Portugal y algunas localidades en Marruecos. Las grullas se desentienden de fronteras y ocupan tanto lugar como sus necesidades básicas puedan satisfacer. “Es la primera vez que grupos marroquíes aportan datos, así el informe queda más completo”.
SEGÚN los voluntarios de la SEO, las grullas abarcan otros puntos del norte de África, por lo que las dudas que en un principio se me antojaron quedaron resueltas. Y es que de eso se trata, como cualquier actividad científica, la curiosidad puede agrupar a personas distintas y convertir lo que priori parecía un mero pasatiempo en una experiencia muy constructiva en la que todos aprendemos los unos de los otros.
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