bandera_romaniMUJERES. 05/10/11. Vanesa Gumiel Gallego. Licenciada en Periodismo y técnica en intervención sociolaboral con colectivos en riesgo de exclusión social, Vanesa Gumiel escribe para Mujeres / EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre...
bandera_romaniMUJERES. 05/10/11. Vanesa Gumiel Gallego. Licenciada en Periodismo y técnica en intervención sociolaboral con colectivos en riesgo de exclusión social, Vanesa Gumiel escribe para Mujeres / EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre su trabajo con las mujeres romaní, la triple discriminación que sufre este colectivo, los cambios que está experimentando y los retos de futuro a los que se enfrenta.

El futuro de la mujer romaní en Europa

SIEMPRE he pensado que las mujeres estamos hechas de una “pasta especial”, que somos capaces de soportar los más duros trabajos, de dirigir equipos gracias a nuestra capacidad analítica (aunque no nos dejen en muchas ocasiones), con un asombroso equilibrio entre sensibilidad y autoridad. Sin embargo, un caso muy particular, a mi juicio, lo constituiría el de la mujer gitana rumana1.

LAS mujeres romaníes2 se caracterizan por ser víctimas de una triple discriminación: la motivada por razones de sexo, la producida por cuestiones étnicas, y la nacida de la xenofobia, concebida ésta como “miedo y rechazo a lo extranjero”. Asimismo, el concepto que la población mayoritaria suele tener de ellas tiende a ser bastante negativo, plagado de prejuicios y estereotipos (ejercen la mendicidad, “arreglan” los matrimonios de sus hijas, no quieren que éstas estudien, se someten siempre a la voluntad de sus maridos, sin importarles las consecuencias, etc)3.

EN muchos casos, estas creencias se basan en generalizaciones erróneas respecto a casos puntuales, no extrapolables a la mayoría de la población. Y, a pesar de ello, pienso que las mujeres romaníes son actualmente las peores valoradas por la población europea, y, en nuestro país, constituyen uno de los grupos más vulnerables desde el punto de vista social y económico, sobre todo tras las medidas adoptadas a partir del pasado 22 de julio4.

PUES bien, a pesar de todo lo expuesto, las mujeres romaníes son un auténtico pilar en la estructura familiar y social del grupo de pertenencia: madres amantísimas, perfectas esposas, especialistas en economía doméstica, cuidadoras infantiles  y de personas mayores; en fin, como muchas de las mujeres en el resto del mundo. Pero, además, inmersas en una estructura profundamente patriarcal y, en ocasiones, machista. Por eso, cuando, a la hora de hacerles el currículum, me confiesan no haber trabajado nunca, trato de mostrarles todas las cosas que ellas saben hacer, y, de hecho, hacen de forma natural y sin apenas darse cuenta (organizan la casa, se hacen cargo de los niños, cuidan a los mayores, etc.).

DESDE que comencé a trabajar con ellas, no han dejado  nunca de sorprenderme: fuertes y “débiles”, sumisas y rebeldes, tradicionales y modernas, compasivas e impasibles, su nexo de unión es la fortaleza, una energía que te invade al conversar con ellas, que se puede confundir en ocasiones con el aparente conformismo con el que soportan diferentes situaciones en su vida diaria. Y una fortaleza que muchos intentan ocultar o cercenar, por resultar incómoda para los hombres y su masculinidad.

ESTA supuesta masculinidad de algunos hace que la mujer romaní encuentre numerosos obstáculos a la hora de reafirmar su identidad individual y como persona al margen del grupo: muchas decisiones se verán supeditadas a la aprobación o no por dicho grupo de pertenencia (elección de la pareja, maternidad y paternidad a edades tempranas, dedicación exclusiva a la vida familiar y a la crianza de los hijos...). Aspectos comprensibles desde la óptica de la necesaria pervivencia y crecimiento del grupo.

EN relación con lo recién expuesto podemos aludir a la importancia de la fertilidad en dicha cultura; otro de los aspectos que cuestionan el valor de la mujer al margen de su papel como “madre y germen de la procreación”. Los hijos tienen un gran valor por contribuir a la pervivencia del grupo5, y ello crea cierto estrés en algunas mujeres, por el miedo al rechazo por parte de sus maridos en caso de no poder tener descendencia.

PARA finalizar, me gustaría comentar que también he conocido a matrimonios felices e ilusionados con un trato de gran respeto entre ellos, y a mujeres que han decidido romper con ciertas prácticas tradicionales, aún con el riesgo de no contar con la aprobación de sus familias ni de sus grupos. Mujeres que han estudiado y que han antepuesto su vida profesional a la dedicación exclusiva a la vida familiar, sintiéndose realizadas como personas a pesar de haber sacrificado otros aspectos de su existencia. Lo cual, por supuesto, no significa que quienes opten por lo contrario no sean también felices. Lo extraordinario de la vida consiste precisamente en la posibilidad de múltiples opciones, todas ellas igualmente respetables.

PERSONALMENTE, tengo el privilegio de ver más allá de fenómenos como la mendicidad, con historias personales de mujeres que han visto a padres y abuelos dedicarse a lo mismo, y que tras esa actitud protegen a familias que dependen de ellas. Mujeres acostumbradas al rechazo y agradecidas al ser escuchadas por personas ajenas al grupo, tímidas en ocasiones y asombradas si te oyen pronunciar una palabra en su idioma6, alegres y vitales, trabajadoras y generosas. Sólo por eso creo que ha merecido la pena trabajar con ellas durante todos estos años.

EN cuanto a su futuro, creo que la mujer romaní jugará un papel fundamental en la evolución de su grupo en los próximos años. Aspectos como la extensión de la educación y la formación, la cualificación profesional, la incorporación de la mujer al mercado laboral, y la participación ciudadana, entre otros, son cuestiones en las que ellas tendrán mucho que decir, haciendo oír su voz en diferentes foros, locales, nacionales e internacionales. Será un privilegio poder estar allí para escucharlas.

NOTAS
1. La situación es aplicable al resto de mujeres romaníes de Europa Central y del Este, aunque cito el caso de las rumanas por ser el colectivo con el que trabajo principalmente.
2. Utilizo el término “romaní”, en lugar de su sinónimo “gitano”, por tener este último matices peyorativos en ciertos países del Centro y el Este de Europa, como en Rumania.
3. Dichas impresiones han sido extraídas de conversaciones con técnicos, población mayoritaria y grupos de ciudadanos rumanos.
4. Fecha en la que el Consejo de Ministros aprobó la normativa según la cual los ciudadanos rumanos vuelven a necesitar una autorización para desarrollar una actividad por cuenta ajena en nuestro país; incluyendo los nuevos obstáculos a la hora de tramitar cualquier tipo de prestación supeditada a la voluntad de trabajar, como el “Salario Social”.
5. No tiene, sin embargo, el mismo valor un hijo respecto a una hija; constituyendo el primero el mayor motivo de alegría para una familia. Debo aclarar, no obstante, que existe un dicho popular según el cual las hijas, en base a una costumbre no siempre practicada, se van a vivir a casa de las suegras cuando se casan, por motivos económicos en muchas ocasiones. Y esa pérdida que tendrán hace que sean más felices cuando saben que van a tener un varón
6. El romanés, una lengua con matices sánscritos y eslavos, permite comunicarse a una parte de los romaníes del centro y el este europeos. Actualmente, hay intentos por parte de diferentes entidades educativas y sociales de fomentar y extender su uso, creando una modalidad estándar; aunque también hay dificultades derivadas del proceso (escritura reciente, contaminación de la lengua por parte de los idiomas de los países en los que se localizan los diferentes grupos, escasez de materiales impresos, etc.).